Este resultado, que debe considerarse un éxito relativo del soberanismo, requiere matizaciones
La lista unitaria, con 62 escaños en un parlamento de 135 asientos, no ha conseguido la mayoría absoluta, fijada en los 68 escaños. La CUP ha logrado diez escaños, con lo que las opciones independentistas han alcanzado la mayoría absoluta en escaños pero no en votos (algo más del 47%)…
En el otro lado, Ciudadanos, que casi ha triplicado sus escaños, ha desempeñado un papel admirable al conseguir encauzar buena parte del voto no soberanista, ante el fracaso de los grandes partidos estatales
Pero este resultado, que debe considerarse un éxito relativo del soberanismo, requiere matizaciones. Primero, porque los integrados en “Junts pel Sí” y en la CUP no son elementos homogéneos que puedan sumarse sin más; y, segundo, porque este resultado supone el ostracismo político para Artur Mas, quien con seguridad no será investido presidente de la Generalitat con los votos de la CUP… si hay que creer a su líder actual, el periodista Antonio Baños, quien ha abominado del nacionalismo, es un intelectual radical de izquierdas y está efectivamente en las antípodas de lo que Mas es y significa.
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En el otro lado, Ciudadanos, que casi ha triplicado sus escaños, ha desempeñado un papel admirable al conseguir encauzar buena parte del voto no soberanista, ante el fracaso de los grandes partidos estatales, el PSC que sigue claramente a la baja por su ambigüedad (ha pasado de 20 a 16) y el PP que respondió al envite independentista con inoportunidad radicalidad (ha caído de 19 a 11). Podemos ha naufragado porque ICV en sllitario consiguió más escaños y mayor porcentaje de votos en 2012 que ahora.
Artur Mas ha sumido a Cataluña en el caos, y ahora será muy difícil decantar un gobierno capaz de ejercer la gobernación ordinaria de la comunidad autónoma.
En cualquier caso, no está de más recoger también el dato nada irrelevante de que la circunscripción de Barcelona no ha optado por el independentismo: JpS y CUP suman 39 escaños de los 85 elegidos y menos del 44% de los votos.
¿Y EL FUTURO DE CATALUÑA?
Con estos mimbres, el futuro gobierno de Cataluña deberá provenir de un complicado pacto, resultado de una ardua negociación en que la lista unitaria se descompondrá en sus distintos ingredientes. Artur Mas ha sumido a Cataluña en el caos, y ahora será muy difícil decantar un gobierno capaz de ejercer la gobernación ordinaria de la comunidad autónoma, dejada de la mano de Dios desde hace tiempo.
Pero al margen de estas cuestiones ideológicas e institucionales, que son al cabo las más relevantes, la principal conclusión de la decisión popular tomada hoy por el electorado catalán es de índole identitaria: los electores han fijado la magnitud (ya conocida) del independentismo, un dato objetivo que acabamos de conocer y que, como es claro, tan sólo tiene un valor meramente indicativo y referencial puesto que, en un estado de derecho, unas elecciones regionales no pueden impulsar legítimamente un proceso de autodeterminación.
El resultado de las elecciones de hoy no aproxima, por tanto, la independencia de Cataluña, cuyos partidarios están lejos de alcanzar la mitad del censo, pero refuerza la evidencia, señalada estos días por los intelectuales y políticos más sensatos, de que una sociedad no puede subsistir el seno de un Estado si una parte muy importante de la ciudadanía prefiere situarse fuera de ese Estado.
Ante esta situación, es necesario emprender un proceso de diálogo, negociación y pacto que, sobre la base de una mejor y más exhaustiva información depurada de todo populismo y de cualquier rastro de demagogia, desarrolle una serie de reformas políticas, económicas y constitucionales que elimine cualquier elemento agraviante en la relación entre Cataluña y el Estado, con lo que previsiblemente dejarán de ser independentistas quienes esgrimen su irritación por el maltrato y sólo seguirán siéndolo aquellos que aducen argumentos sentimentales, afectivos, subjetivos, contra los que no cabe argumentación racional alguna.
En definitiva, debe concluir esta relación tormentosa e inestable, siempre tensa y polémica, entre Barcelona y Madrid para dar paso a una convivencia en paz, estabilizada, en la que quede meridianamente claro que el Principado dispone de plena autonomía competencial y fiscal, a cambio de su lealtad institucional y de una cuota, tasada e incontrovertible, de solidaridad interterritorial que ha de estar vinculada no a gastos corrientes de los beneficiarios sino a la cohesión y al desarrollo territoriales.
Antonio Papell
27.09.2015
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