• El rendimiento del 'bund' alemán alcanza su nivel más alto desde finales de 2015
  • La deuda mundial alcanza los 190 billones de euros, un volumen sin precedentes
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La presidenta de la Fed, Janet Yellen, en una de las pantallas del interior de la Bolsa de Nueva York.

Ya falta menos para que el mundo afronte la auténtica 'prueba del algodón' de la recuperación económica. No es otra que el retorno de las políticas monetarias hacia terrenos menos expansivos, un repliegue que reducirá la liquidez existente en el mercado y encarecerá la financiación. Y todo ello en un mundo en el que hay más deuda que nunca. El reto, sin duda, es colosal.

Hasta la fecha, apenas se han asistido a los primeros fuegos de artificio de la 'fiesta'. Los ha protagonizado la Reserva Federal (Fed) estadounidense. Con sus graduales subidas de los tipos de interés, cuatro desde finales de 2015, la entidad presidida por Janet Yellen apenas ha tentado el terreno para ir probado la solidez y la capacidad de resistencia de la economía estadounidense, que camina por su octavo año consecutivo de crecimiento.

Pero lo 'bueno' está a punto de comenzar. Porque ya no es sólo que la Fed pretenda subir una vez más los tipos de interés este año, sino que además tiene previsto empezar a reducir un balance que durante la crisis ha crecido de los 0,8 hasta los 4,5 billones de dólares. Y porque la institución norteamericana ya no estará sola en el camino de vuelta. El Banco de Inglaterra cada vez está más cerca de comenzar a subir unos intereses que están en el 0,25%. Y lo mismo ocurre con el Banco Central Europeo (BCE), que va dando 'pasitos' hacia una futura reducción de las compras de deuda en el mercado -actualmente son de 60.000 millones de euros al mes- y una subida de los tipos -por ahora, los oficiales están en el 0% y los de depósito, en el -0,40%-.

La rentabilidad del 'bund' alemán, que la semana pasada estaba bajo el 0,40%, ha saltado ya al 0,57%, el nivel más alto desde finales de 2015

Es decir, ya son tres de los principales bancos centrales del mundo los que se encuentran en modo 'operación retorno' de los estímulos monetarios, una acumulación considerable por la magnitud del reto que supone ese regreso. Primero, por el escenario del que se viene. Esto es, unas condiciones monetarias sin precedentes, puesto que los 'señores del dinero' han ido 'con todo' -incluyendo tipos en negativo o billonarias compras de activos en el mercado- a la hora de luchar contra los efectos de la crisis. Y claro, el mundo y los mercados financieros se han vuelto adictos de esa asistencia, con lo que ahora toca 'desengancharlos'. Y segundo, por las consecuencias potenciales que puede traer. Estas medidas de los bancos centrales han abaratado los costes de financiación y han suministrado una abundante liquidez que ha alimentado la recuperación de los activos financieros y que ha nutrido un 'efecto riqueza' que también ha sido clave en la reactivación económica.

Estos repuntes anticipan lo que le espera al mundo: unos costes de financiación más altos. Y el desafío que esta consecuencia siempre supone se multiplica hasta el extremo porque el mundo nunca había tenido tanta deuda. Ni antes de 2007 cargaba con una 'mochila' de endeudamiento tan pesada. Si el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya advirtió en octubre de la necesidad de manejar la deuda con cuidado, en un momento en el que el apalancamiento global alcanzaba los 152 billones de dólares -alrededor de 135 billones de euros, al cambio vigente entonces-, la obligación de manipular un material tan sensible -e 'inflamable' financieramente- con precaución ha crecido porque ese volumen no deja de crecer. Según el último monitor de deuda global del Instituto Internacional de Finanzas (IIF), el montante mundial alcanza ya los 217 billones de dólares -unos 192 billones de euros-.

Estas cifras son cada vez más relevantes no sólo por su magnitud, sino sobre todo porque las intenciones de los bancos centrales ya se están empezando a notar en el mercado. En especial, en el más sensible a estos cambios, el de deuda pública. Dos ejemplos: la rentabilidad del bono estadounidense a 2 años supera el 1,40%, el nivel más alto desde 2009; el rendimiento del bono alemán a 10 años, que se movía en el 0,27% a finales de junio, se encuentra ya en el 0,57%, el nivel más alto desde diciembre de 2015; y el bono español a 10 años, que hace una semana estaba en el 1,37% ya ronda el 1,70%.

El repunte de la rentabilidad de la deuda soberana no sólo se traducirá en un encarecimiento de los costes de financiación; también apretará las tuercas a las valoraciones de otros activos, como la renta variable

En este sentido, la situación se ensortija aún más, porque cuanto más tarden los bancos centrales en efectuar el endurecimiento de las condiciones monetarias, más seguirán alentando que esta gigantesca montaña de deuda crezca, con lo que el desafío para el futuro será todavía más grande.

Pero hay más. El repunte de la rentabilidad de los bonos soberanos, considerados como los activos libres de riesgo, apretará las tuercas a las valoraciones de otros activos, como la renta variable o los inmuebles, porque se les exigirá una rentabilidad mayor. De lo contrario, lo que se ajustará será su precio. Este efecto, combinado con la menor liquidez que se derivará de la retirada de los estímulos monetarios y la reducción de los balances de los bancos centrales, representará una reválida de lo más exigente para los títulos de las compañías cotizadas. Sólo aquellas con solidez, eficiencia y beneficios suficientes como para soportar semejante pulso tendrán en su mano salir airosas.

Por ahora, y como en el caso de los bonos soberanos, las dudas también se traducen en ventas en la renta variable. "Las bolsas europeas están cayendo porque los inversores están sintiendo un viraje en las políticas de los bancos centrales", constata David Madden, analista de CMC Markets.

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