Droblo, autor de 'Especulando con la crisis': 'Estoy convencido que estamos en una burbuja de tipos bajos de deuda pública'

Si algo he aprendido es que para obtener beneficios es más importante estar a favor de la tendencia que tener razón

  • Los gestores políticos son cortoplacistas que nunca gobiernan pensando en que podría haber una crisis
  • No hemos aprendido nada de la crisis y no hemos puesto remedio a casi nada
María Díaz
Bolsamania | 27 ene, 2015 08:43 - Actualizado: 08:54

Bajo el seudónimo de 'Droblo' opera uno de los analistas y traders más reconocidos en el mundo bursátil. Con una dilatada experiencia financiera antes de pasar por el fuego de la bolsa se atreve con su primer libro 'Especulando con la crisis', una obra en la que repasa desde la crisis de deuda europea a las soluciones que necesita España, pasando por sus mejores consejos para inversores particulares.

Pregunta. ¿Qué valoración hace usted de la crisis? ¿Cree usted que ésta es diferente o responde a los mismos parámetros que otras anteriores?

Respuesta de Droblo. Mala, claro. La que empezó a finales de 2007 en los EUA es bastante típica (sobrevaloración de activos+crisis financiera), aunque por su virulencia sólo es comparable a la de 1929 pero por ejemplo la crisis de la Zona Euro sí encuentro que es original. Nunca varias entidades políticas diferentes sin unión política ni fiscal ni bancaria y con tantas diferencias entre ellas se atrevieron a usar una misma moneda y una política monetaria común y eso provocó que un miembro que apenas suponía el 3% del PIB total hiciera temblar toda la Unión si bien las causas de aquello –descuadre de las cuentas públicas por un lado y error en la medición de los riesgos por otro- no suponen ninguna novedad.

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P. A grandes rasgos, ¿qué hemos aprendido de la crisis y a qué no hemos puesto remedio para evitar la siguiente?

No hemos aprendido nada de la crisis y no hemos puesto remedio a casi nada

R. Me obligas a un gran esfuerzo de síntesis de todo mi libro pero la respuesta breve para la primera es: nada y para la segunda: a casi todo.

R. ¿Cree usted que las medidas tomadas por organismos internacionales y gobiernos han servido para prevenir futuras crisis? Sinceramente, no sé a qué medidas te refieres: ¿la refundación del capitalismo de la que se hablaba hace unos años?

R. En mi opinión, por poner un ejemplo algo descabellado, si en 2015 subiera la rentabilidad de la deuda pública norteamericana en la misma proporción que bajó el precio de la vivienda en 2008, algún gran banco quebraría como le pasó entonces a Lehman Brothers, se hundiría la bolsa, se contagiarían todas las áreas económicas, se volvería a cerrar totalmente el grifo del crédito y aumentaría el paro mientras los estados saldrían en defensa del sistema financiero. Es decir, ocurriría lo mismo.

P. En su opinión, ¿cuál es la mayor verdad y la mayor mentira que nos ha dejado la crisis?

R. Otra pregunta muy compleja porque la crisis nos ha dejado muchas lecciones. Una verdad puede ser que los gestores políticos son cortoplacistas y que nunca gobernaron pensando en que podría haber una crisis a pesar de que sabían que éstas son cíclicas. Y siguiendo con ese tema, la gran mentira son las previsiones de analistas y organismos internacionales que en sus previsiones a futuro jamás tienen en cuenta los baches –demostrables estadísticamente- confiados en una permanente visión de crecimiento infinito.

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Los gestores políticos son cortoplacistas que nunca gobiernan pensando en que podría haber una crisis a pesar de que sabían que éstas son cíclica

P. Centrándonos en nuestro país, ¿España está saliendo de ella tal y como asegura el Gobierno de Mariano Rajoy?

R. Primero tendríamos que especificar qué entendemos por crisis pero es evidente que estamos mejor que hace un año y que dos y que la tendencia es buena. El problema es que estamos muy por debajo de nuestro potencial y que, en general, hemos retrocedido muchos años. No creo que desde la postguerra española haya habido, como ocurre ahora, una generación que le dijera a la anterior que lo que le deja es peor. Y me temo es algo que pueda ser común a muchas economías de Occidente.

