Las GCD están autorizadas por la CNMV y cumplen con la regulación de MIFID II
Llevo años trabajando para cambiar el mundo de los fondos de inversión desde el Robo Advisor que dirijo. Mi dilatada experiencia laboral en el sector bancario me ha permitido conocer muy de cerca las estrategias de sus redes comerciales en la venta de estos productos financieros, casi siempre pensadas para obtener más rendimientos que los de los propios partícipes.
Si en su momento alcé la voz contra la comercialización de lo que denominé timofondos garantizados, que llegaron a liderar el mercado de los fondos en nuestro país, por tres motivos principales (tienen hasta cinco tipos de comisiones distintas, no garantizan el 100% de la inversión y la comisión de reembolso para recuperar tu dinero fuera de la ventana de liquidez puede ser de hasta el 5%), ahora no me puedo callar ante lo que considero otro tipo de perjuicio para el inversor en fondos.
Me refiero a la llamada Gestión Discrecional de Carteras (GDC), un servicio que las grandes bancas privadas de las entidades financieras españolas están ofreciendo a sus clientes con patrimonios superiores a 150.000 euros. Gracias al mandato de gestión, que el cliente delega en su comercial, en muchos casos estas carteras que ofrecen a los confiados inversores suelen estar compuestas por una combinación de fondos de sus propias gestoras bancarias y de gestoras internacionales. El truco está en que casualmente esos fondos son los más caros y son los que más réditos les da a las propias entidades, en detrimento claro está de los intereses de los partícipes.
Esta actividad, que no olvidemos está autorizada por la CNMV y cumple con la regulación de MIFID II, permite crear carteras modelo que persiguen una mayor rentabilidad para el banco y no para el inversor. Estas carteras de gestión discrecional acumulan unos costes elevados: la suma de la comisión de asesoramiento (entre 0,5 % y 1,5%) y de la comisión de custodia (entre el 0,15% y el 0,35% por custodiar unos títulos que realmente no custodia porque están en poder de la cuenta ómnibus que tiene el banco en la gestora internacional).
A estos costes hay que añadir el denominado rebate (reembolso que se queda el banco y que le paga la gestora internacional por suscribir esas participaciones en alguna de las clases).
Los bancos han conseguido con esta gestión sacar a los partícipes de los timofondos garantizados y sus estructuras piramidales a otro modelo en el que sus asesores trabajan menos, pero cobran más. Mi recomendación es la misma: buscar asesores independientes que sepan encontrar un equilibrio entre sus legítimos intereses y los de los inversores para que el beneficio sea común.