La efervescencia sensorial del olor que desprende la lluvia al caer sobre suelo seco: el verano vive más allá del vértigo del mercurio.
Hacía calor la noche en que congelaste mi ‘todo lo demás’. No habrá más unanimidad que la del jurado al condenarte culpable por secuestro; no hubo dolo pero sí recreación. Me hablaste de ti, del pasado y los ojalá, mientras escuchaba atento tratando de aguantar el tipo y no caer rendido a tus pies antes del segundo asalto. Y, sinceramente, jamás me había encandilado tanto la naturalidad.
El placer de lo normal pero bien llevado. El lujo es tu media sonrisa mientras divago y no un Hermès. Caían las copas como las tropas en la batalla de Verdún, pero un destello ciega más que el mejor de los alcoholes. Hay noches que nunca se superan, y lo que acontece después es un simple decorado. Qué poco pesa el tiempo cuando vives, y cuánto cuando lo revives.
Anestesiado casi amnésico, abandoné por completo el recuerdo de mi teléfono, el cual no consulté ni cuando fuiste al baño: todo lo que no estuviese sentado a nuestra mesa me daba igual. Cruzado de piernas y con mi postura lo más elegante posible, trataba de parecer elocuente cosa que probablemente no conseguí. Al filo del colapso, mantener el hilo de la disertación con tus ojos clavados en mí era como salir al campo a empatar: sabía que iba a perder. Abandonamos el local sobre las doce y tú seguías en tus trece: no decepcionas ni aunque te lo propongas. Barcelona lucía preciosa aquella noche paseando por sus calles a cada cual más desértica, yo apoyado con mi brazo en tus hombros, tú con el tuyo rodeándome la cintura. Me enseñaste a disfrutar la oscuridad, a temer la aurora y olvidar el reloj. Tus ojos irradiaban más luz que cualquier constelación, y Andrómeda palideció.
Y cuando el otoño tomó la ciudadela, la rutina y su milicia nos venció, el futuro es la mentira mejor vendida justo por detrás de la inversión por dividendo, como decir ‘te quiero’ esperando un ‘yo también’. No basta con querer, también hay que creer, dar algo esperando algo a cambio significa desconfiar.
Conozco los caminos que no recorreré, en el avión de vuelta siempre hay alguien que va. Cuando no tenga a dónde ir volveré a esta noche.
Y ojalá algún día poder llamarte ‘hogar’.