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Donald Trump, candidato del Partido Republicano, y Kamala Harris, candidata del Partido Demócrata.Bolsamanía/Freepik

Las elecciones presidenciales de Estados Unidos encaran su recta final sin un claro favorito. Según los datos agregados de 'FiveThirtyEight' y 'The New York Times', Kamala Harris, candidata del Partido Demócrata, aventaja en un punto porcentual al expresidente Donald Trump, que lidera al Partido Republicano en estos comicios. No obstante, estados clave como Pensilvania, Michigan o Wisconsin podrían decidirse por muy pocos votos y alrededor de un 10% del censo todavía no ha decidido su voto. Por ello, ambos candidatos han reforzado su ofensiva en las últimas jornadas.

Por el lado de Harris, la demócrata ha optado por rostros reconocibles para defender su candidatura. En sus últimos mítines, Harris ha aparecido junto a las cantantes Beyoncé y Kelly Rowland en Houston (Texas), así como con el matrimonio Obama: el expresidente Barack apareció junto al cantante y guitarrista Bruce Springsteen en un mitin en Georgia, mientras que su esposa Michelle, uno de los rostros más populares entre los demócratas, defendió la candidatura de Harris en el decisivo estado de Michigan.

Asimismo, Harris ha redoblado sus ataques contra Trump, al que ha llegado a calificar como "fascista" y "dictador", y ha puesto en cuestión su capacidad para liderar al país, al igual que hizo el republicano con el todavía presidente Joe Biden. "No estamos en 2016 ni en 2020. Lo que está en juego es aún más importante, porque en los últimos años, y en particular en los últimos ocho años, Donald Trump se ha vuelto más confuso, más inestable y más enfadado. Se ve todos los días. Está cada vez más desquiciado. Pero la última vez, al menos, había gente a su alrededor que podía controlarlo. Pero en estas elecciones, no están con él", aseguró Harris.

Pero Trump tampoco se ha quedado corto. A lo largo del fin de semana, el expresidente y candidato republicano criticó duramente el "ridículo" sistema de voto anticipado y volvió a defender teorías de la conspiración, como las ya esgrimidas durante la campaña electoral de 2020. En un mitin en Nueva York, Trump aseguró que Harris "ha perpetrado la más escandalosa traición contra nuestro pueblo" y la acusó de "desplegar un Ejército de inmigrantes que está llevando a cabo una campaña de violencia y terror contra nuestros ciudadanos". De hecho, ha llegado a asegurar que estallará la Tercera Guerra Mundial si no es elegido presidente.

Paralelamente, la figura de Elon Musk, CEO de Tesla y SpaceX, ha ido ganando peso a lo largo de la campaña. El magnate no solo se ha posicionado abiertamente a favor de Trump, quien ha prometido que tendrá un papel clave en su Gobierno si es elegido, sino que ha prometido donar hasta un millón de dólares al día a votantes registrados en estados clave que firmen un manifiesto en defensa de la libertad de expresión y del derecho a llevar armas. Esta iniciativa ha desatado una fuerte polémica en Estados Unidos, ya que la ley prohíbe comprar el voto y pagar por registrarse para votar.

No obstante, Musk también ha recibido un duro golpe en los últimos días. Un reportaje de 'The Washington Post' desveló que el hombre más rico del mundo trabajó de forma ilegal en Estados Unidos cuando llegó al país procedente de Sudáfrica para fundar su primera 'startup'. El medio asegura que Musk accedió al país con un visado de estudiante que no le permitía trabajar y que nunca se inscribió en los cursos de la Universidad de Stanford en los que iba a participar. Si bien Musk ha negado estas acusaciones, el presidente Biden ha criticado duramente a Musk, uno de los más fervientes defensores de la política antimigrantes de Trump.

"Es el hombre más rico del mundo y resultó ser un trabajador ilegal aquí. No, hablo en serio. Se suponía que debía estar en la escuela cuando llegó con una visa de estudiante. Pero no fue a la universidad. Violó la ley. ¿Y ahora está hablando de todos esos trabajadores ilegales que vienen este país? Vamos, hombre", señaló Biden en un acto de campaña en un sindicato de Pittsburgh.

PREOCUPACIÓN POR LA ECONOMÍA

Sea como fuere, lo cierto es que las estrategias de Trump parecen estar funcionando. Tras la impresionante remontada de Harris tras tomar el relevo de Biden, Trump ha estrechado la diferencia y ha conseguido ponerse por delante en algunos estados clave como Arizona. A falta de saber quién será el próximo ocupante de la Casa Blanca, los expertos sí parecen tener clara una cosa: sea quien sea el ganador, la economía estadounidense será la perdedora.

"Si bien una recesión generalizada no es nuestro punto de partida, los riesgos económicos siguen siendo una fuente de incertidumbre a medida que el crecimiento de Estados Unidos se desacelera. Los déficits de EEUU serán los grandes perdedores gane quien gane. La reforma fiscal dominará Washington el próximo año, cuando expiren las disposiciones individuales de la Ley de Recortes y Empleos Fiscales de 2017", explican Tiffany Wilding y Andrew Balls, economistas de Pimco.

Estos expertos tampoco esperan "mucho estímulo fiscal adicional", dados los posibles escenarios (una pequeña mayoría o un Gobierno dividido) y la falta de espacio fiscal, ni una consolidación fiscal. "Es probable que los déficits anuales sigan siendo elevados (entre el 6% y el 7% del PIB) antes de que se produzcan cambios políticos adicionales, debido a la falta de voluntad política para frenar el gasto en derechos, así como a las escasas compensaciones para pagar la prórroga de la mayor parte de los recortes fiscales de 2017", apuntan.

Las políticas comerciales también son un foco de preocupación para los analistas. Los planes de Trump han generado inquietud en organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial, especialmente los relacionados con las subidas de los aranceles. En concreto, Trump ha propuesto elevar hasta el 10% los aranceles a cualquier importación y hasta el 60% en el caso de que los productos provengan de China, lo que podría desatar una guerra comercial total entre ambas potencias.

Según los expertos de Pimco, estas medidas podrían encarecer las inversiones tangibles de Estados Unidos, perjudicar a los sectores exportadores estadounidenses al hacerlos menos competitivos y, sobre todo, lastrar la demanda. "Los aranceles también serían probablemente inflacionistas para los socios comerciales cercanos de EEUU, en la medida en que sus gobiernos tomen represalias con barreras comerciales similares, pero deflacionistas en otros lugares, ya que el menor crecimiento mundial debido a la creciente incertidumbre comercial podría pesar sobre las materias primas, mientras que los bienes previamente suministrados a los mercados de EEUU podrían ser redirigidos", apuntan.

"Las implicaciones relativas de los aranceles crearán un entorno económico difícil para la Reserva Federal (Fed). Los responsables de la política monetaria tendrán que tener en cuenta que el aumento de la inflación a corto plazo (a medida que los costes adicionales de los aranceles se trasladen a los consumidores) corre el riesgo de elevar las expectativas de inflación, a pesar de los riesgos a la baja para el crecimiento a medida que caen los ingresos reales", sentencian estos estrategas.

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