• El líder de Ciudadanos no ha cambiado en principio de actitud, y mantiene su conocida posición de abstenerse en la segunda votación de investidura
  • Las presiones aplastan al PSOE, que está probablemente al límite de la resistencia y que en algún momento deberá aclarar cómo se concilia la cerrada negativa
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Si la entrevista de Rajoy con Sánchez del martes no despejó duda alguna del lento, proceloso e incierto camino hacia la investidura, la mantenida por el presidente en funciones veinticuatro horas después con Albert Rivera sí ha lanzado un atisbo de claridad sobre el panorama.

Como el propio Rajoy reconocía poco después con cierta ingenuidad, el candidato a la investidura designado por el Rey había tenido por primera vez en este dilatadísimo proceso de más de siete meses la ocasión de plantear una negociación y había encontrado receptividad en su interlocutor. Rivera no ha cambiado en principio de actitud, y mantiene su conocida posición de abstenerse en la segunda votación de investidura tras haber votado negativamente en la primera. Pero ello no obsta, piensa en voz alta el líder de Ciudadanos, para que comience la negociación de algunos asuntos clave de la próxima legislatura, y entre ellos el techo de gasto y los presupuestos del Estado, asuntos de gran enjundia interna que demás han de ser presentados a Bruselas en tiempo y forma.

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Podría pensarse que nada ha cambiado, pero en un país tan susceptible y en una coyuntura tan compleja, el leve movimiento de Rivera ha parecido un intensísimo terremoto

Podría pensarse que nada ha cambiado, pero en un país tan susceptible y en una coyuntura tan compleja, el leve movimiento de Rivera ha parecido un intensísimo terremoto. El joven presidente de Ciudadanos ha pasado de pedir con procacidad la cabeza de Rajoy a aceptar una negociación con él sobre asuntos vitales del Estado. No hay, si se quiere, contradicción pero sí mudanza. Y Rivera, que tiene una mente bien receptiva, es sin duda consciente de ello.

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Que ha habido un discreto desplazamiento, es innegable, y si no que se lo pregunten a Rajoy, que no podía disimular su alborozo por tener algo que negociar. Ahora bien: no se sabe si esta mínima traslación es o no el primer paso de un corrimiento más o menos amplio. Pero no están los tiempos para guiños sin fundamento, y bien pudiera ser que estuviéramos al borde de un movimiento significativo que podría desembocar en una concertación mayor. Después de todo, muchas explicaciones al electorado tendría que dar Rivera si se convocasen nuevas elecciones.

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Mientras tanto, las presiones aplastan al PSOE, que está probablemente al límite de la resistencia y que en algún momento deberá aclarar cómo se concilia la cerrada negativa a abstenerse en la hipotética investidura de Rajoy con la apuesta por no caminar hacia unas terceras elecciones. A las opiniones internas, que han alcanzado el cenit con las manifestaciones de Felipe González, se ha sumado un martilleo mediático que ha llegado a la cumbre con un durísimo editorial de El País, “Callejón sin salida”, que habrá hecho temblar las columnas de Ferraz.

Así las cosas, es cierto que nada sustancial ha cambiado todavía, pero a algunos se nos antoja que está más cercana la investidura.

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