- La productividad por ocupado creció durante la crisis y se ha ralentizado en la recuperación
- Los expertos vinculan el crecimiento de la productividad y de los salarios en el largo plazo
Hay dos formas de que aumente la riqueza que genera una economía. Con más trabajadores en el mercado laboral o con una mayor capacidad de producción de los que están trabajando. España sólo crecerá por la primera vía en 2018, lo que lastrará a los salarios.
Así lo espera el Gobierno. El Plan Presupuestario que envió a Bruselas recoge una proyección de productividad por ocupado medida en miles de euros de producción por cada empleo que crecerá un 0,2%, en 2017 desde los 63.500 euros del año pasado. Para 2018, la previsión es un crecimiento nulo, con lo que el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) dependerá del aumento del empleo. Esto amenaza con mantener la congelación de los salarios, que en 2016 se situaron en un promedio mensual de 1.878 euros brutos quedándose lejos del crecimiento de la economía por tercer año consecutivo.
La crisis catalana llevó al Ejecutivo hacia una reducción de sus estimaciones económicas para el próximo año. La previsión de crecimiento baja en dos décimas, hasta el 2,4%, mismo ritmo de expansión que proyecta para el empleo. “Supondría registrar un incremento de la productividad aparente nulo, hecho bastante excepcional en la serie histórica”, señala la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF). El ‘supervisor fiscal’ explica que en la actual base contable sólo se observó en 1999 con un retroceso de una décima.
La previsión para 2018 supondría registrar un incremento de la productividad aparente nulo, hecho bastante excepcional en la serie histórica
La productividad aparente es más fácil de calcular que la productividad real, que tiene en cuenta todos los recursos empleados por una empresa para generar riqueza. Aun así, da pistas sobre la capacidad de mantener un crecimiento sostenible, lo que repercute en mayores beneficios de las empresas y más salarios para revalorizar los existentes y seguir generando empleos. Como explica un experto, los países con mayor productividad pueden “tener mayores salarios, como los nórdicos; reducir sus jornadas laborales, como Francia; o asegurarse una competitividad exterior que mantenga altos niveles de superávit comercial, como Alemania”.
En efecto, si se compara el PIB con la ocupación media de 2016, según datos de Eurostat, la productividad española fue de 62.000 euros. Es decir, cada ocupado generó de media 62.000 euros en riqueza de nueva creación. Este dato fue de 77.000 euros en el conjunto de la Eurozona, mientras que en las dos principales economías, Alemania y Francia, fue de 80.000 euros y 86.000 euros respectivamente. Fuera de la Zona Euro, en Suecia este dato se dispara hasta los 100.000 euros.
De esta forma, la economía sueca disfruta de mayores sueldos y un Estado del Bienestar amplio. Francia cuenta con una jornada laboral instaurada de 35 horas, aunque no siempre se cumpla. Y Alemania posee un superávit por cuenta corriente perenne desde que se completó la reunificación, lo que para cronistas de la crisis como Mervyn King, ex gobernador del Banco de Inglaterra, o Martin Wolf, del Financial Times, es clave para una mayor resistencia ante las crisis.
PROBLEMA ETERNO
España siempre ha tenido problemas de aumentos de la productividad. Por ello, el crecimiento se basaba en la incorporación de más empleos y consumo interno. Entre 1997 y 2007 el aumento anual de la productividad fue del 0,4%, según Funcas. Durante los peores años de la crisis, entre 2008 y 2013, el crecimiento se disparó hasta un 2% anual, un efecto estadístico como consecuencia de la devaluación interna que mejoró la competitividad exterior de la economía española.
De hecho, productividad y competitividad son dos caras de la misma moneda. Si la primera no aumenta, la economía perderá competitividad exterior si hay un proceso de creación de nuevos puestos de trabajo y aumentos salariales. Al contrario, si la productividad por ocupado crece, la economía tendrá capacidad para aumentar la masa salarial mientras sigue exportando.
Desde 2014, el crecimiento de la productividad ha sido de un promedio del 0,3%, que se reducirá hasta el 0,2% este año y el 0% el próximo ejercicio, según el Gobierno, mientras que Funcas proyecta un 0,3% para 2018. Es decir, España está en una dinámica en la que defiende su competitividad exterior en un proceso de recuperación del empleo a costa del bolsillo de los trabajadores.
