El anuncio de una nueva ofensiva comercial desde la Casa Blanca este miércoles tuvo algo especial. Tuvo forma de órdago. Donald Trump anunció su intención de gravar importaciones chinas por valor de 200.000 millones de dólares como respuesta al contraataque que la Administración de Xi Jinping ejecutó el viernes. Sin embargo, esta vez será complicado que el republicano encuentre una contestación equivalente. El gigante asiático no importa bienes por un valor tan alto a los que pueda imponer aranceles, por lo que la única resolución a esta última escalada de las tensiones pasa por el diálogo y el entendimiento entre ambas potencias.
China no puede igualar la mano estadounidense y Trump no parece que vaya a dudar en recrudecer más sus condiciones. La esperanza china se basa de nuevo en conseguir potenciar su demanda interna hasta que amaine la tormenta y pueda negociar bajo unas circustancias más ventajosas. Los miembros del Congreso de EEUU ya han comenzado a advertir al presidente de que esta avalancha de medidas proteccionistas tendrá un impacto entre los consumidores y del daño que sufrirán los agricultores y productores fruto de represalias en el extranjero. Con el horizonte de unas elecciones intermedias en noviembre, el republicano no puede permitirse el lujo de perder apoyos en sendas cámaras.
"El anuncio de esta noche me parece imprudente y no tiene un enfoque específico", afirmó Orrin Hatch, presidente de la Comisión de Finanzas del Senado en un comunicado. "No podemos hacer la vista gorda ante las prácticas comerciales de China pero esta medida no garantiza la salud y prosperidad a largo plazo de la economía estadounidense", añadió.
China ha demostrado en los últimos meses una clara intención de reducir su proteccionismo y alcanzar una economía más abierta. De hecho, episodios como el levantamiento de las restricciones a la inversión extranjera es un claro ejemplo de ello. Sin embargo, el punto de desacuerdo seguirá girando en torno al sector tecnológico. La Casa Blanca considera injustas las prácticas industriales chinas para optimizar su cadena de valor y alcanzar el liderato en sectores avanzados como el de la inteligencia artificial, la robótica y energías renovables que se presentan imprescindibles para asegurar el alto grado de expansión económica que la región necesita en el futuro.
LA BANDERA BLANCA ES CASI INALCANZABLE
Tras la imposición del nuevo paquete de aranceles, China no ha profundizado en cuál será su respuesta a esta nueva ronda. Por lo pronto, la política macroeconómica del Banco Central de la República se posiciona en favorecer la fortaleza de su demanda interna ante posibles 'vacas flacas'. Además, tras la persecución pública de Trump a la tecnológica china ZTE, parece que el Gobierno de Xi Jinping confíe cada vez más en convertirse tecnológicamente independiente de EEUU, incluyendo en sectores con tradicional influencia norteamericana como en la fabricación de semiconductores.
"Creemos que China iniciará el diálogo con Estados Unidos", aseguran los expertos de Oxford Economics. "La posición del Gobierno de Trump frente a la industria y al sector tecnológico chino es compartida ampliamente en el país y en Europa. No obstante la forma en la que el presidente se está enfrentando a la región asiática resulta controvertida e inapropiada para muchos de los países occidentales", añaden. Sentimiento que podría favorecer una relajación de las tensiones y unas condiciones de negociación más ventajosas para China en el futuro. "Tales negociaciones no acabarán con el conflicto comercial inmediatamente, pero al menos reducirán las posibilidades de una futura escalada", afirman desde la consultora británica.