El banco central afirma que sólo tiene como objetivo la estabilidad de precios, pero es sólo en teoría
La historia que recorre los mercados de capitales y que provoca el caos absoluto es la fortaleza del dólar. Básicamente, los inversores reaccionan al miedo a la escasez de moneda de EEUU -60% de las reservas mundiales de divisas están en dólares-, por la carrera desenfrenada de la Reserva Federal de EEUU (Fed) en el endurecimiento de su política monetaria para combatir la inflación. Y el liderazgo del dólar se traduce en debilidad del euro, la libra, el yen y todas las divisas de países emergentes. Pero en el caso de la moneda única, se suman otra serie de factores, entre ellos las acciones del Banco Central Europeo (BCE).
Fuera del mercado de las divisas, el subidón del ‘billete verde’ vuelve loco el mercado de bonos por el temor a que los países no puedan pagar sus deudas denominadas en dólares, y provoca caídas en las bolsas por que los operadores se apartan de todo lo que implica un mínimo de riesgo. Wall Street se lleva la peor parte ya que, además, una moneda fuerte lastra los beneficios empresariales. A lo anterior, en la zona euro se añade la guerra en Ucrania y la crisis del gas, que se cobra un precio en la inflación, ante un BCE que dice defender un solo objetivo, pero que “en la práctica persigue tres”, afirma Xueming Song, estratega de DWS.
A juicio de este experto, los factores descritos no pueden explicar por qué, por ejemplo, el franco suizo, el peso mexicano o el real brasileño se han mantenido fuertes, “aunque estos países tienen problemas económicos similares a los de la zona del euro. “Lo que llama la atención es que los bancos centrales de estos países luchan rigurosamente contra la inflación”, afirma.
Cabe suponer que el BCE tendría que ser un banco central que no tolerara en absoluto la inflación, ya que en teoría sólo tiene un objetivo, el de la estabilidad de los precios. Desde la incorporación del euro, es cierto que la inflación no ha sido un verdadero problema en la zona de la moneda común. Sólo a partir de 2022 ha aumentado drásticamente. "Sin embargo, el BCE ha fracasado en su primera prueba: la inflación es ahora de dos dígitos en más de la mitad de los países de la zona del euro", afirma el analista.
El experto explica que si se analiza con detenimiento, hay esencialmente dos factores estructurales responsables de este fracaso. "El primer factor es que, en la práctica, el BCE persigue varios objetivos. Cuando el expresidente, Mario Draghi, anunció en julio de 2012 que el BCE defendería la moneda común "cueste lo que cueste", introdujo otro objetivo además de la lucha contra la inflación, a saber, evitar la quiebra del euro centrándose más en el crecimiento económico y el empleo.
Recuerda el experto que Draghi hizo esta declaración en un momento en que la comunidad internacional dudaba de que el euro fuera a durar, dado el endeudamiento de los distintos países miembros. Sin embargo, la crisis de la deuda en la zona de la moneda común no se ha superado realmente hasta la fecha. Si la inflación y los tipos de interés aumentan ahora, se plantea la cuestión de cómo estos países deben hacer frente al pago de su deuda. Al fin y al cabo, el mercado de capitales es racional y exige una prima de riesgo a los países más endeudados. Esto, sin duda, puede acarrear problemas económicos a los afectados.
Por ello, el BCE ha asumido otro objetivo, asegura Song: “El de hacer frente a la fragmentación de las rentabilidades. Pero se trata de riesgos de crédito y la solvencia debería ser en realidad responsabilidad de los ministerios de finanzas”. Sin embargo, el BCE evalúa la situación de tal manera que el funcionamiento de la política monetaria en su conjunto está en peligro debido a las primas de riesgo. No obstante, “luchar al mismo tiempo contra la inflación, el desempleo y el riesgo de crédito no es posible", resume Song.
El segundo factor radica en la heterogeneidad de la zona monetaria común, que se refleja en la actitud de los bancos centrales locales. Alrededor de un tercio de los miembros del Consejo del BCE proceden de países que casi siempre han tolerado una mayor inflación para generar un mayor crecimiento económico. Por tanto, “el BCE sólo puede ser un banco central blando”, dice el analista.
A esto hay que añadir la actual dirección del BCE. La presidenta Christine Lagarde es percibida generalmente como una presidenta política. "La política, sin embargo, se nutre de compromisos. Así que la heterogeneidad en la eurozona podría incluso verse reforzada por ello: Cuando se trata de objetivos contradictorios, habrá aún más concesiones en lugar de centrarse en un solo objetivo. Por eso, la lucha contra la inflación sólo puede llevarse a cabo a medias”, prosigue Song. Así que “un BCE blando no puede garantizar un euro duro", concluye.