MADRID, 13 (EUROPA PRESS)
Científicos españoles han publicado un artículo en la revista 'Cretaceous Research' en la que describen una nueva especie de tortuga primitiva. Bautizada con el nombre de 'Aragochersis lignitesta', sus restos fueron hallados en la mina de Santa María de Ariño (Teruel) en niveles de hace unos 110 millones de años.
Adán Pérez García, miembro del Grupo de Biología Evolutiva de la UNED y especialista en el análisis de tortugas fósiles, es el investigador principal de este trabajo realizado junto a un equipo de investigadores de la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis, cuyos resultados han permitido presentar esta nueva especie, definida mediante los esqueletos más completos de tortugas terrestres primitivas del Cretácico Inferior de Europa y los caparazones mejor conocidos, para ese periodo, a nivel mundial.
"El material analizado permite mejorar notablemente el conocimiento sobre el grupo al que pertenece, los heloquelídridos, tanto aportando nuevos datos sobre la anatomía craneal, del caparazón y de otras partes del esqueleto de estas tortugas, como mediante la descripción de una nueva especie y género que no solo corresponde ala tortuga primitiva mejor caracterizada del registro español, sino a la más completa del Cretácico Inferior de Europa", explica Adán Pérez.
El material de tortugas primitivas español que acaba de ser publicado procede de la mina de carbón Santa María de Ariño, en Teruel, bien conocida por su excelente registro fósil. Allí se describieron previamente varias nuevas especies de dinosaurios y cocodrilos, e incluso una pequeña tortuga de agua dulce, 'Toremys'.
Sin embargo, hasta ahora la presencia de grandes tortugas terrestres primitivas no había sido notificada en esta zona fosilífera. "De esta forma, a los descubrimientos realizados a lo largo de los últimos años en esta localidad turolense, que aportaban una nueva visión sobre las escasamente conocidas faunas de dinosaurios y otros vertebrados de la parte final del Cretácico Inferior, se suma el de la nueva tortuga terrestre, permitiendo una visión más detallada de cómo sería ese ecosistema dominado por reptiles, hasta ahora exclusivo de Teruel", continúa el investigador.
UNO DE LOS REGISTROS MÁS ABUNDANTES
El registro de tortugas fósiles español es uno de los más abundantes y diversos del continente europeo. Entre las distintas tortugas identificadas en España se reconocía la presencia de tortugas primitivas. Así, desde hace cerca de un siglo, se habían hallado restos fragmentarios de estas tortugas en niveles del Cretácico Inferior, especialmente en aquellos depositados hace unos 125 millones de años.
Sin embargo, el conocimiento sobre estos reptiles era muy escaso, debido a ese limitado registro. Estas tortugas basales españolas correspondían a 'Helochelydridae', un linaje identificado tanto en otros lugares de Europa (especialmente en Gran Bretaña) como en Norteamérica, originado cuando ambos continentes estaban unidos y resultando en dos grupos aislados cuando comenzaron a separarse, mediante la generación del Océano Atlántico, durante el Jurásico.
A pesar de la amplia distribución geográfica del grupo, los yacimientos con restos bien preservados de estas tortugas son muy escasos a nivel mundial. Este nuevo hallazgo español arroja, por tanto, las claves para ampliar drásticamente el conocimiento sobre estas tortugas primitivas.
"Las tortugas son un peculiar grupo de reptiles, cuya apariencia difiere radicalmente de la de cualquier otro animal conocido. Habitualmente se tiende a decir que estos animales apenas han experimentado cambios a lo largo del tiempo. Sin embargo, durante más de 220 millones de años de evolución, este grupo ha sufrido importantes modificaciones", comenta Pérez García.
De hecho, sostiene que, aunque algunas de las especies que coexistieron con los populares dinosaurios tenían apariencia cercana a la de ciertas tortugas actuales, otras eran radicalmente diferentes. Entre estas últimas destacan las tortugas primitivas, muchas de ellas correspondientes a formas terrestres, de relativo gran tamaño, con caparazones de más de 60 centímetros de longitud.
Dichas tortugas no habían desarrollado aún la capacidad de retraer la cola, patas o cuello dentro del caparazón, por lo que su protección frente a los depredadores se hacía de una manera diferente: esas regiones anatómicas estaban cubiertas por estructuras rígidas, muchas de ellas terminando en pinchos, que les otorgaban una coraza protectora.