El problema consiste en la ambigüedad populista de Podemos y, si no hay rectificación, en la exigencia de un referéndum de autodeterminación en Cataluña
España enfrenta en estos momentos un periodo de incertidumbre ante la poca claridad que existe sobre el nuevo gobierno y sobre las posibilidades de que se efectúen unas nuevas elecciones. España tiene las alarmas encendidas. Antonio Papell, hace un análisis sobre la situación de las cuatro opciones que se encuentran sobre la mesa y sus posibles consecuencias.
Unas nuevas elecciones supondría un nuevo descrédito de la política, pero es difícil saber quiénes pagarían los platos rotos de la decepción...
1.- GOBIERNO PRESIDIDO POR RAJOY. Tal solución requeriría la abstención del PSOE y el apoyo de Ciudadanos, y podría adquirir la forma de una coalición o de un gobierno en minoría respaldado por un pacto de gobernabilidad.
La fórmula complacería sin duda a Bruselas y a los mercados porque Rajoy ya ha dado pruebas de su disposición a llevar a cabo la consolidación fiscal y las reformas pertinentes, si bien ahora no dispondría de manos libres para adoptar decisiones radicales; antes al contrario, se vería impelido a incrementar el gasto social, a mitigar la reforma laboral, etc. De hecho, Rajoy estaría al frente de un gobierno de gestión, de vida y recorrido limitados, y a cargo de las grandes reformas por consenso que sí podrían realizarse con este formato.
Desde el punto de vista político, el PSOE sufriría un importante desgaste porque parece claro que el 20D se ha impuesto una mayoría por el cambio a la fuerza que representa la continuidad. En cualquier caso, estos juicios de valor son delicados ya que el PSOE podría rentabilizar su respaldo más o menos directo al PP si consiguiera una gran cuota de influencia en el gobierno que le permitiese imponer reformas significativas en el sentido de la igualdad, la solidaridad, etc. El modelo alemán, en que el SPD, aliado con la CDU/CSU, ocupa la vicepresidencia –el secretario general del partido socialdemócrata, Sigmar Gabriel, es el vicecanciller-, no ha supuesto desgaste para la formación que se ha aliado con Merkel. En España, la labor de zapa de Podemos sería sin embargo demoledora, y tal maniobra podría consagrar la supremacía del partido de Iglesias en la izquierda.
Una variante de esta modalidad de gobierno sería la alianza PP-PSOE presidida por un “caballero blanco”, o figura de prestigio al margen de la lucha partidaria. Se ha mencionado en diversos escarceos negociadores a Javier Solana y a Julián García Vargas, como se ha escrito aquí mismo en análisis recientes.
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2.-GOBIERNO PRESIDIDO POR PEDRO SÁNCHEZ. En alianza con Podemos, que requeriría, bien la abstención de Ciudadanos, bien el apoyo del PNV y la abstención de alguna minoría nacionalista (ERC o Democracia y Libertad). El apoyo, directo o indirecto, al PSOE de formaciones independentistas no sería entendido por gran parte de la opinión pública en general ni del electorado socialista en particular. Si Ciudadanos se adhiriera de algún modo a la fórmula, resultaría mucho más digerible por las instancias en principio reacias.
La fórmula ‘a la portuguesa’, rechazada de plano por los mercados y recibida con gran desconfianza por Bruselas por su familiaridad conocida con Syriza, sería sin embargo democráticamente inobjetable ya que el resultado del 20D está claramente escorado a la izquierda. El problema consiste en la ambigüedad populista de Podemos y, si no hay rectificación, en la exigencia de un referéndum de autodeterminación en Cataluña por parte del partido de Pablo Iglesias. Dando por hecho que si esta formación mantuviera la consulta como condición innegociable, Sánchez desistiría de cualquier acuerdo, el obstáculo principal pasa a ser la referida ambigüedad, que constituye un problema para fijar un rumbo de gobierno y un motivo de seria desconfianza por parte de los mercados. La evolución de Podemos desde el 15M hasta hoy ha sido desconcertante, y ha pasado de posiciones radicales leninistas a la tibia socialdemocracia actual; una evolución teñida además de oportunismo, como lo prueba el acercamiento a movimientos periféricos con ingredientes nacionalistas, que han sido parasitados para crecer.
El gran inconveniente de este modelo de gobierno sería que no podrían llevarse a cabo las reformas constitucional, de la ley electoral ni de regeneración democrática porque el PP quedaría inevitablemente al margen, y no es concebible reformar el régimen sin un amplio consenso semejante al que se logró en 1978.
3.- GOBIERNO PRESIDIDO POR ALBERT RIVERA. Albert Rivera podría probar suerte lanzando una invitación a PP y PSOE a aliarse bajo sus auspicios para llevar a cabo las reformas pertinentes. En realidad, Rivera actuaría como el ‘caballero blanco’ de la primer hipótesis, aunque aportando sus cuarenta diputados a la estabilidad. Tal gobierno debería ser colegiado, con participación activa de técnicos capaces de buscar las equidistancias y de materializar y acordar las grandes reformas.
Es una fórmula que requeriría gran cultura política, y que tiene escasas posibilidades en este país.
4.- REPETICIÓN DE LAS ELECCIONES. Se abriría una gran incógnita porque la reacción del electorado es imprevisible. De entrada, esta eventualidad, en momentos en que el país, que está saliendo de una profunda crisis, necesita estabilidad, supondría un nuevo descrédito de la política, pero es difícil saber quiénes pagarían los platos rotos de la decepción. En todo caso, podría suceder que creciera significativamente la abstención, en repulsa a la incapacidad de los políticos para cumplir el mandato popular en las urnas.
La encuesta de Metroscopia publicada el domingo por “El país” preveía un significativo ascenso de más de dos puntos de Ciudadanos, una leve caída del PSOE y un discreto ascenso de Podemos que le permitiría sin embargo el ‘sorpasso’ y aproximadamente el mismo resultado que el 20D para el PP. En definitiva, las nuevas elecciones –siempre según el referido sondeo- no aclararían las cosas.
Antonio Papell
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