Opinión | Francia: mucho dolor, escasa solidaridad

París es actualmente el primer aliado de los EEUU en Siria, al tiempo que reprime la extensión del islamismo radical en Mali

Antonio Papell
Bolsamania | 16 nov, 2015 19:56
Portada-Francia

"Todos somos parisinos", "todos somos franceses". Estos han sido los lemas de la solidaridad internacional con el país vecino, que ha padecido el gran zarpazo del terrorismo salafista.

La reacción ante el atentado francés debió haber sido, tras las condolencias, la disponibilidad de toda la UE para convertir la cuestión siria en un problema europeo, que habría que gestionar a través de la OTAN, mediante un acuerdo con Moscú.

Francia era la víctima propiciatoria, todo el mundo lo sabía, de la actual situación geoestratégica mundial, ya que participa activamente en la lucha contra el islamismo radical –en Siria y en Mali, con determinación y un gran acopio de fuerzas- y porque tiene en su interior grandes grupos de inmigrantes procedentes del mundo árabe e islámico por sus lazos históricos con el Magreb. Son grupos de musulmanes que ya poseen la nacionalidad francesa pero que no han terminado de adaptarse al modo de vida francés –sus hijos y nietos padecen además con gran dureza la huella de la crisis- y que por añadidura sufren la hostilidad de la extrema derecha, que en Francia tiene una potencia inusitada en la Unión Europea.

El dolor de quienes asistimos desde fuera a la gran masacre es sin duda sincero –también hemos recibido muchos de nosotros, los españoles en concreto, la solidaridad francesa cuando nos lamiamos nuestras propias heridas, por los atentados de ETA o por el 11M- pero la mayoría de los demás estados europeos está muy lejos de querer ser Francia, es decir, de implicarse realmente en los conflictos de nuestro alrededor. París es actualmente el primer aliado de los Estados Unidos en Siria, al tiempo que reprime la extensión del islamismo radical en Mali, donde ha contenido un movimiento que ponía en riesgo la ribera sur del Mediterráneo. España apoya con personal y material militar este despliegue africano. También mantiene un contingente en Irak, donde es preciso frenar los avances del DAESH, adiestrado por cierto por militares sunnies de ese país.

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El problema de Siria, que está a nuestras puertas y desestabiliza todo el cercano oriente, se ha convertido en el escenario de una nueva confrontación entre Rusia y Estados Unidos, cuando en este caso todas las partes tienen el mismo interés, que pasa por desmantelar el Estado Islámico. La reacción ante el atentado francés debió haber sido, tras las condolencias, la disponibilidad de toda la UE para convertir la cuestión siria en un problema europeo, que habría que gestionar a través de la OTAN, mediante un acuerdo con Moscú. La inhibición occidental ante el conflicto no sólo abona las riadas de cientos de miles de sirios que buscan asilo y refugio en Occidente sino que está provocando las represalias de los fanáticos salafistas, que según parece se han infiltrado en algún caso ocultos entre las muchedumbres de emigrantes.

El terrorismo islámico en Europa no tiene fácil solución, evidentemente, pero desde luego no se combate mediante la pasividad, el temor mal disimulado –Cameron- a tomar iniciativas que puedan suscitar represalias, el miedo cerval a generar impopularidad si se toman posiciones beligerantes contra los promotores de las sanguinarias acciones. Sigue siendo un escándalo que la Unión Europea necesite a los Estados Unidos para resolver los conflictos geoestratégicos de su zona de influencia. No hay en la UE engrudo bastante para que un gran actor europeo plante cara a quienes se aprovechan de la desunión para cometer sus terribles atentados.

Antonio Papell

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