Se caba la era Draghi, empieza la de Lagarde. Cambio de nombres al frente del Banco Central Europeo (BCE) este 1 de noviembre, pero exactamente la misma política ultra-flexible. Analistas e inversores se ponen de acuerdo en que Christine Lagarde tiene nulo o escaso poder de maniobra después de que su predecesor, Mario Draghi, dejara el curso fijado para los próximos meses. “Nada va a cambiar” en un banco central con el piloto automático puesto bajo la batuta de la expresidenta del Fondo Monetario Internacional (FMI).
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La era Draghi en cuatro gráficos: prima de riesgo, empleo, inflación...Las últimas directrices dadas por el italiano aseguran un aterrizaje cómodo a la exministra de Finanzas gala que dispondrá de un tiempo para asentarse y “escuchar todas las voces del sistema bancario central”, señala Stefan Hofrichter, economista jefe de Allianz GI. “Todo va a seguir igual en cuanto a tipos de interés”, asegura también Thomas Meier, gestor de fondos en MainFirst Asset Management, quien aconseja a los inversores que se preparen para un largo período de tiempo de tasas bajas, “a la japonesa”. Anticipa que estas condiciones se prolonguen toda una década “hasta 2030”.
El banco central que hereda la francesa está “condenado a mantener los estímulos”, apostilla Hofrichter, ya que el mercado se ha vuelto extremadamente dependiente de ellos, a falta de otras medidas como una política fiscal conjunta para la eurozona. Por este motivo, el experto señala que el BCE está “igualmente condenado si los retira”.
El analista de Alianz GI también pide al mercado que confíe el Lagarde, ya que se ha cuestionado su capacidad por no ser una economista reputada. “Es más importante que el resto de miembros del Consejo de Gobierno del organismo sean banqueros centrales de sobrada credibilidad”, opina este experto. “No es necesario que sea una economista”, enfatiza Holger Schmieding, analista de Berenberg.
El momento actual no requiere de un liderazgo sin consenso en el banco central, por lo que las decisiones pueden prepararse y debatirse por más tiempo en base a un análisis económico en profundidad, en el que participe todo el organismo. “Lagarde puede recurrir a su economista jefe Philip Lane, a la miembro entrante de la junta Isabel Schnabel, así como a la experiencia de otros miembros del Consejo y empleados del BCE”, argumenta este analista. Además, “no querrá repetir el último acto de Draghi, agrandó las divisiones dentro del BCE en una medida hasta ahora inigualable”.
EL MANDATO DE LAGARDE
Durante la ceremonia de traspaso de poderes entre los dos banqueros centrales del pasado 28 de octubre, Lagarde dejó claro que, al igual que su antecesor, está dispuesta a echar mano de nuevas e imaginativas fórmulas para sacar adelante la política de la entidad. “La gestión que se hacía desde los bancos centrales hace dos décadas puede demostrarse obsoleta hoy día”, declaró.
En particular, destacó cómo Draghi había entendido la "dinámica desestabilizadora, las profecías negativas autocumplidas y el círculo vicioso" que estaban interrumpiendo la zona euro durante la crisis. Como ex jefa del FMI, Lagarde tiene una experiencia casi inigualable en el manejo de crisis. En el caso improbable de una grave situación de este estilo en el futuro, no dudaría mucho antes de dar una respuesta contundente. En este sentido, “cabe esperar que sea tan proactiva y decisiva como Draghi”, apunta Schmieding.
Por el momento, Lagarde ya ha dejado claro que cree que es necesaria una política monetaria flexible para el futuro previsible. Además, Draghi, cuyo mandato de ocho años en el BCE nunca ha aumentado los tipos de interés, dejó un regalo especial para su sucesora: en la última reunión del BCE, el organismo confirmó que reanudaría sus compras de bonos a partir de noviembre, una decisión que causó una profunda división en el seno del organismo, por lo que la banquera central lo tendrá fácil para esgrimir un tono más conciliador.
Pero los expertos no esperan que sea complaciente con los socios del euro y no se detendrá a la hora de defender las reformas favorables al crecimiento, una mayor capacidad fiscal de la zona euro y un progreso más rápido en la unión bancaria y de los mercados de capitales. Ya lo ha hecho, en recientes declaraciones ha criticado a Alemania por no incrementar el gasto para paliar la ralentización en el crecimiento.
Sin embargo, está por ver si su papel tendrá un impacto notable en las políticas reales. La experiencia sugiere que el progreso en Europa llega a paso de tortuga a menos que una crisis disruptiva obligue a un cambio rápido. En parte debido a las decisiones que Draghi ha tomado durante sus ocho años y debido a algún progreso estructural en muchos países miembros de la Eurozona, sigue siendo poco probable que la Eurozona pueda volver a enfrentar una crisis tan salvaje como la ya superada en el futuro cercano.