Análisis | Rajoy no parece haber entendido su posición

Aunque fuera investido presidente, no logría aprobar ninguna ley sólo con sus 137 escaños

  • El cambio de criterio de Ciudadanos no puede sostenerse si el PP no acepta de manera clara y explícita sus exigencias
  • El tono de Rajoy con Rivera debería ser de devoto agradecimiento por su oferta y no de agria displicencia
Antonio Papell
Bolsamania | 17 ago, 2016 17:04
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Rajoy no ha terminado de entender, parece, que el cambio de criterio de Ciudadanos, reacio primero a respaldar su investidura y dispuesto después a hacerlo con ciertas condiciones, no puede sostenerse si el PP no acepta de manera clara y explícita una serie de exigencias que pueda resultar inteligible al electorado de Ciudadanos, al conjunto de personas que muy probablemente ha dejado de votar al PP y se ha adherido a la formación de Rivera porque no soporta la corrupción rampante que este partido ha practicado hasta extremos desazonantes.

Pues bien: después de hacer esperar absurdamente una semana a Rivera para una respuesta que debía limitarse a un sí o un no –lo que se pedía era en realidad un cambio de tono, una reconsideración general de la actitud-, el comité ejecutivo nacional del PP no ha hablado siquiera de tales condiciones: se ha limitado a dar carta blanca a Rajoy para que negocie lo que tenga que negociar con Rivera. Y encima, Rajoy ha salido de la reunión cumbre popular pidiendo cuentas al PSOE, que sería el gran responsable de la ingobernabilidad de este país…

Con sus 137 diputados, Rajoy no podría sacar adelante una sola ley aunque fuese investido

Rajoy no parece haber entendido su posición. Con sus 137 diputados no podría sacar adelante una sola ley aunque fuese investido, y no es plato de gusto para ningún partido llevarle al poder después del historial de corrupciones que, por cierto, comenzará a martillear en los medios a partir de septiembre, ya que está programada una secuencia demoledora de vistas públicas en los juzgados que comienza con la del ‘caso Gürtel, en la que deberán deponer, entre otros, Aznar y el propio Rajoy.

En estas circunstancias, el tono de Rajoy con Rivera debería ser de devoto agradecimiento por su oferta y no de agria displicencia, como si estuviera ofendido porque un posible socio le exige garantías de que no se seguirá comportando como hasta ahora.

Rajoy ha desperdiciado, en fin, una oportunidad de oro de empezar a construir un gobierno, ya que será muy difícil recomponer los puentes con Ciudadanos y prácticamente imposible llegar a entendimiento alguno con el PSOE, en el que los partidarios de no impulsar un gobierno encabezado con Rajoy son cada vez más y se cargan constantemente de razones. Porque tanto ridículo se puede hacer dilatando la provisionalidad del gobierno en funciones como entronizando sin más trámite a un gobierno perseguido por una historia negra de corruptelas.

En definitiva, con esta actitud, Rajoy hace imposible un gobierno y se lo juega todo a unas terceras elecciones, en las que ya no es ni mucho menos probable que encuentre la condescendencia del electorado: ya no es verosímil que la culpa del bloqueo sea siempre de los otros.

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