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Los trabajos del Banco Central Europeo (BCE) para determinar si se embarcará en el universo ‘cripto’ y acuñará un euro digital están generando mucho debate en la industria de la tecnología de libros distribuidos -DLT, del inglés Distributed Ledger Technology-. El temor a que iniciativas privadas de monedas digitales como el proyecto Libra de Facebook disputen su soberanía ha sido el acicate de que los supervisores se planteen experimentar en este terreno, pero las consecuencias de que los usuarios tengan una versión de cifrado de la moneda única irán mucho más allá e impactarán en la banca tradicional.

La atención se centra en la hipotética desaparición de los intermediarios. Si el BCE es capaz de asegurarse una distribución más eficaz del dinero -en concreto de sus estímulos, que no siempre llegan a quien más lo necesitan, señalan los expertos-, ser accesible para el minorista y ofrecerle créditos, el papel de las entidades bancarias se hace irrelevante. “Hasta ahora hemos acudido a los bancos como agregadores de capital porque nadie más desempeñaba este papel”, explica Gordon Einstein, socio fundador de CryptoLaw Partners, pero “la función de prestar dinero se trasladará a quienes acuñen CBDCs”, comenta, durante la ponencia ‘Dinero 2.0’ de las jornadas ‘Democracy4all - Blockchain For Governance’, que se han celebrado online el 6 y 7 de octubre.

La cuestión radica en que todos los actores que participan en los flujos monetarios están en duda porque “no aportan valor añadido en este proceso”, asegura Massimo Buonomo de la UN Alliance of Civilizations. Además, “los bancos han creado grandes ineficiencias y los cambios en marcha les han obligado a revisar sus modelos”, comenta, por sin embargo, al igual que el resto de invitados a la ponencia, cree que el sistema bancario en su conjunto superará el bache, acometerá una transformación y “sobrevivirá a las CBDC”. De hecho, los directivos de las grandes corporaciones financieras “saben que tendrán que evolucionar y se están implicando en el proceso de la creación de las monedas digitales de los bancos centrales”, añade Joshua Goodbody, responsable de negocio en Binance, por lo que cree que “tendrán un trozo del pastel”.

Pero la disrupción que representa el universo cripto no sólo pone en jaque a las entidades bancarias, sino a otras empresas como las que ofrecen métodos de pago tradicional ya que “las transacciones económicas en el futuro no necesitarán tarjetas de crédito, sino monederos de divisas digitales”, predice Buonomo. Así, las monedas criptográficas de los bancos centrales “podrían acabar por reemplazar al efectivo si los Gobiernos tienen la certeza de que les permite rastrear mejor hacia dónde fluye el dinero y cómo”, argumenta por su parte Goodbody, ya que “ahora no tienen ni idea de qué pasa con él”.

El estricto control al que los guardianes del dinero tendrán acceso si se acaba por eliminar el papel moneda preocupa a los expertos, quienes piden que no se acabe por escrutar cada transacción, ya que atentaría contra la privacidad, pese a que reconocen que es necesaria una regulación, “una nueva forma de pago que la gente pueda comprender y que sea fiable”, afirma Jonny Fry, consejero delegado de TeamBlockchain Ltd. Al respecto, Goodbody asume que será obligatorio que cualquier proveedor de CBDC proteja la privacidad en Europa, donde ya existe una importante regulación sobre protección de datos personales.

LAS REGLAS DE LAS CBDC

Sin embargo, la desaparición del dinero físico no se contempla en los planes del BCE, tal como ha puntualizado la presidenta del banco central, Christine Lagarde. La CBDC de la zona euro, que será “una versión tokenizada de la divisa basada en el Blockchain o en alguna DLT”, explica Goodbody, se equipararía al dinero físico y, en esencia, sólo cambiaría su soporte. “Uno sería el que conocemos, billetes y monedas, mientras que el otro estaría disponible a través de diferentes medios de pago digitales. Entre ellos habría una correlación ya que, como dice el BCE, por cada euro digital que se emitiese se retiraría un euro físico”, escriben los analistas de Bankinter.

Además, “podría ser utilizado digitalmente por los ciudadanos en sus pagos comunes sean estos de mucho o poco importe. Desde pagar un café o el precio de una vivienda”, explican. Estaríamos hablando de dos conceptos de euro digital, uno “mayorista”, el que ya funciona entre el BCE y las entidades, y un euro “minorista” que sería utilizado por los particulares en sus relaciones comerciales comunes.

“Para la utilización de este euro digital minorista sería necesario tener una cuenta en la que estaría depositado un determinado patrimonio monetario. Igual que cuando actualmente vamos al cajero para sacar dinero. Si no tenemos dinero en la cuenta corriente no podemos sacar dinero”, puntualizan los expertos de Bankinter. La moneda compartida digital “protegería el bien público que el euro constituye para los ciudadanos: acceso sin coste a un medio de pago sencillo, aceptado universalmente, fiable y libre de riesgo", destaca un informe elaborado por el grupo de trabajo del BCE sobre dinero electrónico.

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