Este jueves entra en vigor la normativa que obliga a controlar el gas radón en las viviendas
Este jueves, 8 de febrero, entra en vigor la directiva europea (2013/59/Euratom) que obliga a controlar el gas radón en las viviendas. Se trata de un elemento que está considerado la segunda causa de cáncer de pulmón después del tabaco, según la Organización Mundial de la Salud, que está presente en concentraciones peligrosas en un 10% de los edificios, de acuerdo a los datos del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) recogidos por Danosa.
Esta nueva normativa obliga, a partir de ahora, a los gobiernos a realizar mediciones en lugares de riesgo y a mitigar la concentración de radón en aquellas zonas en las que se registre un mínimo de 300 becquerelios por metro cúbico, la unidad utilizada para medir este gas. Todo ello en un contexto donde, según el CSN, el 90% de los edificios españoles tienen concentraciones inferiores a este límite y un 10% superan ese nivel.
Asimismo, este reglamento establece que los países miembros de la UE podrán introducir requisitos específicos en los códigos técnicos de edificación que eviten la entrada de este gas en los inmuebles de nueva construcción y fomenten su reducción en las casas ya construídas.
No obstante, aunque una disposición como esta siempre es bien recibida, también establece límites inferiores a los deseados, ya que en Estados Unidos el nivel máximo está establecido en los 148 becquerelios y la OMS fija en 100 la frontera a partir de la cual el radón comienza a ser peligroso para la salud.
En España, el mapa predictivo de exposición al gas radón del CSN divide el territorio en tres categorías de exposición potencial: baja, media y alta. El CSN señala Galicia, algunas zonas de Madrid, Salamanca, Ávila, Toledo, Cáceres, Sevilla, Córdoba, Jaén, Almería y Gran Canaria como las zonas de mayor exposición.
Este gas, que si se inhala durante un periodo prolongado de tiempo puede resultar cancerígeno, se encuentra principalmente en los suelos de pizarra y granito y penetra en el interior de los edificios si estos no se encuentran debidamente protegidos. Las posibles vías de entrada a nuestros hogares pueden ser por el interior de la cámara de aire de los muros exteriores; a través de la solera, la pieza de madera que se coloca en la parte superior de un muro y sobre la cual se apoya el techo; los muros del sótano, los conductos de saneamiento, el forjado sanitario o a través de fisuras y grietas.
Por todo ello, es fundamental proteger la edificación para evitar que el radón penetre en las viviendas. Y, en este sentido, sistemas como el de extracción o presurización, que no es más que la instalación de artefactos de extracción de aire desde los cimientos a los muros laterales, pueden acabar con este gas letal. También, los materiales aislantes y las láminas impermeabilizantes, que actúan como barrera contra el radón y además protegen al edificio de todo tipo de humedades y actúan contra el frío y el calor. Otras opciones pasan por utilizar una bomba de vacío, que extrae las moléculas de gas del espacio sellado; hacer un pequeño pozo como arqueta de succión, de manera que obliguemos al gas a ir hacia ese pozo para posteriormente expulsarlo fuera de las viviendas o sellar las grietas y fisuras que puedan encontrarse.