P. Una de las consecuencias más serias de la crisis para nuestro país ha sido el empleo, ¿qué necesita el mercado laboral para experimentar un cambio de calado?

R. La clave está en crear empleo y para ello en un mundo globalizado hay que ofrecer valor añadido. Intentar ser competitivos con bajos salarios no creo sea el camino ya que siempre nos vencerán en ese aspecto los países en vías de desarrollo, hay que mirar más por la calidad del producto. De todos modos, se le da demasiada importancia al gobierno de turno en la creación de empleo, los que cambiaron la tendencia del paro en España en el peor momento fueron los empresarios turísticos y los que se orientaron a la exportación y lo hicieron con muy poca ayuda gubernamental y contra adversidad tales como una factura energética cara.

Las consecuencias ya las estamos viendo: o aumenta el número de empleos o la proporción entre clases pasivas y activas hará peligrar el llamado 'estado del bienestar'

P. A parte de una crisis económica y financiera, hemos asistido a una social. ¿Qué consecuencias tendrá esta?

R. La social ha sido consecuencia de las anteriores y en Occidente se mezcla con la demográfica (envejecimiento de la población y baja natalidad). Las consecuencias ya las estamos viendo: o aumenta el número de empleos o la proporción entre clases pasivas y activas hará peligrar el llamado “estado del bienestar”. Y mientras la economía no crezca más, hay que ajustar los gastos y por eso hay recortes que pueden estar justificados. Por desgracia, algunos no tienen claras las prioridades: mantienen gastos prescindibles –como las diputaciones o el Senado-, reducen inversiones muy necesarias -como la investigación- y ponen parches a temas que necesitan una reforma radical (como asegurar el pago de las pensiones).

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P. ¿Cuál es la mayor amenaza para las economías y los mercados? Quizás, ¿una posible burbuja?

R. Como ya pasó tras la crisis “.com” pero de forma mucho más exagerada ahora, los bancos centrales están propiciando con su liquidez barata y masiva que el ahorro y la inversión apueste por más riesgo a cambio de rentabilidad. Si hoy nos asombramos del precio al que se pagaba una vivienda en Seseña en 2006, estoy seguro que en el futuro se harán cruces recordando que había quien compraba deuda de un estado pagando dinero por quedársela como ocurre en la actualidad. Veremos lo que tarda en estallar pero estoy convencido que estamos en una burbuja de tipos bajos de deuda pública y ese seguramente sea el mayor riesgo junto a la sobrevaloración de Wall Street.

Estoy convencido que estamos en una burbuja de tipos bajos de deuda pública

Cualquier crash que pueda haber en los mercados va a influir en la economía. Debería ser al revés –que los mercados se movieran por datos o por expectativas de la evolución económica- pero no tengo nada claro que con el exceso de política monetaria que existe, eso vaya a ocurrir. Por eso, riesgos económicos graves –como la deflación- e incluso geopolíticos –como la guerra de Ucrania o una posible ola de atentados yihadistas en Occidente- son quizás menos peligrosos que la extrema complacencia con la que el sistema financiero está manejando sus inversiones.

No obstante, a los inversores individuales les diría que esta situación de euforia, con todo lo peligrosa que es, podría alargarse mucho tiempo y por muchos argumentos que uno tenga, debe extremar sus precauciones pero no debe posicionarse contra ella. Si algo he aprendido de tantos años trabajando en el mundo financiero es que para obtener beneficios económicos es más importante estar a favor de la tendencia que tener razón. Y eso que la situación actual me recuerda a la de finales de 2007 cuando la burbuja inmobiliaria norteamericana ya hacía más de un año que había estallado y aún así, el S&P 500 obvió todos los problemas y marcó máximos históricos.

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