- Si persiste, la fortaleza de la divisa afectará al crecimiento y la inflación
- El mercado ya tiene marcada en rojo la cita con Draghi del 7 de septiembre
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Estaba destinado a caer. Se profetizaba incluso su paridad con el dólar. Pero, una vez más, el mercado de divisas constata su carácter imprevisible, esta vez con el euro como protagonista. La 'moneda única' alcanza su cambio más alto contra el 'billete verde' desde enero de 2015, por encima ya de los 1,20 dólares, y de paso rompe los pronósticos de las autoridades españolas y europeas.
Porque ni siquiera ellas, que tampoco contemplaban la paridad a la que sí se referían los bancos y las firmas de inversión, habían previsto semejante fortaleza por parte del euro. Tras terminar 2016 en los 1,055 dólares, los distintos escenarios macroeconómicos presentados este año por el Gobierno español manejaban como supuesto un tipo de cambio de 1,1 dólares para 2017 y los años siguientes -hasta 2020, de hecho-, si bien los Presupuestos Generales incorporaban como hipótesis básica la proyección con la que el Banco Central Europeo (BCE) trabajaba a comienzos de 2017, de 1,07 dólares. En junio, la entidad presidida por Mario Draghi ajustó este supuesto para considerar un cambio medio de 1,08 dólares en 2017 y de 1,09 dólares para 2018 y 2019.
La realidad, sin embargo, está siendo bien distinta, hasta el punto de que este martes superó el listón de los 1,20 dólares. No perforaba esta barrera desde enero de 2015, justo cuando el BCE se disponía a lanzar su programa de expansión cuantitativa (QE). Dos años y medio después y, sobre todo, dos billones de euros después, que es el volumen de dinero que la institución ha creado con su 'impresora' bajo el QE con las compras de deuda en el mercado, el euro vuelve a esos niveles. Por ahora, ya promedia un cambio de 1,103 dólares en 2017.
Si los 1,20 dólares son un fenómeno pasajero no afectarán a la economía; pero si han venido para quedarse, los impactos resultarán inevitables
Con esta 'operación retorno' no sólo rompe los pronósticos del mercado, sino que sobre todo quiebra uno de los supuestos básicos que sustentaban las previsiones españolas y europeas. Y no uno cualquiera, sino uno clave, puesto que la debilidad del euro, que en mayo de 2014 rozó los 1,40 dólares y que en 2016 terminó en esos 1,055 dólares, se había convertido en uno de los denominados 'vientos de cola' que, junto al petróleo barato y los bajos tipos de interés, tanto estaban beneficiando a la recuperación económica, con España entre los países más beneficiados.
COMPLICANDO EL PANORAMA
Aunque algunos 'eurosocios' verán con buenos ojos la renovada fortaleza del euro, como es el caso de Alemania después de que la canciller, Angela Merkel, se quejara en mayo de que la divisa estaba "demasiado débil" por culpa del BCE, lo cierto es que si el empuje de la 'moneda única' ha venido para quedarse supondrá un notable desafío. Es decir, si no aguanta sobre los 1,20 dólares -o más arriba-, su impacto apenas se notará; ahora bien, si persiste en su conquista de los 1,20 dólares -o va incluso más allá- el impacto será inevitable.
En el caso español, porque la debilidad de la divisa ha servido para prolongar el buen momento del sector exportador, cuyo concurso ha sido determinante en la recuperación. De hecho, las exportaciones fueron claves para que la economía creciera un 0,9% entre abril y junio con respecto al primer trimestre de 2017. Con ese supuesto del euro a 1,1 dólares, en julio el Gobierno anticipó un crecimiento del 3% en 2017, del 2,6% en 2018, del 2,5% en 2019 y del 2,4% en 2020.
Con un euro más fuerte, será más caro exportar y más barato importar, con lo que la balanza comercial podría deteriorarse y con lo que el sector exterior, que contribuyó con 0,7 puntos porcentuales al crecimiento del segundo trimestre, volvería a restar. Es decir, regresaría a lo que suele ser normal en España. A su vez, este impacto repercutiría en la confianza de los empresarios, con el consiguiente freno en la inversión y la creación de empleo, y elevaría la posibilidad de que los salarios siguieran sin beneficiarse de la recuperación y de que se perpetuase la devaluación interna como herramienta de competitividad.
El euro sube contra el dólar, sí, pero también contra el yuan chino, el yen japonés, la libra esterlina, el real brasileño...
Para el BCE, un euro más fuerte representa un reto porque complica su objetivo de fabricar inflación, situada en el 1,3% cuando el objetivo de la entidad es mantenerla por debajo, pero cerca, del 2%, y afianzar la recuperación. Un euro más fuerte genera efectos desinflacionistas, puesto que abarata los productos importados, perjudica las exportaciones y endurece las condiciones monetarias. Es decir, justo los efectos contra los que Draghi viene luchando con su extraordinaria política monetaria actual, con los tipos de interés oficiales en el 0% y los de depósito en el -0,40% y con el QE bombeando todavía 60.000 millones de euros cada mes.
En junio, con el euro en torno a los 1,12 dólares, el BCE previó un crecimiento del 1,9% en 2017, del 1,8% en 2018 y del 1,7% en 2019, así como una inflación del 1,5% en 2017, del 1,3% en 2018 y del 1,6% en 2019. La entidad actualizará estas cifras en la reunión de política monetaria que celebrará el 7 de septiembre, con lo que habrá ocasión de comprobar si el empuje del euro ya las altera.
Todo ello, con el agravante de que el euro no sólo se está fortaleciendo contra el dólar, sino contra el resto de las principales monedas del mundo. Alcanza ya las 0,93 libras, su cambio más alto contra la divisa británica en ocho años; los 7,93 yuanes chinos, con lo que camina en zona de máximos desde 2014; o los 131 yenes japoneses o los 3,8 reales brasileños, su cambio más alto contra las monedas nipona y brasileña, respectivamente, desde el año pasado.
PENDIENTES DEL 7 DE SEPTIEMBRE
Estos riesgos disparan la expectación del mercado ante la cita con Draghi del 7 de septiembre. Su papel está siendo -y será- determinante en la marcha del euro. Su discurso en Sintra (Portugal), a finales de junio, aceleró la apreciación que la divisa europea ya venía viviendo, y luego ha sido su tibieza -o, directamente, su silencio, como en el simposio de Jackson Hole- la que ha amparado la subida de la 'moneda única'. Esta actitud de Draghi no exenta de polémica y conecta con las presiones que está recibiendo desde Alemania por la prolongación de una política monetaria que Berlín encuentra excesivamente expansiva.
Pero, por encima de los 1,20 dólares, el problema adquiere ya otra dimensión. Y le plantea un desafío, porque las intenciones de Draghi pasaban por anunciar en otoño una progresiva retirada del QE, pero hacerlo podría dar aún más alas al euro. "La gran cuestión es cómo logrará Draghi introducir una reducción gradual del QE ('tapering') sin empujar al euro a niveles que dañen a las economías europeas, un dilema difícil incluso para 'SuperMario'", expone Konstantinos Anthis, analista de ADS Securities. "Un euro más fuerte no beneficia a la mayoría de los exportadores de la Eurozona y deja al BCE con un dilema: ¿detendrán o reducirán la política monetaria acomodaticia en el futuro con la esperanza de que no frene la frágil recuperación de la Eurozona?", coincide Jordan Hiscott, responsable de operaciones de ayondo markets.