• Pero Ana Botín gestionó en persona la gestión del fichaje de Orcel y la marcha atrás
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Andrea Orcel, Ana Botín y José Antonio ÁlvarezBANCO SANTANDER - Archivo

Ana Botín se ha encontrado con un problema inesperado ante la junta de accionistas del Banco Santander del próximo viernes: los fondos activistas quieren que se corte una cabeza por el fiasco del fichaje de Andrea Orcel como consejero delegado. Y esa cabeza es la del presidente de la comisión de nombramientos y vicepresidente del banco, Bruce Carnegie-Brown, como máximo responsable teórico de los fichajes. Según fuentes conocedoras de la situación, la presidenta está dispuesta a dejarle caer para no sufrir la ira de los accionistas, pese a que la operación de Orcel fue idea exclusivamente suya.

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No obstante, desde el banco niegan que eso vaya a suceder porque esperan que haya una mayoría clara de votos a favor de la renovación de Carnegie-Brown, a pesar de que los principales asesores sobre gobierno corporativo, ISS y Glass Lewis, han aconsejado votar en contra, según varios medios.

Sería lo normal en las juntas de accionistas de las grandes empresas cotizadas españolas, donde la mayoría del capital siempre respalda las propuestas de la presidencia. El ejemplo más reciente es el de la junta del BBVA, donde Carlos Torres no tuvo ningún problema pese a los reproches por el caso Villarejo.

Ahora bien, las fuentes consultadas aseguran que Ana Botín gestionó personalmente tanto el fichaje de Orcel en septiembre del año pasado como la posterior marcha atrás -justificada por el elevado coste de hacerse cargo del variable al que renunciaría el banquero en UBS-, mientras que Carnegie-Brown se limitó a asentir a las propuestas de la presidenta. Algo que es lógico tratándose de un cargo tan importante y acorde con las prácticas habituales de gobierno corporativo en nuestro país.

En consecuencia, el vicepresidente del Santander no sería el responsable de la operación fallida, pero sí asumiría las consecuencias en caso necesario. Algo que concuerda con la filosofía de Ana Botín de que los ejecutivos del banco "son soldados y hacen lo que les toca".

Detrás de todo este asunto subyace una cuestión de gobierno corporativo muy relevante y que no es exclusiva del Santander: la de la concentración de poder en el presidente ejecutivo, la forma de nombrar a los miembros de los consejos de administración y de sus comisiones, y el control del voto en las juntas generales de accionistas.

EL BCE EMPIEZA A MOVERSE

El BCE, que no puso pegas a la continuidad de la saga Botín en la presidencia ejecutiva del Santander tras la repentina muerte de Emilio Botín en septiembre de 2014, ahora empieza a ponerse más serio con las cuestiones de gobernanza. Así, aunque permitió que Torres mantuviera el cargo de presidente ejecutivo que ostentaba Francisco González en BBVA (no podía negarse después de lo del Santander), impuso que su nuevo consejero delegado, el turco Onur Genç, rindiera cuentas al consejo y no al presidente.

Es un pequeño paso, pero el Santander ni siquiera lo ha dado: allí, el consejero delegado sigue estando a las órdenes de la presidenta. Y, como en casi todas las grandes cotizadas, la mayoría del consejo está formado por afines que jamás van a cuestionar sus decisiones, incluyendo a Carnegie-Brown, que Ana Botín se trajo desde Santander UK.

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