- Los independentistas destacan la tranquilidad de la jornadaApoderados llegados desde otros puntos de España representan a los partidos constitucionalistas
- Los independentistas destacan la tranquilidad de la jornada
Eric no ha votado nunca. Mira con interés las papeletas expuestas en una mesa del colegio CEIP Taialá de Girona, en el barrio de Germans Sàbat y confiesa que "no sabe muy bien cómo funciona el sistema de votación". Aunque tiene claro a quién va a votar. Ha sido su madre quien le ha terminado convenciendo para a acercarse a las urnas, "porque la ocasión lo merece".
En este barrio, las banderas españolas ganan a las esteladas y la apoderada que fuma en la puerta no habla catalán. Marta (nombre ficticio) ha llegado esta mañana desde Vitoria y lleva colgada una acreditación del Partido Popular. En el interior, otra apoderada, esta vez de Junts Per Catalunya, asegura que apoderados de otros puntos del territorio español han llegado en autobús a la puerta del colegio. "En el País Vasco ya sabemos lo que es esto", comenta Marta sobre el independentismo. Esta, dice, es la razón por la que ha decidido pasar el 21-D como apoderada en Girona.
Montse vuelve a uno de los colegios electorales que se convirtió en protagonista el 1 de octubre por la violencia policial. Esta vez la acompaña su hija, menor y concienzudamente vestida de amarillo y con un lazo en la solapa. En el mismo colegio, el Col·legi Verd en pleno centro de Girona, se encuentra José Miguel Soler (y continúa con una retahíla de apellidos catalanes como si de una película se tratase).
Él es apoderado de Ciudadanos y ha llegado esta mañana desde Madrid, ciudad donde reside y donde ha formado una familia. Ella es vecina del barrio y escuchó los gritos y golpes del 1-O desde el balcón de su casa. Ambos coinciden en algo: "La gente se ha animado más a votar".
Una señora se acerca a José Miguel para explicarle que en una mesa electoral le han puesto pegas para votar por llevar una bandera española y él no duda en acercarse al presidente de la mesa, reglamento en mano, para recordarle que "señeras, banderas españolas o lazos amarillos" no son impedimento para depositar el voto. ¿Y esteladas? "Bueno, ese es otro tema, pero se hace la vista gorda y no pasa nada".
En Bescanó, un pueblo de la provincia de Girona de 5.000 habitantes, los lazos amarillos decoran los bolardos a lo largo de la calle principal. En el colegio electoral confirman la tónica de estas elecciones y es que a las 15 horas más de la mitad del censo ya había acudido a las urnas. No hay apoderados de PP, Cs, PSC o En Común-Podem, solo los independentistas lucen sus acreditaciones en los pasillos y en la sala de votación.
Brayan y Albert aprovechan la hora de la comida para acudir a las urnas. También lo hicieron el 1-O, "aunque el ambiente no tiene nada que ver". Ambos comentan que el día del referéndum ilegal, la gente votaba y se quedaba alrededor del colegio. Marc (nombre ficticio) es apoderado de la lista que lidera el presidente cesado Carles Puigdemont y explica con una sonrisa irónica que "se está más tranquilo cuando sabes que no va a venir nadie con una porra".
Girona ha madrugado antes de ir a trabajar para "devolver la normalidad" a través de unas elecciones "diferentes pero tranquilas". En los colegios ha reinado el color amarillo, pero habrá que esperar a que finalice el recuento para ver qué colores son los que han metido los catalanes en los sobres.