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Hay ya pocas dudas de que el euro digital será pronto una realidad. La misma presidenta del organismo, Christine Lagarde ha ubicado su fecha de lanzamiento alrededor de 2025, mientras algunos expertos la avanzan a 2024. Por ahora, El Banco Central Europeo (BCE) se halla inmerso en una fase de investigación que prevé acabar en 2023 durante la que debe afrontar el reto de confeccionar este nuevo formato de dinero que compita con otras monedas digitales de los bancos centrales (CBDC por sus siglas en inglés) y que no ponga en peligro a toda la nutrida industria de los intermediarios del sistema bancario.

A pesar de los retos que quedan aún por resolver en esta ´fase de investigación formal’, el BCE prevé que este periodo de preparación dure mucho menos que los diez años que se tardó en preparar la versión analógica del euro.

Con todo, muchas son las implicaciones inherentes a la introducción de un euro digital que, “si se concibe mal, podría tener graves consecuencias”, avisa Thibault Gobert, ejecutivo de ventas en Spectrum Markets. Cree el experto que es muy probable que el BCE actúe con mucha cautela en lo que respecta a la parte de las operaciones de pago que el euro digital puede asumir con respecto al euro no digital o en lo que respecta a los fondos máximos que un individuo puede tener en una cuenta. De hecho, subraya el experto que “un enfoque centralizado basado en cuentas proporcionadas directamente a los clientes minoristas por el Eurosistema no sería un inteligente, ya que perturbaría considerablemente los negocios de los bancos comerciales”.

Para tener en cuenta estas particularidades, el BCE ha publicado un conjunto de principios básicos y requisitos generales y específicos para cada escenario. Además de asignarle el estatus de dinero de banco central convertible a la par, el BCE se compromete a la neutralidad del mercado del euro digital. Asimismo, ha convertido en un principio básico la accesibilidad equitativa del euro digital en toda la zona euro.

Entre los requisitos generales y específicos del escenario, que aún no se han discutido, se incluyen características similares a las del dinero en efectivo (por ejemplo, permitir el pago fuera de línea y la inclusión), características competitivas (hacer que la moneda digital sea suficientemente atractiva), así como requisitos para su resistencia, seguridad, coste y eficiencia ecológica y medidas que eviten que se convierta en un vehículo de inversión en lugar de un medio de pago. “La solución de infraestructura tecnológica que finalmente elija el BCE dependerá también de otros factores”, indica Gobert.

Por otra parte, también hace hincapié el analista de Spectrum Markets en que “el euro digital no será un criptoactivo, ya que no es un token ni constituye dinero electrónico emitido por entidades privadas supervisadas”. “El BCE describe el euro digital como una forma de dinero emitido por el banco central libre de riesgo, una representación digital del efectivo emitida exclusivamente por el BCE y los bancos centrales nacionales, y que siempre permanecerá bajo su responsabilidad”, apunta el ejecutivo.

“Esto subraya la diferenciación fundamental”, prosigue el analista. “Los criptoactivos son una representación digital de un valor o derecho que puede transmitirse y almacenarse electrónicamente sobre la base del uso de la tecnología de libro mayor distribuido ("blockchain"). Por tanto, el euro digital no es un token ni constituye dinero electrónico emitido por entidades privadas supervisadas”, concluye.

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