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La presidenta del grup Santander, Ana Botín, en la Conferència de les Nacions Unides sobre el Canvi Climàtic (COP25).Jesús Hellín - Europa Press
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Ana Botín, presidenta de Santander, no tuvo siempre una relación fácil con su padre, el todopoderoso Emilio Botín, al que sucedió tras su muerte hace algo más de cinco años. “[La relación con él] como padre era buenísima, como jefe tuvo sus más y sus menos”, ha explicado durante el programa Planeta Calleja, en el que ha viajado a Groenlandia con Jesús Calleja para conocer de primera mano el efecto del cambio climático sobre los glaciares.

La primera ejecutiva de Santander, protagonista del primer Planeta Calleja del año, llegó al mundo de la banca prácticamente por casualidad, según ha relatado. Ella quería ser periodista, como una de sus tías, pero esta le recomendó tomar otro camino.

En los ochenta todo el mundo quería trabajar en bancos y venían [a la universidad] a entrevistarte, yo estaba en Harvard”, ha explicado, para después añadir que su aterrizaje en el mundo de la banca “no estaba planificado para nada”. Botín ha defendido que su padre ni la “enchufó” para entrar en Santander ni para iniciar su carrera en el banco estadounidense. “En JP Morgan eso no es posible, no te contratan si no vales”, ha dicho.

Tras unos años en Estados Unidos y empujada por el dolor de un aborto espontáneo, decidió volver a España tras recibir la llamada del director de la división internacional de Santander. “Mi padre no tuvo nada que ver en que me incorporara al banco. Evidentemente este señor llamaría a mi padre a ver que le parecía, pero no me lo dijo nunca. Mi padre nunca me dijo vente a trabajar a Santander. Yo estuve ocho años en JP Morgan. Era un mundo de hombres donde estaba lo mejor”, ha recordado.

Ya en Santander, no todo fue un camino de rosas hacia la presidencia. El momento más tenso en el banco y en su relación con su padre lo vivió durante la fusión de la entidad con el Central Hispano. Tras la publicación de un reportaje en El País Semanal, que estaba “muy centrado en que si no eres un Botín no vas a dirigir el banco” y que “sentó muy mal”, el banco pidió su cabeza y el entonces presidente de Santander la convocó a una reunión para echarla de la entidad. “Un domingo me llamó y me dijo: 'Lo mejor para el banco y para ti es que te vayas'”, ha relatado.

Visto con perspectiva, Emilio Botín “hizo lo que tenía que hacer”, según su hija. “Pero cómo lo hizo me hizo mucho daño”, ha recordado. Durante aquellos años imperaba en España “una guerra de azules contra rojos”, según Botín, por lo que: “Si no me hubieran 'matado' entonces, me habrían 'matado' a los seis meses”.

Con el cabreo, Botín estuvo tres años apartada de Santander, durante los que se dedicó a gestionar un fondo que creó ella misma. “Monté un fondo por mi cuenta, sin dinero del banco ni de la familia ni nada, no tenía un solo inversor español para que no dijeran”, ha recordado.

La separación duró poco, precisamente hasta que Ángel Corcóstegui, quien fuera consejero delegado del banco, dejó su puesto a Alfredo Sáez y Emilio Botín ofreció a su hija la presidencia de Banesto. La sensibilidad de su padre no era una de sus virtudes, como ha recordado en varias ocasiones durante la entrevista Ana Botín y como demostró en aquel momento. “Le dije: '¿Cuándo tiempo me das para contestar?'. Me dijo: 'Ahora mismo'. Y en dos segundos tuve que decidir si tener una vida independiente o volver a un banco en el que iba a ser complejo, iba a haber política (...) Le dije que sí”, ha explicado.

La presidenta de Santander, que ascendió al cargo hace algo más de cinco años, apenas horas después de la muerte de su padre, ha reivindicado su valía para el puesto. “Si miras lo que había hecho durante mi carrera y el resto, sobre el papel era el candidato mejor, tenía una experiencia internacional que otros no tenían, y había unanimidad”, ha recordado. En aquel momento, Botín presidía Santander UK.

Hablando de feminismo, Botín ha reconocido también que la banca es un mundo de hombres y que su padre la hizo callar en alguna reunión en más de una ocasión. "Había reuniones en las que mi jefe, que era mi padre, no me dejaba hablar. Aprendí a hablar con más autoridad", ha dicho. No obstante, ha reconocido que había también en el banco "hombres fantásticos", como Alfredo Sáez, que fue su jefe y que incorporó a Santander a Magda Salarich.

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