• Santamaría está a la altura de los otros tres rivales que aspiran a presidir este país
  • Sánchez ha ofrecido un proyecto posible y previsible, basado en fórmulas ya experimentadas
  • El discurso de Rivera le dará la llave de esas elecciones en cualquiera de los sentidos posibles
  • No parece probable que Iglesias haya roto el techo menguante que lo cobija
debate electoral 7d atresmedia

Lo más relevante del espectáculo político al que acabamos de asistir es que se haya celebrado, al fin, 37 años después de la fundación del régimen. Todo este tiempo ha hecho falta para que el establishment político se plegara al requerimiento periodístico de un debate en toda regla, en que los periodistas preguntaran a su antojo con criterios asimismo periodísticos y los políticos respondieran sin recitar el manual.

Vicente Vallés y Ana pastor han cumplido con su papel con gran profesionalidad, y quienes hemos asistido al evento nos hemos sentido representados por ellos. Es la máxima lisonja que se puede dedicar a un periodista.

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A toro pasado se entiende que Rajoy no haya querido pasar el mal rato que sí ha correspondido por delegación a Soraya

El elemento objetivo que ha marcado el debate ha sido la ausencia de Rajoy, y la delegación de su papel en la persona de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. A toro pasado, se entiende que Rajoy no haya querido pasar el mal rato que sí ha correspondido por delegación a Soraya, cuando ha tenido que soportar las duras acusaciones formuladas al presidente del Gobierno en relación a sus responsabilidades en el ‘caso Bárcenas’.

Aunque ello suponga tener que formular finalmente la pregunta de si es posible investir de nuevo presidente a quien no ha sido capaz de soportar preguntas tan comprometedoras. Sea como sea, las ausencias siempre generan el riesgo de que acaben demostrando que nadie es imprescindible. En todo caso, haya o no ‘operación Menina’, Soraya está a la altura de los otros tres rivales que aspiran a presidir este país.

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El debate ha consolidado sin duda la posición de Pedro Sánchez, quien ha sido especialmente eficaz en la colocación de sus mensajes que, aunque previsibles, compendian el cambio más evidente y obvio que seguramente elegirán quienes aspiren a contribuir a la mudanza. Con algún lapsus -ha dicho que va a triplicar el gasto en educación, y parece exagerada la promesa-, el representante socialista ha ofrecido un proyecto posible y previsible, basado en fórmulas ya experimentadas.

Albert Rivera, por su parte, con el aplomo que le proporciona su dilatado rodaje, también ha resultado convincente, aunque sus propuestas, que son discretamente rompedoras -el contrato único, el complemento salarial básico-, producen algún recelo. Con todo, su discurso cargado de sentido común le proporcionará sin duda la llave de esas elecciones en cualquiera de los sentidos posibles.

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Pedro Sánchez, eficaz en la colocación de sus mensajes, compendia el cambio más evidente y obvio que seguramente elegirán quienes aspiren a contribuir a la mudanza

Pablo Iglesias, por su parte, ha sido el más previsible de todos, y no parece probable que haya roto el techo menguante que lo cobija. Su tono profesoral, su sonrisa de suficiencia, su arrogancia profesoral, sus marrullerías de tertuliano producen rechazo en quienes no son sus fanáticos admiradores. Y a estos ya no necesita conquistarlos. El mérito de “Podemos” es que su irrupción en este mundo ha causado la gran conmoción democrática a la que estamos asistiendo: el debate a cuatro no se hubiera producido si el 15 de mayo de 2011 no hubiera habido una gran manifestación de protesta en Madrid que -entonces sí- fue el mascarón de proa de una gran indignación popular.

En definitiva, el debate a cuatro organizado por Atresmedia con gran profesionalidad engrandece la democracia, muy fortalecida por la quiebra manifiesta del bipartidismo y el debate coral de cuatro grandes fuerzas que se disputan el poder y el futuro. Todos estamos ganando en dignidad y en libertad con esta campaña en que la política está más cerca de la vida real.

Antonio Papell

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