Los tipos de interés históricos tan bajos chocan con los malos retornos que, históricamente, han dado sus empresas
Hace aproximadamente un año Berkshire Hathaway, la empresa de Warren Buffett, decidió invertir un 5% en Itochu, Marubeni, Mitsubishi, Mitsui and Sumitomo, todas agentes comerciales, lo que puso a Japón en el punto de mira de los gestores de fondos de inversión.
En general, a ojos de los occidentales, la cultura de las empresas japonesas poco tiene que ver con el modelo anglo-americano de capitalismo accionista al que está acostumbrado un gestor de fondos de inversión. ¿Qué vio W.Buffett en estas empresas, anteriormente mencionadas, si especialmente este tipo de compañías se alejan si cabe todavía más de la visión occidentalizada?
Este tipo de negocios, los agentes comerciales, se han ido formando con el devenir de la historia de Japón desde el siglo XIX con los sistemas zaibatsu y keiretsu de lealtad corporativa y de participación cruzada. Entre las décadas de los 50 hasta los 80 actuaron como intermediarios recorriendo el mundo en busca de energía, metales y minerales ayudando a apuntalar el milagro económico japonés.
Posteriormente invirtieron en minas e hidrocarburos para aumentar el auge de las materias primas que lideró China para luego cambiar a algo más “común” y comenzaron a comprar todo, desde pequeñas tiendas a telefónicas. En el proceso acumularon activos más rápido de lo que eran capaces de vender, los resultados las hacen difíciles de manejar para un gestor de fondos de inversión. Mitsubishi vende de todo, desde carbón de coque hasta KFC. Itochu, la más rentable, llama a su división de consumo la octava compañía, lo que implica que se han quedado sin nombres tras tener que nombrar otras siete unidades.
Esto no quiere decir invertir en Japón sea una ganga. El bajo retorno de sus activos fijos, los cuáles sufren, de vez en cuando, reducción de su valor en libros, los convierte en activos con un mayor riesgo intrínseco. Esta complejidad aumenta su coste de capital.
Lo que es cierto es que entender la idiosincrasia japonesa es vital si un gestor de fondos de inversión quiere batir a un mercado con los tipos de interés bajos desde hace más de 22 años.