El PSOE ganará en Andalucía

Antonio Papell
Bolsamania | 01 dic, 2018 06:00
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La presidenta de la Junta y candidata a la reelección por el PSOE-A, Susana DíazEUROPA PRESS

Las encuestas pronostican que el PSOE volverá a ganar en las elecciones andaluzas de este domingo, aunque lejos de la mayoría absoluta y por tanto sólo gobernará si consigue pactar con otra organización. No parece fácil pero acabará consiguiéndose.

Como es conocido, el PSOE gobierna Andalucía desde la etapa preautonómica, que comenzó poco después de las primeras elecciones democráticas de 1977. El primer presidente la Junta Preautonómica, en junio de 1978, fue el senador socialista Plácido Fernández Viagas, quien en junio de 1979 cedió el testigo a Rafael Escuredo. Viagas impulsó la firma del Pacto de Antequera el 4 de diciembre de 1978 (el Día de Andalucía) que obligaba a todas las fuerzas políticas —once partidos participantes— a conseguir la autonomía plena para la región. Y pese a la inicial oposición de la UCD, Andalucía alcanzó efectivamente la autonomía a través del artículo 151 CE, como las comunidades históricas. En 1982 se celebraron las primeras elecciones autonómicas, que ganó el PSOE con Escuredo al frente con el 52,10% de los votos y desde entonces los socialistas han ganado todas las celebradas salvo las de 2012, en que la victoria correspondió al popular Javier Arenas (pese a lo cual se impuso la coalición PSOE-IU, con Griñán al frente).

¿Cuál es la razón de una tan prolongada e intensa hegemonía, sin parangón en el resto de las comunidades del Estado? Muchos politólogos atribuyen el fenómeno al potente intervencionismo de las instituciones públicas, que habrían generado un acendrado clientelismo que se traduciría en voto cautivo. El caso de los ERE, subvenciones concedidas arbitrariamente, confirmaría semejante tesis. El estrecho vínculo entre la política andaluza y la sociedad es indudable, pero la explicación no es tan simple, como reconocen incluso conspicuos rivales conservadores del PSOE.

Javier Arenas, uno de los grandes damnificados por la primacía socialista y el único que consiguió vencer al PSOE como se ha dicho, detecta como causas de esta situación, además de los fallos y errores de la oposición, dos elementos clave: “Uno es que España es de los cinco o seis países que más han mejorado en los últimos 40 años y en Andalucía los votantes han identificado esa mejora con el PSOE. El otro factor es que el Partido Socialista consiguió que lo identificaran como el auténtico partido de la tierra —aprovechando que Felipe González y Alfonso Guerra son de aquí— y eso dejó prácticamente sin espacio al Partido Andalucista”.

Efectivamente, el PSOE, que no ha conseguido que Andalucía y Extremadura —los furgones de cola del desarrollo español— escalen lugares en el ranking de las comunidades autónomas, sí ha logrado en cambio vincular el desarrollo andaluz al español, evitando cualquier descuelgue. Ello ha requerido actuaciones específicas —el AVE Madrid-Sevilla fue paradigmático en el reequilibrio norte-sur de este país— y el desarrollo de un potente aparato público, quizá excesivo pero que ha evitado la marginalización de sectores andaluces que durante las primeras dos terceras partes del siglo XX estuvieron en el subdesarrollo o en la emigración. El PER ha podido adolecer de falta de racionalidad económica (se hubiera conseguido quizá más desarrollo invirtiendo lo mismo por otras vías), pero ha permitido la supervivencia digna de sectores agrarios que fueron víctimas del abuso y la pobreza crónica. Los ERE fraudulentos, en cambio, fueron un error inadmisible, que no se justifica por las teóricas buenas intenciones de sus promotores.

La realidad es que el PSOE ha materializado en esos últimos cuarenta años el desarrollo de la ruralía andaluza, que hoy disfruta de todos los servicios y ha contenido la despoblación. Y aunque hay que avanzar en la eliminación de la dualidad que todavía se advierte —contrasta el dinamismo de las zonas urbanas con el proteccionismo de que aún disfrutan amplias zonas agrarias del interior—, será difícil que la sociedad autóctona pierda la referencia de quienes impulsaron el proceso, con Felipe González y Alfonso Guerra a la cabeza.

De cualquier modo, los andaluces deberían exigir a sus gobiernos no sólo que sean capaces de hacer avanzar la región al mismo ritmo que el resto del Estado sino de acortar distancias con la España rica del Norte. He ahí un dato revelador: la agricultura representa en Andalucía el 7% del PIB, prácticamente el doble que en el resto de España… Y esta situación sólo dejaría de ser una rémora si la agricultura se desarrollara tecnológicamente hasta alcanzar una productividad mucho mayor. En definitiva, la comunidad andaluza debería tener su propia política económica, que dirigiera por ejemplo la inversión hacia la industria, sin incrementar más el sector servicios, que lastra el despegue.

En cierto modo, tanto en Andalucía como en el Estado español y en la UE ha dejado de haber importantes segmentaciones ideológicas en el espectro de los partidos tradicionales. Lo realmente importantes es formalizar el consenso sobre la preservación del estado de bienestar y volcar un gran esfuerzo en la modernización y la innovación para precipitar el desarrollo y avanzar con la máxima eficiencia, gobierne quien gobierne.

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