Bajar la inflación hasta el objetivo del 2% sigue siendo el principal objetivo de los bancos centrales, y por eso llevan tiempo inmersos en un endurecimiento monetario que aún no ha acabado, a la luz de lo elevados que siguen los precios, aunque poco a poco van remitiendo. La previsión es que la inflación volverá a la tan deseada cota del 2% gracias a las subidas de los tipos de interés, y lo hará antes o después, dependiendo de si hablamos de EEUU o Europa, aunque desde Nomura avisan: hay "riesgos" de que los precios se sitúen por encima del objetivo a medio y largo plazo.
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Lagarde (BCE) insiste en que su "prioridad principal" es devolver la inflación al 2%Aunque los expertos del banco japonés reconocen que ese no es su escenario base, por ahora, creen que es adecuado que los inversores tengan en cuenta lo que puede ocurrir en un horizonte algo más lejano. "A medio plazo, es posible que los mercados laborales se mantengan lo suficientemente tensos y que las expectativas de inflación sean obstinadamente elevadas", comentan.
Sin embargo, es el largo plazo el que de verdad debe poner alerta a los mercados. Y es que consideran que hay tres razones que harán que "alcanzar el 2% de inflación sea cada vez más difícil". ¿Cuáles? Pues la transición climática, los retos demográficos y la desglobalización. "En lugar de entrar en un mundo de inflación permanentemente más alta, creemos que que es más probable que entremos en un mundo de tipos de interés permanentemente más altos y menor crecimiento a largo plazo", explican los analistas de Nomura en uno de sus más recientes informes.
Volviendo a la inflación, señalan que en los próximos 3-10 años "hay varios factores que pueden hacer que el objetivo del 2% sea cada vez más difícil de alcanzar", y los analizan uno por uno:
1. PRESIÓN PARA CUMPLIR LOS OBJETIVOS MEDIOAMBIENTALES
Los gobiernos de todo el mundo reconocen que es necesario hacer más para cumplir sus ambiciosos objetivos climáticos. Sin embargo, remarca Nomura, "esto tendrá un coste". En su opinión, "es probable que la transición ecológica aumente las presiones inflacionistas, lo que dificultará a los bancos centrales volver a situar la inflación en el 2%" por las siguientes razones:
-El aumento de la inversión en tecnologías verdes podría ejercer una presión cada vez mayor sobre los limitados suministros de minerales. Y es que las tecnologías verdes "son mucho más intensivas en minerales que los métodos tradicionales de generación de energía, sobre todo en el cobre, el zinc, el silicio y el cromo. Estos expertos remarcan que "en la medida en que la oferta de estos minerales es relativamente inelástica, el aumento de la demanda puede hacer subir sustancialmente los costes globales".
-Promover el uso de formas "más verdes" de producción de energía aumentará probablemente los costes de producción para las empresas. "Si las tecnologías verdes fueran fuentes de energía más baratas, las empresas pasarían a utilizarlas sin la intervención de los gobiernos". Esto, dice Nomura, sugiere que "podrían ser fuentes de energía más costosas (o al menos tener grandes costes de implantación)".
-Los impuestos sobre el carbono aumentarían probablemente los costes de la energía en toda la economía. "Esa es la intención de los responsables políticos: encarecer las fuentes tradicionales de energía tradicionales para fomentar la transición a alternativas más ecológicas", destacan los analistas del banco nipón.
-La transición ecológica será costosa y la recaudación fiscal deberá seguir el ritmo. Si la recaudación de impuestos no va acorde al incremento del gasto, habrá un impacto fiscal expansivo que podría aumentar la demanda económica en relación con la oferta y, por tanto, la inflación.
-Los bancos centrales y los gobiernos pueden verse sometidos a una mayor presión para mantener una política monetaria acomodaticia. Por ejemplo, comenta Nomura, "relajando sus objetivos de inflación", para lograr que la inversión en tecnologías verdes sea más "asequible".
La posible inflación verde es un riesgo que ya han señalado los bancos centrales, recuerdan estos estrategas, que se hacen eco de las palabras de Isabel Schnabel, del Banco Central Europeo (BCE), que ha dicho que "a medida que construimos una economía más sostenible, nos enfrentamos a una nueva era de inflación energética", aunque en su opinión la política monetaria no debe quitar el ojo de la pelota de la inflación.
Por último, Nomura apunta que la ecologización de la economía puede presentar un "problema de precios relativos". Y es que en lugar de elevar todos los precios de la economía, tiene un efecto más fuerte en determinados sectores. Por eso, "volver a situar la inflación global en el 2% significaría compensar la inflación verde con una inflación inferior al 2% en todos los demás sectores".
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La segunda de las razones que arguyen los analistas de la entidad japonesa es el envejecimiento de la población, que tiene efectos negativos tanto en la demanda como en la oferta. Según explican, "el efecto global sobre la inflación depende de cuál de estos efectos predomine".
