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China está luchando por contener la creciente propagación del coronavirus. Para ello, ha llegado incluso a tomar medidas sin precedentes como restringir los viajes de 40 millones de personas coincidiendo con las celebraciones del Año Nuevo Lunar. El Gobierno ha ordenado a las agencias de viajes suspender las ventas de paquetes turísticos tanto nacionales como internacionales.

Mientras el número de muertos continúa aumentando, la rápida propagación del coronavirus obstaculiza los esfuerzos para detectar a los pacientes infectados. Además, algunos pacientes infectados no muestran fiebre, un síntoma que los gobiernos de todo el mundo han estado utilizando para detectar el patógeno.

La presión está aumentando sobre China mientras trata de enfrentar una enfermedad que algunos temen podría rivalizar con el SARS, que hace 17 años cobró casi 800 vidas. Si bien los expertos mundiales han elogiado en su mayoría los esfuerzos por contener el virus, los ciudadanos chinos son cada vez más críticos a medida que las restricciones de viaje crecen para abarcar una población más grande que Australia.

Más allá del área restringida en el epicentro del brote, se produjeron importantes cierres. Los eventos públicos para conmemorar el nuevo año fueron cancelados, Shanghai Disneyland anunció que se cerraría indefinidamente y las cadenas de cine cancelaron las proyecciones de películas. La interrupción de la actividad se produce durante lo que suele ser un período de aumento importante para el gasto, poniendo en riesgo la estabilización económica de China.

"Esto no tiene precedentes en China, y tal vez incluso en la historia de la salud moderna". "Es un tremendo desafío legal, institucional, por no mencionar el logístico", ha afirmado el director del centro de Estudios de Salud Global de la Universidad de Seton Hall en Nueva Jersey, Yanzhong Huang, según recoge Bloomberg.

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