La economía de China continúa dando muestras de cierta debilidad. La crisis del sector inmobiliario, el deterioro demográfico o la elevada deuda local son algunos de los problemas que el país lleva tiempo arrastrando y que amenazan con poner en riesgo el objetivo de crecimiento del 5% del PIB fijado por Pekín. En los últimos meses, ayudado por los flojos datos que llegan desde el país, la visión en torno al gigante asiático ha vuelto a ser tan negativa como en las épocas de confinamientos masivos por la pandemia de Covid-19 y algunos expertos hablan ya de que China podría estar repitiendo la experiencia de Japón en la década de 1990.
Noticia relacionada
Los diez desafíos que enfrenta China: "Está atrapada en un estado de baja confianza"Los economistas hablan de "japonización" como un período de crecimiento lento y una inflación baja (a veces incluso de deflación) combinadas con una política monetaria flexible y un estímulo fiscal profundo tras un período de rápido crecimiento, como le ocurrió a la economía nipona en la década mencionada. Sin embargo, los expertos de Goldman Sachs creen que esta situación "dista mucho de ser segura".
"Aunque el deterioro demográfico, el exceso de deuda y el estallido de la burbuja de activos fueron ingredientes importantes del malestar de Japón a principios de siglo, un factor clave que contribuyó a su japonización fue un cambio fundamental en las expectativas de crecimiento a largo plazo", explica Hui Shan, economista para China de Goldman Sachs Research.
En este sentido, esta experta destaca que las expectativas de crecimiento en China, que también se enfrenta a estos factores, están mostrando signos de una tendencia a la baja, pero hay formas en que los responsables políticos pueden evitar un desplome al estilo japonés… pese a todo.
UNA CHINA MÁS JAPONIZADA QUE LA PREPANDEMIA
"La clave para evitar este bucle de retroalimentación negativa es cortar el continuo deterioro de las expectativas de crecimiento a largo plazo", sentencia Shan. Esta estratega cree que hay "puntos brillantes" en la economía del país milenario, como la inversión en maquinaria eléctrica en el sector manufacturero y el aumento de la fabricación de instrumentos de precesión y automóviles.
Shan opina que los responsables políticos tendrán que gestionar las perspectivas de crecimiento del PIB a medida que la segunda economía del mundo "transita de uno de sus importantes motores económicos –la inversión inmobiliaria y en infraestructuras— a otro nuevo basado en la mejora de la fabricación y la autosuficiencia".
"Durante este proceso, se espera que el crecimiento sea suave antes de que el nuevo motor alcance una escala comparable a la del antiguo. La inflación será probablemente moderada debido al desfavorable equilibrio entre la oferta y la demanda, y los tipos de interés nominales deberán mantenerse bajos para facilitar el desapalancamiento de la vieja economía. En nuestra opinión, estos son síntomas leves de japonización que acompañarán a China durante al menos unos años", apunta.
Pero, ateniéndose simplemente a los factores mencionados con anterioridad, la situación de China es "aún más grave que la de Japón hace 30 años". Para empezar, explican, la tasa bruta de natalidad de China (la relación entre el número de nacidos vivos en un año y la población total a mitad de año) ha caído aún más que la de Japón: se redujo al 0,75% en 2022, una lectura considerablemente más baja que la tasa del 0,99% de Japón en 1990. Y los expertos médicos creen que puede no haber tocado fondo todavía.
Por otro lado, la debilidad del sector inmobiliario chino también parece "más pronunciada". En concreto, la tasa de desocupación de inmuebles residenciales urbanos ronda el 20% en China, más del doble de la tasa del 9% que soportó Japón en 1990. Por si fuera poco, los precios de la vivienda son más elevados: 20 veces los ingresos familiares en China, frente a 11 veces en Japón en 1990. Dado que la inversión residencial representa aproximadamente el doble del PIB chino que el japonés en 1990, "el impacto directo de una caída de la vivienda en la economía real sería mayor en China que en Japón".
