Son pocas las voces internas que cuestionan el gesto de Pedro Sánchez
El hecho de que se haya desencadenado una gran polémica porque el PSOE haya exhibido con provocativo alarde una gran bandera española en el acto de proclamación de Pedro Sánchez como candidato a la presidencia del Gobierno demuestra que la medida, en realidad solo un gesto teatral muy expresivo, fue un extraordinario acierto.
Son tan pocas las voces internas que cuestionan el gesto de Pedro Sánchez (en realidad, el único notable discrepante ha sido Manuel de la Rocha, en evidente y franca minoría).
El PSOE es el único gran partido de esta etapa democrática que lleva la “E” de España en su frontispicio. Siempre ha sido un bastión de la unidad nacional, lo que le ha atribuido fuera fama de ser una formación ‘nacionalista’ (en los ochenta, los norteamericanos llamaban “jóvenes nacionalistas” a los socialistas españoles que acababan de llegar al poder). Y nunca ha ocultado la bandera, ni siquiera cuando su exhibición era sistemáticamente manipulada por los grupúsculos de la extrema derecha. Por eso son tan pocas las voces internas que cuestionan el gesto de Pedro Sánchez (en realidad, el único notable discrepante ha sido Manuel de la Rocha, en evidente y franca minoría).
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Ahora, la exhibición de la bandera española con más alarde que antes significa sencillamente que se han superado definitivamente, y desde bastante atrás, los tics antifranquistas del pasado, por lo que no está mal que se luzcan los símbolos constitucionales. Tampoco hacer falta un alarde constante, pero sí resulta reconfortante exhibirlos en momentos singulares para recordar los vínculos transversales que nos unen.
LO QUE DICE EL PP...
Curiosamente, el gesto del PSOE ha molestado al Partido Popular, que hasta hace poco era el único que lucía con asiduidad la bandera y puede haberse visto invadido por la ‘osadía’ de su adversario ideológico, pero a quien ha perjudicado ha sido a Podemos, que queda en evidencia.
Podemos está en el arcano, en la premodernidad, cuando aquí ya nos hemos vuelto posmodernos y salimos sin empacho a lucir algo tan simple como la enseña que simboliza a la patria...
Podemos es el partido de la ambigüedad preconstitucional. Despegado de la Transición y del que llama despectivamente “régimen del 78”, defiende todavía un abstracto y antiguo derecho de autodeterminación de los pueblos que está ya muy tasado y que ningún organismo supranacional identifica con nada más que con el derecho de los países colonizados a la emancipación. Y hace declaraciones dudosas sobre la independencia de Cataluña, sobre la vigencia de las lenguas propias y su coexistencia con el castellano, etc. Podemos está en el arcano, en la premodernidad, cuando aquí ya nos hemos vuelto posmodernos y salimos sin empacho a lucir algo tan simple como la enseña que simboliza a la patria y a la Constitución. Una elaboración intelectual en pleno vigor, muy posterior –conviene recordarlo- a esa guerra civil que cierta izquierda radical pretende todavía ganar, como si fueran actuales los términos en que se planteó. No sería extraño que el siguiente paso de Iglesias fuera proponer la fundación de la Segunda República.
En cualquier caso, sólo una pluma de prestigio, la de Juan Cruz, ha sugerido la inteligente idea de escuchar también (o además) el parlamento de Sánchez mientras lucía ante aquella descomunal bandera, y resulta que el mensaje del líder socialista no fue contra nadie sino que "usó a Fernando de los Ríos, en cuya sabiduría se sustentó Lorca, para invocar respeto entre contendientes, y usó la palabra de Saramago, que venía de otras banderas (las banderas de Portugal), para alertar contra el mal uso de la democracia entre nosotros". Éste debería ser el quid de la cuestión.
Antonio Papell
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