El PP afronta las elecciones del 10 de noviembre con una mezcla de temor y respeto a unos resultados que pueden suponer una segunda oportunidad para Pablo Casado u otro clavo en su ataúd. Si las encuestas no fallan, el sucesor de Mariano Rajoy debería ser capaz de remontar los 66 escaños que tiene ahora en el Congreso y volver a liderar la derecha con holgura. Pero, por si acaso, se prepara para todos los escenarios, especialmente para el de un nuevo bloqueo parlamentario, y en Génova se impone el criterio de que, si no logran suficientes votos para formar Gobierno, no serán un obstáculo para que el PSOE se quede en La Moncloa.
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Elecciones en noviembre con PSOE y PP a la caza del votante de CiudadanosSegún fuentes conocedoras, los populares sopesan plantear la campaña electoral en clave de rechazo a otras elecciones, por lo que enviarán señales que, "si no pueden recuperar La Moncloa, facilitarán un nuevo Ejecutivo", explica Ernesto Pascual, profesor de la UOC. Antes de la investidura de julio ya se especuló con esta opción, pero los números no daban. El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, apuntó esta misma semana a la llamada "gran coalición" como una vía para desatascar la situación. Casado corrió a descartarla, pero altos dirigentes del partido no la han desechado en absoluto.
Ahora consideran que después del 10 de noviembre llegará el momento de volver a plantearla. Los sondeos apuntan a un crecimiento del bipartidismo y a un trasvase de votos en que PSOE y PP pescarán en los caladeros de Podemos y Ciudadanos. Además, Casado espera recuperar parte de su electorado tradicional que apoyó a Vox en primavera.
En resumidas cuentas, de materializarse estas cábalas, el PP lograría subir una veintena de escaños, los suficientes para que su abstención en un hipotético nuevo intento de investidura de Pedro Sánchez, antes de finales de año, sea clave. Una situación que les permitiría devolver a los socialistas el favor que les hicieron en 2016, cuando apoyaron a Mariano Rajoy y, viva la paradoja, el actual presidente en funciones fue expulsado de su partido por su negativa a brindar ese respaldo tácito al exlíder de la derecha.
El PP se ha dedicado a volar bajo desde las elecciones del 28 de abril. El descalabro histórico de los populares -para hallar resultados similares hay que remontarse a los tiempos de Alianza Popular- les confinó a un semiletargo durante los meses que han durado las negociaciones entre PSOE y Podemos del que sólo les ha sacado Ciudadanos con su maniobra electoralista de proponer una abstención 'in extremis' que declinaron. Los de Casado se han tomado este tiempo para lamerse las heridas, pero no han ganado la confianza suficiente como para verse ganadores.
Buena muestra de ello es la insistencia en exportar la fórmula Navarra Suma a las generales. Pero Ciudadanos ha rechazado acudir de la mano de los populares a las urnas y España Suma ha pasado a mejor vida antes de empezar a andar. El modelo por el que apuesta el partido naranja seguiría la estela del pacto andaluz, en coalición con el PP, sin carteras para Vox.
Esta situación deja a Casado exactamente donde estaba el 28 de abril, frente a la situación inédita de verse en liza con otros dos partidos por el voto conservador. Pero mucho ha cambiado en la escena política desde la primavera. Para empezar, el fantasma de Vox ya no se agita, por otra parte, Ciudadanos llega a las nuevas elecciones muy tocado por al crisis interna que ha provocado sonadas dimisiones en sus filas y que todo apunta a que se traduzca en una fuga de votos.
La abstención también pasará factura a las fuerzas parlamentarias. “La izquierda es tradicionalmente más proclive a no votar que la derecha”, apunta el profesor de Ciencia Política de la UOC, así como los jóvenes y las clases con menos capacidad económica “que se desencantan con mayor facilidad”. Podemos y Vox notarán más el impacto de quienes decidan quedarse en casa.