La guerra en Ucrania ha oscurecido las perspectivas económicas europeas. Las estimaciones de inflación y crecimiento se quedan anticuadas y los analistas de las grandes entidades renuevan sus previsiones. Coinciden en vaticinar un mayor encarecimiento de los precios y un menor Producto Interior Bruto (PIB). Incluso llegan a pedir un 'Next Generation 2.0' y avisan de que la lentitud de la respuesta por parte de los gobiernos europeos puede acaba transformando el 'shock' en cicatrices persistentes y hasta permanentes.
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La eurozona sorprende: su economía es más resiliente a la guerra de Ucrania de lo creídoVienen nuevas previsiones. Bank of America cree que la inflación de la eurozona llegará hasta el 6,5% este año, con el dato de marzo en el 7,5% interanual, y que se situará en el 2,4% para 2023, aunque volverá a ser inferior al 2% a finales del próximo año. "Aunque la magnitud de la subida de la inflación y de la bajada del PIB es incierta", avisa.
Barclays, por su parte, pronostica que la inflación de la zona euro cerrará en el 7% en marzo, impulsada por otro fuerte aumento en los precios de la energía. Mientras, Morgan Stanley espera que acabe en el 5,3% en 2022 y manejan unas cifras de PIB con un crecimiento para el presente ejercicio del 3% y del 2,3% el próximo.
"Los responsables políticos se enfrentan a un coste a corto plazo y a la necesidad de cambiar estructuralmente a Europa más allá de lo que el Fondo Next Generation podría aportar. En consecuencia, los líderes europeos deberían poner un límite mínimo al impuesto externo sobre la renta, en particular a los más vulnerables, y trabajar conjuntamente para abordar estos problemas a largo plazo. Esto requiere un Next Generation 2.0 o, al menos, una emisión conjunta a muy largo plazo canalizada a los países individuales a través de bonos a muy largo plazo", señalan en Bank of America.
Ven necesario una respuesta política que Europa sigue retrasando, "tal vez con la esperanza de que esta crisis desaparezca, de que los mercados no reaccionen o de que las economías sean capaces de soportarlo mucho mejor de lo que acaban haciéndolo".
Reconocen que los gobiernos están comenzando a presentar medidas fiscales, pero "actualmente son bastante tímidas en comparación con el impacto de los precios que se sigue acumulando". Aseguran que siguen confiando en que "se tomarán las decisiones políticas correctas, al menos en el aspecto fiscal", pero advierten de que "cuanto mayor sea la demora, mayor será el riesgo de cicatrices económicas más persistentes y posiblemente (más) permanentes".
MAYOR RIESGO PARA LAS PERSPECTIVAS DE INFLACIÓN A CORTO PLAZO
La inflación en la eurozona ya estaba muy alta antes de que comenzara la guerra en Ucrania. Un fuerte repunte económico, respaldado por un amplio apoyo fiscal y monetario, amplió el caldo de cultivo fértil para una transmisión más duradera de los precios a los consumidores, explican desde ING, que creen que el conflicto ahora se suma a estas presiones, tanto en términos del nivel de inflación como de su duración, con los precios de la energía y las materias primas disparándose desde enero y las cadenas de suministro interrumpidas una vez más.
"Estas viejas y nuevas presiones inflacionarias también han aumentado el riesgo de que se materialicen más efectos secundarios a corto plazo. A medio plazo, el impacto de la guerra sobre la inflación será más complicado: es probable que los precios de la energía y las materias primas se mantengan altos, ya que las sanciones y las tensiones comerciales probablemente se mantendrán más allá del final de la guerra, pero es probable que la reducción de la demanda debido a un crecimiento más lento y la caída del poder adquisitivo sea desinflacionaria", afirman.
De viento a favor a viento en contra. Así es como definen la situación en Morgan Stanley. Como detallan, el fuerte consumo ha sido un factor clave de la recuperación económica de la zona euro hasta la fecha, pero ahora se enfrenta a vientos en contra, ya que los ingresos se ven reducidos por el aumento de la inflación.
"La escalada del conflicto de Ucrania ha obligado a aumentar las facturas de servicios públicos a través de precios más altos del petróleo y el gas, y también esperamos una mayor inflación de los precios de los alimentos, con presión adicional a través de interrupciones en la cadena de suministro. Esto deja menos dinero para otros gastos y, junto con una fuerte caída en la confianza del consumidor, nos lleva a esperar una perspectiva más débil para el consumidor", dicen.
Destacan que el crecimiento de los salarios en la zona euro se ha mantenido muy modesto hasta ahora y, a la luz de la mayor incertidumbre macroeconómica junto con el aumento de la inflación, 2022 apunta a un crecimiento de la renta real profundamente negativo. "Sin embargo, esto debería revertirse el próximo año, ya que la dinámica salarial sigue siendo sólida, impulsada por un mercado laboral persistentemente fuerte, y la inflación se reduce". Y aunque el impacto en el consumo se ve mitigado por los ahorros acumulados durante la pandemia, estos difieren significativamente entre países y existe una incertidumbre significativa sobre la disposición a corto plazo de los consumidores a utilizar estos ahorros.