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Si lleva un año operando en los mercados y no ha visto ningún resultado debe renunciar
Todo reto, y más en el mundo de la inversión, la bolsa y los mercados, empieza como algo emocionante y divertido. Más tarde se vuelve más difícil y menos divertido, hasta que llega ese punto en el que se transforma en un imposible y además, en nada divertido.
En ese momento uno se pregunta si alcanzar el objetivo final, en nuestro caso la independencia financiera o una mayor autonomía, en realidad vale la pena. Tal vez usted esté en pleno abismo, un revés temporal que podrá superar si persevera, o por el contrario, del que ya renunció al verse abocado a un callejón sin salida en el que no mejoraban sus resultados por mucho que se esforzase.
Pues bien, si usted se encuentra en el segundo grupo, también está de enhorabuena. El 90% de los ganadores renunciaron como usted en algún momento. Sí, sé que abogar por la renuncia es una herejía en estos tiempos, pero no me refiero a rendirse y abandonar el objetivo final, sino a renunciar a la tácticas que no están funcionando. Abandonar un callejón sin salida no es un fracaso, es simplemente un acto de inteligencia, un acto de valentía. Si lleva un año operando en los mercados y no ha visto ningún resultado debe renunciar. Sé que no quiere hacerlo. No es divertido ni fácil, y por eso no lo ha hecho, sin embargo, debe hacerlo. ¡Tiene que hacerlo! Yo no lo hice y perdí mes tras mes hasta perder mi primera cuenta en el bróker, y no soy el único con semejante pasado. No lo hice por mero orgullo y tras hacerlo descubrí que no es tan grave sentir el orgullo herido.
La renuncia es una decisión consciente que tomamos basándonos en las opciones disponibles, muy alejado del término fracaso. Si lo hacemos nunca debe ser sucumbiendo al pánico, pues éste nunca es premeditado. El pánico nos ataca, nos atrapa y todo sucede en el mismo momento. Renunciar a las inversiones cuando se siente pánico es peligroso. Si está sometido a una gran presión, esa que nos impide transigir, abandonar o cerrar una operación, nuestro acto de renuncia de estar en un punto muy alejado. La decisión de renunciar muchas veces se toma en ese momento, pero ése es justamente el momento equivocado para tomar una decisión tan crucial. Los motivos por lo que abandonamos en ese punto es que sin una brújula, un plan que contenga dicho escenario o una persona que nos guíe, lo más fácil es darse por vencido. Camino fácil pero exento de premio. No lo haga, pida ayuda, olvide el orgullo y pronto ganará.
En resumen, desaconseje algo tan manido como el “No renuncies nunca” pues no es tan buena cool. Nunca debemos renunciar a algo que tenga un excelente potencial a largo plazo, sólo porque no podemos soportar el estrés del momento. Ese matiz, por el contrario, sí es un gran consejo.