EMPLEO DE BAJA CALIDAD
El crecimiento nulo de la productividad se produce por un “efecto estadístico”, explican desde el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad. “Es verdad que hay un efecto estadístico, pero también una cuestión más profunda de la economía española: cuando crea puestos de trabajo lo hace con mucha intensidad y baja calidad y productividad, porque hay sectores que absorben mucho empleo que no mejoran estas variables”, resume Manuel Hidalgo, profesor de la Universidad Pablo Olavide.
El equipo económico de Moncloa elaboró el Plan Presupuestario a Bruselas bajo el supuesto de unos presupuestos de 2017 prolongados en 2018, aunque asegura que tiene intención de lograr un apoyo parlamentario suficiente para elaborar unos nuevos. “Es importante que haya presupuestos y que no se congelen las inversiones del Estado, así como un acuerdo para promover aquellos programas que a medio plazo permitan incrementar la productividad”, sostiene Raymond Torres, director de coyuntura y estadística de Funcas.
Es importante que haya presupuestos y que no se congelen las inversiones del Estado, así como un acuerdo para promover aquellos programas que a medio plazo permitan incrementar la productividad
Los modelos clásicos y keynesianos de economía tienen visiones diferentes sobre los condicionantes de los salarios en el corto plazo. Otorgan diferentes ponderaciones a la capacidad de negociación de los sindicatos, la introducción de restricciones como el salario mínimo o la intervención del Estado. Pero a largo plazo coinciden en que salario y productividad están conectados. “No hay opción de que lo salarios crezcan por encima de la productividad a largo plazo, porque si esto sucediera, el aumento de los costes disminuiría la competitividad de las empresas, lo que se trasladaría a sus cuentas de resultados y acabarían destruyendo empleo”, arguye Hidalgo.
El Banco Central Europeo (BCE), que ha desempolvado los manuales de economía durante los últimos meses para tratar de comprender por qué la recuperación económica no impulsa los salarios a lo largo de la Eurozona, también apunta a la productividad. La autoridad monetaria presidida por Mario Draghi cree que el avance de los salarios está lastrado por el “débil crecimiento de la productividad”, según señaló en el boletín económico de julio en el que también apuntó al margen para que haya reducciones adicionales de desempleo y a los efectos de las reformas laborales.
El propio Draghi pidió esta semana en el Parlamento Europeo que las políticas públicas y a los agentes sociales que prioricen las subidas salariales. En este punto se produce una contradicción, ya que volvió a aplaudir una reforma laboral a la que paralelamente culpa como uno de los motivos de la congelación de la remuneración de los asalariados que trata de impulsar.
NO ES SÓLO ESPAÑA
El crecimiento raquítico de la productividad es un fenómeno habitual en las economías desarrolladas durante las últimas décadas, especialmente desde el periodo de estanflación de los años 70. “A escala global se aducen motivos como los menores niveles de inversión o la mayor concentración empresarial”, opina Leopoldo Torralba, economista de Arcano Partners. El experto hace referencia a que generalmente un mayor tamaño medio de las compañías desincentiva la inversión en innovación. “La discreta evolución de la productividad global es algo que sorprende a muchos economistas, dado el avance acelerado de las tecnologías disruptivas. Es de prever que, en algún momento, este hecho debería generar la recuperación de la productividad”, añade.
Aun así, España tiene sus propios condicionantes que suponen un hándicap para la productividad. “La menor inversión histórica en I+D, los inferiores niveles educativos y el reducido tamaño de la empresa media”, perjudican la expansión de esta variable, indica Torralba. El economista de Arcano también recuerda que se trata de una variable muy difícil de predecir: “Por esta incertidumbre no es de extrañar que un Gobierno prefiera asumir un escenario conservador”, agrega.
Además, hay que tener en cuenta que la productividad se mide en unidades monetarias. Esto es, cuánto se produce en euros por cada ocupado. Sin embargo, “en unidades monetarias ha habido un importante aumento de la productividad durante los últimos años”, avisa Javier Herreros de Tejada, gestor de la firma BrightGate y de su sicav Iapetus. Para entenderlo, pone como ejemplo la producción de móviles: hace 15 años se podía comprar un móvil con entre 100 y 200 euros que sólo servía para llamar y mandar mensajes. Ahora, con esta cifra se puede adquirir un ‘smartphone’ con muchas más capacidades. En caso de que trabaje el mismo número de personas en la empresa fabricante, la productividad aparente es la misma en euros, pero se ha disparado en utilidad. Aunque sólo si hay un crecimiento de la productividad en euros lo habrá también en los salarios.