Rara vez analistas y autoridades se ponen de acuerdo en la dificultad de un acuerdo político. Y cuando pasa no barrunta nada bueno. Este es el ánimo con el que se encara la cumbre de la Unión Europea (UE) del 17 y 18 de julio en la que los líderes políticos han de lograr una postura de consenso sobre el Fondo de Recuperación tras la crisis de la pandemia y pactar el presupuesto plurianual del bloque comunitario. Pero la tarea se antoja titánica dadas las posturas iniciales de varios países, que no pueden estar más en las antípodas en cuanto a tamaño, distribución, urgencia y condiciones de las ayudas.
Tras los titubeos de las primeras etapas de la peor recesión económica tras la II Guerra Mundial, la UE ha aumentado el ritmo de su intervenciones. Aparcó las normas del bloque en cuanto a presupuestos y ayudas a los estados, al tiempo que facilitó a los países miembros y las empresas acceder a préstamos baratos a largo plazo. Pero ahora se trata de ir más allá de la primera oleada de respuesta de 540.000 millones de euros entre el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) -el fondo de rescate-, el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y un fondo temporal contra el paro. Y el paso que se debe dar es complejo y no tiene precedentes, por lo que ha dividido al bloque entre quienes apelan a la solidaridad paneuropea y las naciones que se resisten a rescatar a fondo perdido a países altamente endeudados, como es el caso de España.
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Todo irá bien para España sea cual sea el reparto del Fondo de la UE, según expertosEl punto de partida y los bandos son de sobras conocidos a estas alturas. Y la fricción es tal, pese a las intensas negociaciones bilaterales impulsadas por España e Italia de las últimas jornadas, que la mayoría de casas de análisis dan por sentado que este fin de semana será “muy improbable”, diseñar el plan “su condicionalidad y gobernanza”, apuntan los expertos de Berenberg. “Dependiendo de cuánto avancen los líderes de la UE en los temas más polémicos, podrían llegar a un acuerdo en otra cumbre especial a fines de julio / principios de agosto, con algunos detalles que se resolverán después de las vacaciones de verano -en la cumbre de mediados de octubre-”, prevén desde la entidad germana.
CONDICIONALIDAD Y GOBERNANZA
Tras la propuesta franco-alemana de un Fondo de Recuperación financiado con deuda, la Comisión Europea se hizo suya la idea de ayudas por valor de 750.000 millones de euros, con un reparto de 500.000 millones en forma de subvenciones y 250.000 como préstamos. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, refrendó este plan, que encuentra una rotunda negativa entre los países llamados los ‘cuatro frugales’. -Holanda, Austria, Suecia y Dinamarca-. Las naciones más beneficiadas por estas medidas serían Italia y España, los más afectados por la pandemia y que tienen más dificultades de superar la crisis por sí mismas, pero su alto nivel de endeudamiento y la falta de planes reformistas hacen dudar a los ‘frugales’ de cómo se emplearán los fondos.
A pesar de que Francia y Alemania respaldan, con algunas condiciones, que el diseño final del paquete de estímulos europeos se aproxime al máximo a su proposición inicial y que la mayor parte del dinero sea mediante transferencias, Holanda y el resto de regiones del norte presionarán para que haya requisitos severos, principalmente a los gobiernos español e italiano.
Insisten especialmente en que el dinero fluya a los estados miembros que lo necesitan solo bajo la siguiente condición: si lo utilizan para inversiones públicas que mejoren el crecimiento, a la par que se promulgan reformas estructurales. “La agenda de inversión y reforma, especialmente de Italia, debe ser más ambiciosa para aumentar el crecimiento de la productividad e incrementar significativamente las ganancias laborales”, indican desde Berenberg.
En segundo lugar, los países reticentes, en especial Holanda, han endurecido su postura en cuanto a la gobernanza. Exigen que el Consejo de la Unión Europea (UE) decida por unanimidad si se destinan fondos a un país, lo que daría a los Países Bajos y a todos los demás miembros un veto por cada desembolso. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha opuesto explícitamente a que pueda haber vetos y, en cambio, se alinea con Alemania en que la decisión se adopte mediante una mayoría cualificada -que el 55% de los países de la UE vote a favor y que estos representen al menos el 65% de la población total de la UE-.
Holanda, cuyo primer ministro Mark Rutte ha declarado que se dirige a la cumbre con ánimo “sombrío”, no cederá en este punto ya que “quiere asegurarse de que solo aquellos países que realmente serán dueños de sus agendas de inversión y reforma reciban dinero”, explican los expertos de la entidad germana. En cambio, prevén que flexibilice su postura en cuanto a las condiciones.
EL PRESUPUESTO DE LA UE
El fondo no es el único aspecto bajo discusión en la cumbre. El cónclave de los Veintisiete también servirá para negociar el presupuesto plurianual del bloque comunitario (2021-2027) y los analistas de BNY Mellon aventuran que Michel “usará este as en la manga para atraer a los frugales hacia un compromiso”. En concreto, tal como anunció la semana pasada, mantendrá los reembolsos a aquellas economías que más contribuyen y ofrecerá una reducción del presupuesto hasta 1,07 billones de euros. “Incluso podría proponer que aportaran menos”, matizan por su parte desde Berenberg.
Otras bazas que se guardan el eje franco-alemán y los países del sur son amenazar a Holanda con acelerar la armonización fiscal de la UE, lo que acabaría con el régimen especial de los Países Bajos. En última instancia, tal como ha subrayado Sánchez esta semana, también insistirán en que una recuperación a dos velocidades perjudicará el mercado interno del bloque y el proyecto de su integración total. Por el contrario, un plan de ayudas solidario, “contribuirá a largo plazo en el proyecto político comunitario y a convertirse en una unión fiscal completa, con emisión de deuda conjunta, paneuropea”, enfatizan en BNY Mellon. Las repercusiones en los mercados serán inmediatas, con impulso para el euro y menor tensión en los bonos, con la consiguiente caída de las primas de riesgo.