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Como si de un movimiento orquestado se tratara, Mario Draghi y Jerome Powell han causado sensaciones muy similares en los mercados tras las reuniones de política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal (Fed) del mes de julio. A ambos se les ha acusado de desplegar alas de halcón, a pesar de los recortes y de la firme determinación que han mostrado a la hora de abundar en los estímulos si la economía lo requiere. Y a ambos les han llovido las críticas por quedarse cortos en la flexibilización económica que anhelan las bolsas.

A pesar de la reacción de los mercados, que esperaba una lluvia de rebajas de tipos en ambos bancos centrales para seguir echando gasolina al rally de las bolsas, los analistas toman distancia y, de hecho, muchos insisten en que el decremento de un cuarto de punto por parte de la Fed era innecesario. Como lo serán -si llegan- otros recortes de tasas cuyas expectativas por parte de los inversores Powell se encargó de rebajar este miércoles.

El “ajuste de mitad de ciclo” que adujo el banquero central sentó como un jarro de agua fría en Wall Street, hasta el punto de que “nos espera por delante un interesante verano a no ser que los miembros de la Fed salgan al rescate de los operadores y les aseguren que bajo este concepto se engloban los múltiples recortes de tasas que ansían”, explica Craig Erlam, analista de Oanda.

Sin embargo, para otros expertos, el movimiento del banco central llegó sólo como respuesta a las presiones políticas y en este intento de satisfacer a la Casa Blanca, Powell no cerró la puerta del todo a al menos otra rebaja este año y la propuesta de adoptar las medidas necesarias si la economía así lo requiere. Unas palabras que traen ecos de las de su homólogo en el BCE. Hace una semana fue Mario Draghi quien dejó a los mercados llenos de promesas pero sin una sola medida concreta que tranquilice a las bolsas del Viejo Continente. Un sí pero no que no ha gustado nada a los inversores.

Los parqués y la economía europeos sí se hallan en un estado de precariedad que no tiene en estos momentos Estados Unidos. El último dato de la inflación -el peor desde finales de 2016- el alarmante estado de la industria que se contrae mes tras mes en Alemania y en la Zona Euro, y que el mismo Draghi reconoció como un foco de preocupación en su comparecencia de julio, colocan al bloque del euro al borde de la emergencia. “La zona euro necesita respiración asistida con mayor urgencia que EEUU”, asegura Rupert Thompson, jefe de análisis de Kingswood, lo que choca con la calma determinada de su banco central. Una actuación en la que Fed y BCE se miran como en un espejo.

No sería la primera vez que los guardianes del dinero lanzan acciones conjuntas. En la mente de todos está el 8 de octubre de 2008 cuando, en plena crisis financiera mundial, los bancos centrales de medio mundo, incluyendo, además del europeo y el estadounidense, al Banco de Japón, de Canadá, Suecia y Suiza anunciaron simultáneamente un recorte de tipos. Y en esta ocasión, no son sólo la Fed y el BCE quienes han dado un giro acomodaticio: con pocas excepciones, todos los bancos centrales están rebajando tipos o apuntando a más estímulos este año.

Pero las circunstancias son completamente diferentes a las de hace casi 11 años. No hay recesión ni crisis financiera en el horizonte inmediato, pero los innumerables peligros que los banqueros centrales repiten, casi como quien recita la lección, han incrementado los temores. La guerra comercial, el Brexit, los riesgos geopolíticos, Donald Trump en el Gobierno de EEUU… son factores que generan tensiones en los mercados, lastran el crecimiento global y que obligan a los supervisores monetarios a hacerse suyo el dicho: “más vale prevenir que curar”.

“La Fed y el BCE se quemaron los dedos hace poco más de 10 años, por lo que ahora tienen en mente actuar de manera preventiva”, escribe Pedro Nicolaci da Costa en Forbes. Pero no es nada que no hayan venido haciendo desde la crisis de la última década. Punto y aparte merece el Banco de Inglaterra, que se halla ante la prueba de fuego de un Brexit caótico al que parece que el nuevo primer ministro, Boris Johnson, aboca al país. Con todo, la entidad ha sido clara: si hay divorcio sin acuerdo introducirá todo tipo de medidas acomodaticias para parar el golpe. Uno más en el coro de los acomodaticios.

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