"Pensaba que podíamos convertir al banquero en alguien querido por la sociedad, pero no ha podido ser por todos los escándalos". Esta frase de Francisco González resume una de sus frustraciones: que nadie reconozca su labor. Otra, bien conocida, es la de no haber podido seguir la estela del Santander o, mejor dicho, la de su enemigo íntimo, Emilio Botín. Hombre de pocos amigos, tiene muchos más detractores que defensores. Y si bien es cierto que su gestión -personalista y reflejo de su difícil carácter- deja muchos motivos para la crítica, también ha tenido aciertos importantes.
FG comenzó su mandato en BBVA despreciado por las familias de Neguri como un advenedizo que ni siquiera era banquero (era broker) y cuya mayor virtud era ser amigo de Aznar -que le había puesto al frente de Argentaria- que se había quedado con "su" banco por el escándalo de las cuentas de Jersey; en realidad, sus dos bancos históricos, el Bilbao y el Vizcaya. Tantas guerras internas, tantos intentos de compra (como la OPA del Bilbao sobre Banesto), tanto encaje de bolillos para crear BBV, y al final se lo llevaba un gallego sin ningún pedigrí. Nunca se lo perdonarían a Emilio Ybarra.
Tener que hacer frente a un ambiente tan hostil en el banco probablemente influyó en su carácter huraño e irascible. Porque esa forma de ser ha influido en una gestión que ha devorado consejeros delegados, empezando por José Ignacio Goirigolzarri, el último reducto de Neguri, por temor a que le hicieran sombra. Y todavía más directores de comunicación. Cuando falló la OPA sobre el italiano BNL en 2005, exigió que al día siguiente ningún periódico titulara con la palabra "fracaso". Su entonces responsable de prensa -y posteriormente de Casa Real-, Javier Ayuso, sudó tinta para convencer a los medios entre promesas y amenazas.
Tener que luchar con el desprecio de las familias de Neguri y su obsesión con el Santander han marcado su gestión
También se recuerda su "¿Usted qué cree?" en respuesta a la pregunta de si había considerado retirarse tras la abdicación del rey Juan Carlos en 2014. Ni por asomo. O su enganchada con varios periodistas del Grupo Prisa en la presentación de resultados de 2011, por preguntarle a qué se debía la pérdida del cuarto trimestre (-139 millones por los extraordinarios). "Usted sabe que no es verdad que hayamos perdido dinero", espetó a voz en cuello. O cómo corrigió al entonces CEO, Ángel Cano, que se había lanzado a la yugular del Santander al ser preguntado por la condena de Alfredo Sáenz. "Nosotros solo hablamos de BBVA", le reconvino.
LA OBSESIÓN CON EL SANTANDER
Precisamente, la eterna rivalidad con el Santander se convirtió en su obsesión. Tenía que seguir su estela como fuera, pero el viejo zorro de Botín casi siempre le ganó por la mano. Incluso le ocurrió con su hija, Ana, que le birló el Popular porque él no se atrevió a tirarse a la piscina, temeroso de que no hubiera agua. El día de la resolución y venta, cuando no se hablaba de otra cosa en el mundo, BBVA mandó una nota de prensa sobre financiación sindicada en un desesperado intento porque alguien le hiciera caso. En el mejor momento de la gestión de FG, Santander y BBVA tenían un tamaño similar. Hoy el primero vale el doble que el segundo en bolsa.
Su otra bestia negra ha sido Goirigolzarri. Bankia había anunciado que devolvería todo el dinero de las cláusulas suelo sin necesidad de condena judicial, y él respondió en la presentación de resultados de 2016: "A mí también me gustaría ser Papá Noel y hacer regalos todas las mañanas, pero no podemos porque tenemos un millón de accionistas privados a los que debemos proteger". En la de 2017, que sabía que sería la última, soltó que "no se van a recuperar las ayudas públicas porque van a ser irrecuperables salvo que haya un milagro, y no creo en ellos". Y añadió otra puyita a Ángel Ron: "Viendo el caso del Popular, qué importante es hacer bien una sucesión".
TRANSFORMACIÓN DIGITAL Y NARCISISMO
Pero la gran obsesión de FG ha sido siempre la transformación digital. Llevaba 10 años hablando de ella y de que su competidor no eran los otros bancos sino las grandes tecnológicas, sin que el banco fuera capaz seguir su ritmo. Acabó reconociendo que "nos adelantamos al momento en que debíamos", lo que implicó un coste de cientos de millones.
En esa cruzada quedó claro otro de los rasgos definitorios del personaje: su narcisismo. No dejaba pasar ocasión para hablar de su último viaje a EEUU o de sus intervenciones en el Foro de Davos para dejar claro que él hablaba inglés perfectamente, a diferencia de Emilio Botín. Por supuesto, su sueldo no podía estar demasiado alejado de la cúpula del Santander, por lo que se lo subió un 18% el año pasado hasta 5,79 millones. Ese narcisismo llegó al extremo de hacerse un lifting y teñirse el pelo de caoba en 2013, con la consiguiente mofa en la tropa del BBVA.
GESTIÓN PERSONALISTA
Todo esto se tradujo en una gestión absolutamente personalista en la que solo él mandaba y cualquiera que él percibiera como una amenaza a su poder era eliminado. Entre los defenestrados cabe destacar a Daniel de Fernando, responsable de la que era la mayor banca privada (altos patrimonios) de España, y a Manuel González-Cid, considerado el mejor director financiero de la banca española. Para blindar su presidencia, agasajaba hasta el extremo a los consejeros independientes, la conocida como "guardia de corps de FG".
Su gestión cesarista ha provocado salidas de grandes directivos de BBVA y el mimo a los consejeros independientes
Sabiendo todo esto, no es difícil entender que FG se enfrentara a Gobiernos de todos los colores: se negó a participar en la OPV de Bankia mientras los demás bancos iban del ronzal del Ejecutivo socialista, y también dejó en la estacada a Guindos al dar la espalda a Sareb, el banco malo impuesto por Bruselas para rescatar a las cajas quebradas. A la postre, dos grandes aciertos que ahorraron millones en pérdidas a los accionistas de BBVA.
En el debe de González, todo lo consabido: la ruinosa aventura en China, la de Turquía que va por el mismo camino, las minusvalías en Telefónica que se llevaron por delante el beneficio del año pasado y las pérdidas para los accionistas en el conjunto de los 18 años de su presidencia. Con todas estas luces y sombras, lo que está claro es que el BBVA no será el mismo banco sin FG. Porque el BBVA es FG.