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Carlos Torres, presidente de BBVA

Curioso giro de los acontecimientos en dos de los gigantes de la banca europea. Deutsche Bank, después de años de negar la evidencia y de ser la mayor preocupación del sector en el continente, por fin asume la realidad y anuncia la creación de un banco malo que, aunque no es la panacea, supone un primera paso para solucionar sus graves problemas. Por el contrario, nuestro BBVA, una entidad que se ha caracterizado por no poner paños calientes -por eso se negó a participar en la OPV de Bankia y en Sareb-, ahora sigue mareando la perdiz con la investigación de los contratos con el excomisario Villarejo.

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Deutsche Bank ta había creado un banco malo, pero todavía le quedan hasta 50.000 millones de euros (sí, 50.000 millones de euros) que cabe calificar como tóxicos, es decir, títulos en balance que no valen nada o mucho menos de su valor en libros. Básicamente, derivados hipotecarios norteamericanos procedentes de la burbuja -ya saben, CDO, CLO y esas cosas- y también titulizaciones y cédulas españolas.

Después de negar la evidencia durante años y de rumores recurrentes de rescate por el Gobierno alemán -nadie concibe que se le deje caer como al Popular-, hizo un último intento de salvación con la fusión de Commerzbank. Pero también fracasó. Como dicen los expertos de Markets.com, "si nadie quiere casarse con usted porque tiene demasiado equipaje, la respuesta es deshacerse del equipaje".

Y es lo que ha decidido hacer. Más vale tarde que nunca. Y si no es suficiente, cerrará su negocio de banca de inversión fuera de Alemania, el origen de sus males. De momento, va a dejar de cotizar en Wall Street, según Bloomberg.

BBVA SIGUE HACIÉNDOSE DAÑO CON VILLAREJO

Pero mientras el Deutsche por fin coge el toro por los cuernos, el BBVA sigue sin atreverse a publicar la investigación interna y externa (Garrigues, Uría y PwC) sobre sus turbias relaciones con el más turbio aún excomisario José Manuel Villarejo. Y es que no lo tiene nada fácil. Carlos Torres cometió un error de principiante al reconocer los pagos a este personaje y, además, hasta fechas muy recientes. Luego ahora no puede negarlos. Pero tiene que librarse como sea de responsabilidad.

¿Cómo? Su estrategia, según diferentes medios, es echarle la culpa a su exjefe de seguridad, José Luis Corrochano, que habría actuado por su cuenta y riesgo. Algo que nadie se cree en un banco donde Francisco González detentaba un poder omnímodo. El plan B sería decir que el BBVA no sabía que Villarejo grababa ilegalmente a la gente... en fin.

Así las cosas, la estrategia de Torres parece ser fiarlo todo al secreto de las actuaciones judiciales: entregarle la investigación a la Audiencia Nacional y no hacerla pública hasta que el juzgado termine la suya. Es decir, prolongar la opacidad. El BCE lleva meses presionando a la entidad para que zanje de una vez este asunto: más vale una vez colorado que ciento amarillo. Y es lo que debería hacer Torres si no quiere que el BBVA sufra un daño reputacional irreparable.

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