Los retos demográficos se dejarán sentir, sobre todo, en los países desarrollados, y en Europa "los problemas serán especialmente agudos en las economías del sur de Europa (España e Italia), mientras que el impacto de la demografía en la economía estadounidense puede ser menos grave". En cualquier caso, hay que distinguir si los efectos pesan más sobre la demanda o sobre la oferta.
Así, las repercusiones de una mayor tasa de dependencia en la demanda son:
-La teoría dice que las personas se endeudan cuando son estudiantes/trabajadores jóvenes y reducen gradualmente estas obligaciones, llegando a acumular grandes ahorros para financiar la jubilación. "Un descenso de la población joven implica que hay menos prestatarios en la economía en relación con los ahorradores, lo que puede ser negativo para el consumo agregado. Además, si las personas prevén una jubilación más larga, es probable que ahorren más y gasten menos mientras siguen trabajando para tener una pensión mayor". Y un aumento de la proporción de personas mayores se traducirá en un "mayor desahorro", lo que puede ser inflacionista.
-A medida que aumenta la proporción de personas mayores, aumenta su poder político, por lo que pueden configurar la política de forma que les favorezca. "Las personas mayores suelen preferir una inflación más baja porque son en su mayoría acreedores, mientras que los jóvenes son en su mayoría deudores y, por tanto, favorecen una inflación más alta (al menos en términos relativos)". Por tanto, destaca Nomura, "el envejecimiento de la población puede suponer una mayor presión sobre los gobiernos e indirectamente sobre los bancos centrales para mantener la inflación en el 2%".
-Las implicaciones fiscales del envejecimiento de la población podrían ser desinflacionistas. "Resulta muy costoso mantener a una gran parte de la población en los regímenes públicos de pensiones, sobre todo si cada persona se jubila por término medio más tiempo. Esto sugiere que será necesaria una mayor presión fiscal sobre la población en edad de trabajar, lo que deprimirá el consumo".
Y las repercusiones sobre la oferta:
-La oferta de mano de obra se reducirá si los trabajadores abandonan la población activa por enfermedad o jubilación a un ritmo más rápido que el de la incorporación de nuevos trabajadores. Estos expertos dicen que "una menor oferta de mano de obra limita la producción potencial de una economía y, por tanto, aumenta los costes laborales, que muy probablemente tendrán que repercutirse en el consumidor en forma de precios más altos".
-Por otro lado, el banco nipón habla de China, que ha disfrutado de un elevado crecimiento sin inflación en parte debido a un auge demográfico entre 1963 y 1973, lo que hizo que la tasa de dependencia cayera. "Al inundar el mercado laboral excedente de mano de obra, China pudo impulsar el crecimiento sin provocar inflación", destacan estos expertos, que sin embargo creen que la actual política del hijo único "invertirá esta tendencia en los próximos años", lo que elevará la tasa de dependencia y provocará un descenso de la población.
"Creemos que los factores relacionados con la oferta serán más importantes en los próximos años", destacan estos analistas.
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En último lugar, desde Nomura recuerdan que la última década se ha caracterizado por "repetidos vientos en contra de la globalización", mencionando el Brexit, Donald Trump, la guerra entre Rusia y Ucrania, el Covid-19, la crisis de la cadena de suministro y la Ley de Reducción de la Inflación de EEUU, por ejemplo. "El ritmo de la globalización parece haberse ralentizado desde la crisis financiera de 2008, pero ahora corremos el riesgo de entrar en una era de desglobalización que podría sumarse a las fuerzas inflacionistas", dicen los expertos del banco.
Concretamente, comentan que la pandemia ha puesto de manifiesto el riesgo de depender en exceso de las cadenas de suministro mundiales, y ahora las empresas "pueden ser cada vez más reacias a deslocalizar ciertas actividades o a importar materias primas clave" en un intento de protegerse de una repetición de la crisis de la cadena de suministro.
También explican que aunque Trump ya no está en la Casa Blanca, pero alguna de sus ideas perduran. Así, recuerdan que Joe Biden no ha acabado con los aranceles de su predecesor, y ha lanzado una Ley de Reducción de la Inflación que pretende que EEUU dependa menos de las importaciones chinas, impulsando a las empresas estadounidenses.
Además, las tensiones geopolíticas "están creando un entorno comercial internacional más sancionador". Por eso afirman que "todos estos factores sugieren que, aunque puede que no haya un rechazo total a la globalización, existe una creciente reticencia a aceptar una globalización sin trabas".
¿Y eso cómo influye en la inflación? Los estrategas de Nomura recuerdan que parte de la explicación de la inflación relativamente baja en el mundo desarrollado desde la década de 1990 es el hecho de que "el abaratamiento de las importaciones limitó de hecho los precios en Occidente. "Siguiendo la misma lógica, la desglobalización debería crear un entorno menos competitivo y, por tanto, permitir a los productores subir sus precios", dicen. Y también ven probable que los precios más altos de las importaciones "aumenten el coste de producción de las empresas nacionales y, por tanto, se traduzcan en una inflación impulsada por los costes".