Julio Guzmán, ¿el "outsider" de las elecciones presidenciales peruanas?
Algo diferencia a este candidato, y a otros que están al fondo de la tabla, como Verónika Mendoza, de Frente Amplio, como Alfredo Barnechea de Acción Popular, de los que andan primeros: es que es más decente.
Actualizado : 08:02
Julio Guzmán, el candidato de Todos por el Perú, podría convertirse en el outsider de las próximas elecciones presidenciales en Perú. No figura en los primeros lugares de las encuestadoras, pero es una de los candidatos que más “me gusta” recibe en Facebook. O se pasa todo el día creándose cuentas falsas en la red social y dándole obsesivamente al ratón o es que realmente se ha ganado la simpatía de cierta parte de la población peruana, mayoritariamente joven.
Este político llega a esta campaña con un discurso diferente: ni por los pobres ni por los ricos sino por la clase media. Perú, dice, debe invertir en la clase media, que es la que genera trabajo (y no acapara riqueza y se la lleva a un paraíso fiscal) y la más emprendedora por ser siempre el jamón en el emparedado.
Siempre hay subsidios para los pobres, y está bien, siempre hay ventajas para los ricos, y es debatible, pero a la que ningún candidato menciona es la clase media peruana, que de media solo tiene las cuentas: la calidad de los trabajos ha disminuido y la enseñanza escolar privada no es de las mejores. Para Guzmán, Perú ha perdido el tiempo con gobiernos que saben administrar la escasez pero no la abundancia y, según las reversas internacionales y las cuentas nacionales, dinero en Perú hay para ejecutar grandes obras, para “invertir en las personas” y fortalecer las instituciones, como él lo llama.
Guzmán ha afirmado una y otra vez que las naciones más poderosas lo son porque han invertido en el talento de su gente y lleva razón.
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Para poder invertir en las personas, este joven político de 45 años, Perú, primero, debe desembarazarse de dos taras que tiene pegadas en el esternón: la corrupción, que se lleva entre el 15% y el 30% del gasto público peruano, y la inseguridad, que no es más que una consecuencia de las desigualdades, de la inequidad de siempre y, por supuesto, y más recientemente, también del narcotráfico.
En tiempos en que los políticos hacen de todo por un voto, incluso aparecer en un ridículo video musical, invitar a la pareja de un conocido futbolista a un mitin o hasta traicionar sus principios a cambio de poder, Julio Guzmán es una rara avis: se rehúsa a ser un bufón, a que le recuerden, en YouTube, sus descendientes, que fue falso.
Guzmán ha afirmado una y otra vez que las naciones más poderosas lo son porque han invertido en el talento de su gente y lleva razón. Por ejemplo, uno le echa un vistazo al medallero olímpico de los EE.UU., luego a lo que invierten en el deporte de élite, y no puede más que afirmar que es así. En China como en Alemania, de derechas o de izquierdas, siempre ha sido así. No debemos primero preocuparnos por el crecimiento económico y luego por las personas sino al revés: primero por las personas. El crecimiento económico en estos tiempos de neoliberalismo descarnado llegará como consecuencia de una población más educada. Así lo entiende Guzmán en su plan de gobierno.
Julio Guzmán se ubica en el centro del espectro político, según sus propias palabras, no obstante, ha sido señalado como el “candidato de los empresarios” y sus votantes, también lo ha dicho él, son aquellos peruanos que “votarían en blanco o nulo” dado que son siempre los mismos políticos los que asisten a la fiesta y se reparten el pastel. Pero Guzmán se siente como un peruano del siglo XXI, uno cuya vida está “marcada por gente que trata de pisarte, de ponerte cabes”.
En El Comercio, el diario peruano que es parte de un grupo empresarial dueño del 80% de la prensa escrita, Julio Guzmán ha sido descrito como un “demagogo chico” y sus ideas, de generalidades, de “paraíso gaseoso”, como el de todos los candidatos que aparecen en la cresta de la ola, admite el matutino. Y puede que lleven razón. Pero algo diferencia a este candidato, y a otros que están al fondo de la tabla, como Verónika Mendoza, de Frente Amplio, como Alfredo Barnechea de Acción Popular, de los que andan primeros: es que es más decente.
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