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TRISTAN STEDMAN - Archivo

La transición ecológica es necesaria, pero tendrá un precio. Según la gestora Schroders, es “probable” que la descarbonización de las economías genere una tendencia muy inflacionista “al menos” durante la próxima década.

“Esto se debe a que el coste actual de las emisiones es demasiado bajo, ya que el precio medio mundial del carbono se sitúa en torno a los 6 dólares por tonelada de dióxido de carbono (tCO2), muy por debajo del nivel de 200 dólares/tCO2 necesario para 2030 para incentivar el cambio a cero neto y cumplir el objetivo de 1,5 grados centígrados de París”, explica Irene Lauro, economista medioambiental de Schroders.

Dado la firma radicada en Reino Unido destacan que, debido al actual uso masivo de combustibles fósiles para la producción de energía, es probable que el aumento de los precios del carbono tenga un gran impacto en los precios de la energía y la electricidad, especialmente en las primeras fases de la transición energética.

“Con una mayor adopción de los impuestos sobre el carbono, las presiones inflacionistas aumentarán globalmente en todos nuestros escenarios frente a las medidas existentes”, ha añadido Lauro.

La experta de Schroders cree que, a medida que los países descarbonizan su producción energética y se alejan de los productos gravados, la inflación empezará a descender en 2030 en una transición ordenada, volviendo a su nivel de referencia en 2050.

“La inflación en el escenario Cero Neto con Innovación volverá más rápidamente a su nivel de referencia debido a una mayor productividad y a una tarificación del carbono menos severa. Mientras tanto, en la transición retardada, la inflación empezará a subir a partir de 2030 y se mantendrá por encima de la línea de base a largo plazo debido a los continuos aumentos de la política fiscal. Por ello, una transición desordenada será más inflacionista que un paso gradual a cero neto”, relata.

Por otro lado, Lauro advierte que retrasar la transición provocará una mayor inflación que en otros escenarios. Así, el mundo acabaría aplicando “políticas más estrictas” a partir de 2040, “ya que se necesita un incentivo más fuerte para limitar el calentamiento global por debajo de 2 °C, lo que pone de relieve los riesgos asociados a la falta de actuación rápida de los gobiernos”.

Sin embargo, el impacto en la subida de precios no será homogéneo en todos los países. Así, Lauro destaca que Rusia y Sudáfrica pueden sufrir las mayores presiones inflacionistas, mientras que el repunte será “más modesto” en Europa y Reino Unido.

ENCARECIMIENTO DE PRODUCTOS MINERALES

Asimismo, la adopción de energías limpias también se encarecerá por la gran cantidad de minerales que consumen. Por ejemplo, una planta eólica marina requiere unas 13 veces más recursos minerales que una planta de gas, mientras que un vehículo eléctrico requiere seis veces más que uno convencional. De hecho, l FMI ha comparado la oferta y la demanda de metales previstas para los próximos 30 años, suponiendo que se alcancen las emisiones cero netas de gases de efecto invernadero, y ha detectado una escasez de oferta de más del 50% para el grafito, el cobalto, el níquel y el litio

“La demanda de minerales y metales clave se disparará en las próximas dos décadas y la oferta no podrá satisfacerla. Este desequilibrio entre la oferta y la demanda provocará un aumento de los precios de estos metales clave y pone de manifiesto las vulnerabilidades para acceder a ellos. Son, en parte, estas vulnerabilidades las que están impulsando a los gobiernos occidentales a intervenir directamente para aumentar las capacidades de fabricación de tecnologías verdes”, apunta Lauro.

NUEVA TARIFICACIÓN DEL CARBONO

Por otra parte, las grandes desigualdades existentes entre los precios del carbono en los distintos países están suscitando interés por los impuestos fronterizos sobre el carbono, debido a la preocupación que suscitan las llamadas “fugas de carbono”. Una fuga de carbono se produce cuando los controles nacionales de emisiones incentivan el traslado de la producción intensiva en carbono a países menos regulados.

La UE lidera esta iniciativa con el Mecanismo de Ajuste de las Emisiones de Carbono en la Frontera (CBAM, por sus siglas en inglés). A finales del año pasado, los miembros del Parlamento Europeo llegaron a un acuerdo con los gobiernos de la UE para reducir el riesgo de fuga de carbono. El CBAM es el primer impuesto del mundo que grava el contenido de carbono de los productos importados y está llamado a convertirse en un pilar fundamental de la política climática europea.

“Se ha diseñado específicamente para garantizar que los esfuerzos de la UE por reducir las emisiones no se vean contrarrestados por un aumento de las emisiones fuera de sus fronteras debido a la deslocalización de la producción a países donde los precios del carbono son inferiores a los de la UE”, recalca Lauro.

La CBAM se aplicará inicialmente solo a las industrias intensivas en carbono, entre las que se incluyen la siderurgia, los fertilizantes, el aluminio, la producción de electricidad y el cemento. Comenzará a aplicarse a partir del 1 de octubre de 2023, pero con un periodo de transición en el que las obligaciones del importador se limitarán únicamente a la presentación de informes. A partir de 2026, los importadores tendrán que comprar certificados CBAM basados en el contenido de emisiones del volumen de mercancías que introduzcan.

Según el análisis de Schroders, las repercusiones de la CBAM se concentrarán en torno a un pequeño número de socios comerciales de la UE. En concreto, Rusia y China se verán “probablemente” muy afectadas por la introducción de la CBAM debido a sus grandes exportaciones de hierro, acero y aluminio.

“India y China se han opuesto al CBAM de la UE, mermando las esperanzas de que obligue a sus responsables políticos a hablar de establecer un precio del carbono en estos países. Tachan el mecanismo de proteccionismo encubierto”, ha recordado Lauro, quien cree que los esfuerzos multilaterales para liderar la descarbonización de la economía mundial, como los CBAM, “se pondrán a prueba en un nuevo orden mundial”.

“Las CBAM tendrán importantes implicaciones para el comercio internacional, con el potencial de animar a los socios comerciales a descarbonizar sus procesos de producción. Es probable que obligue a los responsables políticos a hablar de establecer un precio del carbono en países donde actualmente no existe un mecanismo de fijación de precios para las emisiones nacionales, como en Estados Unidos. También podría incentivar a otros países a introducir sus propios impuestos fronterizos sobre el carbono. Canadá y Reino Unido, por ejemplo, han empezado a planteárselo”, ha concluido.

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