Es completamente imprevisible el resultado de las siete votaciones que ya están teniendo lugar entre los más de 456.000 inscritos
Los prolegómenos de Vistalegre II están siendo confusos y violentos, por lo que es completamente imprevisible el resultado de las siete votaciones que ya están teniendo lugar entre los más de 456.000 inscritos en Podemos (los potenciales votantes debieron inscribirse antes del 5 de enero para poder votar), que podrán pronunciarse hasta las 19:59 horas del sábado; los resultados se conocerán el domingo, con lo que la suerte de la organización estará echada. El sistema de votación es complejo y el finalmente adoptado, tras una ya polémica consulta a la militancia en diciembre, es el propuesto por Pablo Echenique (sector ‘pablista’) que ya se utilizó en Vistalegre I (ya chocaron entonces los modelos propuestos por Iglesias y Errejón).
Básicamente, se plantean siete cuestiones diferenciadas en una votación lineal y con un orden preestablecido que no puede alterarse: documento político, documento organizativo, documento ético, documento de igualdad, Consejo Ciudadano, Secretaría General y Comisión de Garantías. Como se sabe, sólo Pablo Iglesias (y otro candidato desconocido pero no Errejón) se presenta como candidato a la secretaría general, y ambos, Iglesias y Errejón, encabezan sendas listas en la votación al Consejo Ciudadano (en total hay cinco listas ya que además de las dos mencionadas están la de los anticapitalistas y otras dos), y es en esta votación donde se dirime el futuro del partido, ya que no parece probable que Iglesias se mantuviera en la secretaría general si la perdiera.
Todo ello tiene lugar en un marco de clara confrontación, cuyos hitos más visibles fueron, primero, la defección el 1 de febrero de Carolina Bescansa y Nacho Álvarez, dos piezas fundamentales de la ejecutiva del partido, ante lo irreductible del enfrentamiento entre Iglesias y Errejón; y, después, los movimientos y las protestas de dos teóricos del movimiento, Fernández Liria y Alegre.
Se plantean siete cuestiones diferenciadas en una votación lineal y con un orden preestablecido que no puede alterarse
Carlos Fernández Liria, activista y filósofo, profesor de Filosofía en la Universidad Complutense, autor de uno de los textos más elogiados de la malograda asignatura “Educación para la Ciudadanía”, ha sido el ideólogo fundamental de Podemos, tras haber adquirido cierta relevancia en los circuitos intelectuales progresistas por la publicación, junto a Luis Alegre, del libro “Comprender Venezuela, pensar la Democracia”, en que ambos autores explicaban la democracia bolivariana, que no sería en sus orígenes otra cosa que defender los mismos valores que defienden las democracias occidentales, pero los genuinos, los ”de verdad” (habrá que ver si quien mostró una visión tan dulce del chavismo ha cambiado de opinión tras la deriva autoritaria de Maduro). El año pasado, Fernández Liria publicaba “En defensa del populismo”, con un prólogo de Luis Alegre. En él se denuncian “los errores de la izquierda” y se postula la formación por agregación de una mayoría social, la creación de un “pueblo nuevo” trasversal “que se reconozca a sí mismo como sujeto de un proyecto colectivo”. En este empeño, una parte crucial de la batalla consiste en disputar las palabras, ya que de lo que se trata es de llenar de contenido los valores de la Revolución francesa, libertad, igualdad, conceptos que, según dichos autores, fueron regalados por el marxismo al liberalismo.
Esta posición, que podría identificarse con el errejonismo, explica el descontento de los sectores de Podemos más ‘populistas’ con el pacto orquestado por Pablo Iglesias con Alberto Garzón, con Izquierda Unida, atendiendo a los cantos de sirena de Julio Anguita. El confinamiento de Podemos a la izquierda del espectro, en el lugar que todavía ocupan el PCE y las demás fuerzas integradas en IU, ya hizo imposible el sorpasso en las elecciones del 26J y condena a Podemos a una relevancia escasa.
La controversia era, pues, explicable porque hay dos sensibilidades en severo conflicto en el interior de Podemos. Lo que ya no es tan explicable es que el disenso hay derivado en tan dura confrontación. Una lucha cainita que ha hecho reaccionar con extrema dureza a Carlos Fernández Liria y a Luis Alegre, quienes han denunciado que, a su juicio, “una pandilla de burócratas intransigentes han secuestrado a la Secretaría General, decidiendo emprender una guerra de extermino contra el ‘errejonismo’”. Ya no se habla de ideas, los jóvenes virginales e incontaminados que bajaban a la arena política a redimirnos de los políticos profesionales se disputan con crudeza el poder por el poder, de modo que la filantropía y el ánimo de ‘cambiar las cosas’ para incrementar el bienestar y la felicidad de todos se han desvanecido. Es bien expresivo que, cuando se ha visto que el choque de trenes, la confrontación entre el ‘pablismo’ y el ‘errejonismo’, no sólo puede frustrar Vistalegre II sino destrozar Podemos, la salida que propone el todavía secretario general es que Errejón se aparte del debate para centrarse en la conquista del ayuntamiento o la comunidad de Madrid en las primeras elecciones que se celebren…
No es en modo alguno sencillo conciliar la transversalidad sugestiva con la radicalidad rotunda, por lo que la controversia abierta tiene difícil desenlace. En cualquier caso, siempre sería más fácil conciliar ideas discrepantes que resolver disputas personales. Y si hay que hacer caso a la espuma que se divisa en los medios, el conflicto abierto en Podemos ha generado enemistades y hasta odios que pueden hacer inviable la reconstrucción.
El resultado del debate no es inocuo para el conjunto de la política española porque es evidente que el triunfo de Iglesias al frente de la opción más radical le confinaría en la extrema izquierda y haría muy difícil cualquier pacto futura con el PSOE. Y al contrario: el éxito del errejonismo daría viabilidad a la generación de una opción de izquierdas.
Antonio Papell