UNA CHINA MUY DIFERENTE A JAPÓN EN 1990
Dicho esto, añade Shan, hay circunstancias "atenuantes" que sugieren que China podría evitar una recesión prolongada. Por un lado, el desplome inmobiliario de China no se está viendo acentuado por un colapso del mercado bursátil, como ocurrió en Japón a principios de 1990. Así, es probable que China "siga disfrutando de un crecimiento demográfico constante en sus centros urbanos, debido a su todavía baja tasa de urbanización, aunque su población total disminuya".
"Y, con un PIB per cápita significativamente inferior, la economía china tiene también una tasa de crecimiento potencial superior a la de Japón en la década de 1990, lo que debería hacer menos doloroso el proceso de desapalancamiento", afirma esta experta.
Además, las empresas chinas sanas, a diferencia de las japonesas de los noventa, no son reacias a invertir porque sus balances estén deteriorados, sino más bien por el endurecimiento de la normativa y la imprevisibilidad de las políticas. Los bancos japoneses pudieron aplazar el tratamiento de los préstamos morosos y conceder préstamos de indulgencia a empresas zombis.
"El Gobierno chino no se enfrenta a los mismos costes políticos que el japonés, pero su preferencia por que los bancos comerciales absorban una gran parte de las pérdidas en deuda implícita inmobiliaria y de las administraciones locales puede, no obstante, limitar su capacidad de creación de crédito", afirma Shan.
Y, por otro lado, está la cuestión de hasta qué punto los problemas de Japón en los 90 estaban directamente relacionados con la demografía. Según esta analista, en aquel entonces las empresas consideraron que la demografía ejercía una presión a la baja sobre las expectativas de crecimiento a largo plazo, por lo que redujeron el gasto y aumentaron el ahorro, creando un bucle de retroalimentación negativa.
"De hecho, la mayor parte del descenso de la tasa de crecimiento potencial de Japón en los años 90 puede explicarse por el descenso de la contribución de la inversión al empeoramiento de las expectativas de crecimiento. En cambio, la contribución del trabajo desempeñó un papel relativamente pequeño. El deterioro de las expectativas de crecimiento a largo plazo, más que el deterioro demográfico, fue el núcleo de la japonización", explica.
Ahora, los últimos datos procedentes de China sugieren que las expectativas se han debilitado sustancialmente en los últimos 18 meses. Por ejemplo, la inversión privada dejó de aumentar a principios de 2022 y se contrajo completamente en 2023. Asimismo, la confianza de los consumidores se desplomó durante el cierre de Shanghái en abril de 2022 y ha permanecido deprimida desde entonces.
En este contexto, la falta de respuestas políticas "coordinadas y contundentes" ha llevado a muchos analistas a rebajar sus perspectivas de crecimiento a medio plazo para China. Sin embargo, no todo está perdido, ya que China tiene varios caminos que puede tomar y medidas que adoptar si quiere contrarrestar ese pesimismo.
"El gobierno chino podría hacer hincapié en la importancia del desarrollo económico, acelerar la reestructuración de los promotores inmobiliarios en dificultades y de los vehículos de financiación de los gobiernos locales, y reforzar las redes de seguridad social para fomentar el consumo de los hogares a largo plazo", explica Shan.
De igual modo, esta experta cree que no se debería hacer recaer sobre los bancos comerciales la mayor parte de las pérdidas por préstamos durante el desapalancamiento inmobiliario para proteger su capacidad de conceder nuevos créditos, entre otras medidas para proporcionar una mayor certidumbre política. "La previsibilidad y la coordinación de las políticas son importantes para la demanda de inversión del sector privado. La economía china no tiene por qué seguir el camino de Japón en la década de 1990", sentencia Shan.
Y si China estuviera destinada a convertirse en Japón, ¿eso significa que su economía estaría mal? Según los expertos de S&P, no. "Aunque el crecimiento económico de Japón es modesto y su inflación es relativamente moderada en comparación con otras economías desarrolladas, la japonización tiene mucho de positivo. La imagen general es la de una economía que crece lentamente pero que mantiene un alto consumo interno, un bajo desempleo y una inflación baja. Puede que Japón carezca de las altas tasas de crecimiento de algunas economías de mercado emergentes, pero la japonización no suena tan mal", concluyen.