Fuentes socialistas defienden que se trata sólo "de una votación", pero destacan el giro de la formación de Arrimadas
La crisis originada por el coronavirus ha provocado que se intuyan vientos de cambio en la legislatura. El apoyo de Ciudadanos a la prórroga del Estado de alarma hasta el 24 de mayo desbloquea lo que hasta ahora había sido un imposible: que el Gobierno de coalición PSOE-Podemos busque sinergias con fuerzas que no sean las de la investidura y que se alíe con el partido que lidera Inés Arrimadas, cuyas tesis se colocan en las antípodas de las ideas de Pablo Iglesias.
Pero el secretario general del partido morado no ha tenido otro remedio que aceptar que lo encamen con la fuerza liberal, aún a sabiendas de que, de repetirse en el futuro, puede suponer un veto a algunas de sus propuestas. Y aunque en el partido se esfuerzan en señalar que Arrimadas no ha puesto condiciones, como sí lo había hecho el PP, que había llegado a pedir recortes en el Gobierno, a nadie escapa que un eventual apoyo de Ciudadanos a los presupuestos -que Arrimadas no ha descartado- es incompatible con el impuesto a las rentas altas por el Covid-19, las tasa Tobin o la idea de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, de que las empresas que paguen dividendos no puedan acogerse a un ERTE.
La prueba de fuego de este entendimiento llegará cuando se tenga que superar la pantalla de recabar apoyos para las cuentas del Estado. El futuro Proyecto de Ley Presupuestaria se elaborará bajo la sombra de la pandemia y la crisis económica, por lo que “si las medidas están consensuadas, son sensatas y se corrigen errores, lo perfecto es que los presupuestos tuvieran el apoyo de la oposición en sentido amplio", ha declarado la líder de la formación naranja. Desde el PSOE, conscientes de que con ‘errores’ Arrimadas se refiere a muchas de las medidas auspiciadas por Podemos, se esfuerzan en subrayar que más que una alianza, el respaldo del miércoles es fruto de un entendimiento puntual y sólo “con el tiempo” se verá si puede evolucionar en algo más.
“La composición del Congreso obligará en muchos casos a buscar apoyos en otros partidos”, prosiguen y quitan hierro al gesto de la fuerza de centroderecha al asegurar que la prórroga de la alarma “es sólo un ejemplo más”. Arrimadas, a su vez, también se ha visto obligada a excusarse ante su militancia, sobre todo después de que destacados miembros de la formación como el exportavoz parlamentario, Juan Carlos Girauta, y la exportavoz en el Ayuntamiento de Barcelona, Carina Mejías, se dieran de baja. La figura del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a las ideas que califican de “socialcomunistas” se atragantan al ala más a la derecha de Ciudadanos. El sector socialdemócrata, en cambio, que siempre ha buscado un entendimiento con el PSOE, ha celebrado la decisión.
La pandemia ha servido de puntilla a Ciudadanos para que cumpla, al fin, con el encargo que sus sponsors hicieron a Arrimadas mucho antes de la salida de Albert Rivera: que sea un partido bisagra. Gran parte del empresariado que gestó y ejecutó el ascenso de la formación naranja y que retiró sus apoyos cuando el anterior líder tomó la senda que desembocó en su cataclismo electoral, ya había sondeado a la aleccionado presidenta y esperaba el momento en que, bajo su mando, pudiera ocupar el centro político en España que ahora se halla desierto.
El cambio de etapa en el partido ya es un hecho. Harina de otro costal es que se convierta en la nueva muleta de Sánchez. Y mucho menos claro está cuánto cederá Podemos. “Cuanta menos influencia económica" tenga "mejor”, ha asegurado Arrimadas, sobre todo de cara a Bruselas, ha dicho, agitando la vieja idea de que en Europa, unos presupuestos pactados con ellos van a dar más poder a Sánchez para negociar de cara a la reconstrucción.
Sin embargo, ni Ciudadanos ni el PSOE quieren atarse, todavía: “El Gobierno seguirá teniendo 155 escaños”, señalaba Arrimadas desde el hemiciclo. En Ferraz también se ha mantenido la mano tendida a ERC y fuentes del partido recuerdan que es su socio natural, ya que la investidura se hizo en función a unos pactos que aseguran mantener superada la emergencia sanitaria.
ERC, EL SOCIO PREFERENTE
“Cuando la situación del Covid-19 lo permita, recuperaremos la mesa de diálogo a la que nos comprometimos”, remarcan en el partido, y no olvidan que ese fue el acuerdo a cambio de la abstención del partido que lidera Oriol Junqueras. Pero la fuerza independentista se ha mostrado claramente irritada por la sintonía PSOE-Ciudadanos y ha avisado a Sánchez de que "no hay legislatura sin diálogo”, en palabras de su portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián. Mucho más contundete, el propio Junqueras ha asegurado que el PSOE "tiene que decidir si se lanza a los brazos de Cs o si quiere mantener las mayorías de la investidura", y ha acusado al Gobierno de actuar como si tuviese mayoría absoluta, sin informar ni consensuar.
El enfado de Junqueras ha sido rápidamente contestado por la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo: “No hay cambio de alianzas, nosotros somos un Gobierno progresista” y “nosotros acompañamos a ERC y ERC nos acompaña”. Y ha atribuido el voto contrario de los republicanos a la competición electoral con JxCat, su socio en el Govern y principal rival de cara a las próximos comicios al Parlament.
Pero esta situación no cambiará en el corto plazo, por lo que el debate sobre las sumas de fuerzas en lo venidero está sobre la mesa. Lo único en claro en estos momentos, según los analistas políticos, es que Ciudadanos ha sabido aprovechar la oportunidad que se le ofrecía y ha salido muy reforzado frente al PP. El centro político ya tiene inquilino.