La agencia de calificación crediticia S&P Global Ratings ha revisado dos décimas al alza su previsión de crecimiento para la economía española en 2019, de forma que ahora espera que el PIB de España aumente un 2,3%. Además, asigna a la deuda española a largo plazo una nota de solvencia 'A-' con perspectiva positiva.
No obstante, de cara a los próximos ejercicios S&P mantiene su previsión de un crecimiento del PIB español en el 1,9% para 2020 y en el 1,7% para 2021. Por su parte, para 2022 estima que la expansión de la economía será del 1,5%.
La revisión al alza que ha hecho la agencia de calificación para este año tiene también su reflejo en una mejor previsión sobre la evolución del desempleo, ya que S&P espera que la tasa de paro se sitúe este año en el 13,8%, dos décimas por debajo de su anterior pronóstico, mientras que sigue anticipando que en 2020 será del 13%. Sin embargo, para 2021 ahora prevé un nivel de desempleo del 12,3%, frente al anterior 12%.
De este modo, España seguirá creciendo por encima de la media de la zona euro, para la que la agencia anticipa un ritmo de expansión del 1,1% en 2019 y del 1,3% en cada uno de los tres años siguientes. Hay que recordar que el pasado mes de marzo la agencia proyectaba un crecimiento de la zona euro del 1,4% para 2020 y 2021.
La rebaja de expectativas de crecimiento para la zona euro refleja en gran medida el empeoramiento de las previsiones de S&P respecto de la economía alemana, puesto que, a pesar de revisar una décima al alza su pronóstico para 2019, hasta el 0,6%, ha recortado dos décimas el de 2020, hasta el 1,1%, mientras ha confirmado en el 1,2% el de 2021.
En el caso de Italia, la calificadora de riesgos mantiene su previsión de crecimiento del 0,1% en 2019, aunque empeora una décima el de 2020, hasta el 0,5%, mejorando en igual proporción el de 2021, hasta el 0,7%, y en dos décimas el de 2022, hasta el 0,8%.
En su análisis, S&P advierte de que el mayor grado de apertura de su economía respecto de EEUU y la apuesta por las exportaciones en contraste con el estímulo en los últimos años del consumo privado en China hacen más vulnerable a la eurozona ante una ralentización del comercio como consecuencia de su mayor integración en las cadenas globales e valor.
En este sentido, la agencia señala que la debilidad en la industria y el sector exterior puede acabar traduciéndose en un debilitamiento de la demanda interna y en un recorte de inversiones y empleo en las empresas exportadoras.