Los funcionarios estadounidenses suelen ser cautos al hablar sobre Europa. Sin embargo, en el G7 Estados Unidos advirtió del accidente que supondría para la economía global la salida de Grecia del euro, lo que muestra la preocupación del país, explica Paul Krugman.
Para Paul Krugman es sorprendente que Jacob Lew, secretario del Tesoro, advirtiera el viernes que si no hay una solución pronto entre Grecia y sus acreedores esto supondrá un accidente para la economía mundial. En un artículo en The New York Times, el Premio Nobel entiende por qué dijo esto Lew: una salida de Grecia del euro forzada crearía enormes riesgos económicos y políticos. Sin embargo, “Europa parece estar sonambulismo hacia ese resultado. Así que Lew estaba haciendo su mejor esfuerzo para ofrecer un toque de atención”.
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Hay una clara sensación de 1914 a lo que está pasando ahora, la sensación de que el orgullo, la molestia, y el puro error de cálculo están llevando a Europa por un precipicio que podría y debería haber evitado
Krugman alude al libro 'Los sonámbulos', de Christopher Clark, sobre los orígenes de la Primera Guerra Mundial. “Hay una clara sensación de 1914 a lo que está pasando ahora, la sensación de que el orgullo, la molestia, y el puro error de cálculo están llevando a Europa por un precipicio que podría y debería haber evitado”, señala.
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¿HABRÁ ACUERDO?
“Lo que pasa es que está bastante claro lo que el contenido de un acuerdo entre Grecia y sus acreedores implicaría. Grecia simplemente no va a conseguir una entrada neta de dinero”, añade el premio Nobel de Economía.
Como mucho, Grecia podrá pedir prestado una cantidad para los intereses de su deuda ya existente, arguye Krugman. Por otra parte, prosigue, Grecia no puede pagar la totalidad de los intereses que vencen, y mucho menos pagar su deuda, porque eso requeriría una nueva ronda de austeridad paralizante que infligiría daño económico grave y sería políticamente imposible en cualquier caso.
“Así que sabemos lo que sería el resultado de una negociación exitosa: Grecia se vería obligada a realizar un positivo pero pequeño 'superávit primario', es decir, un exceso de los ingresos sobre los gastos sin incluir los intereses. Todo lo demás debe ser de elaboración y envasado”. ¿Cuál será la mezcla entre recortes de tipos de interés, la reducción del valor nominal de la deuda, y la reprogramación de los pagos? ¿Hasta qué punto será Grecia capaz de diseñar sus planes de gasto ahora, en lugar de ponerse de acuerdo sobre los objetivos generales y rellenar los detalles más adelante?
Estas no son cuestiones triviales, pero son de segundo orden, y no deben ponerse en el camino de las cosas grandes, responde el economista norteamericano a sus propias preguntas. “Mientras tanto, la alternativa es algo que todos deberían querer evitar. Sin embargo, las negociaciones se ve a todas luces que van mal, y hay una posibilidad muy real de que lo peor suceda”.
¿Por qué no pueden los jugadores aquí llegar a un acuerdo mutuamente beneficioso? Parte de la respuesta es la desconfianza mutua, expone. “Los griegos sienten, con razón, que durante años su nación ha sido tratado como una provincia conquistada, gobernada por procónsules crueles e incompetentes; si quieres ver por qué, mira tanto a la increíble severidad del programa de austeridad del país se ha visto obligado a imponer y el fracaso total de ese programa para entregar los resultados prometidos”. Mientras tanto, añade, las instituciones del otro lado consideran que los griegos no son fiables y son irresponsable; “algo de esto, creo, refleja la falta de experiencia de la coalición de los forasteros que tuvieron el poder gracias a la falta de austeridad, pero también es fácil ver por qué, dada la trayectoria de Grecia, que es difícil confiar en las promesas de reforma”.
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