La dirección que emprenda la primera potencia de la tierra afectará como es natural a todo el orbe
Las elecciones en los Estados Unidos son siempre trascendentales porque la dirección que emprenda la primera potencia de la tierra –política, económica y militar- afectará como es natural a todo el orbe, y especialmente a los países occidentales que nos mantenemos más estrechamente en la órbita norteamericana. Pero en esta ocasión, la trascendencia desborda el tópico porque la típica confrontación entre republicanos y demócratas, conservadores y socialdemócratas diríamos en Europa, se ha escorado y uno de los términos del binomio, Donald Trump, ha derivado claramente hacia el populismo, “un cóctel de odio y fascismo repleto de mentiras e incoherencias” según John Carlin, con lo que amenaza los fundamentos de la democracia parlamentaria convencional, que es el sistema político de todos los países occidentales.
Lo grave es que Trump, en su heterodoxia, se ha convertido en un radical y en un antisistema
El problema que suscita la deriva de Trump no es sólo programático ni económico sino sobre todo ideológico, de fondo: todos sabemos que muchas de las promesas disparatadas del multimillonario, desde la erección de un muro en la frontera mexicana al abandono de cualquier implicación en la defensa europea, no se cumplirían si finalmente se convirtiese en presidente de los Estados Unidos porque las instituciones de su país no se lo permitirían. El régimen USA es sumamente maduro y tiene contrapesos internos que aseguran inercias estables y la preservación de los grandes equilibrios a medio y largo plazo. Lo grave es que Trump, en su heterodoxia, se ha convertido en un radical y en un antisistema, que pretende encontrar soluciones a los problemas de la gente al margen del régimen parlamentario, ya bicentenario, que ha hecho de los Estados Unidos el gran país que es.
En definitiva, una hipotética victoria de Trump en las elecciones de esta jornada no tendría grandes repercusiones materiales a corto plazo, ni supondría grandes divergencias prácticas con respecto a lo que haría Clinton. Ambos se han declarado proteccionistas, el TTIP tiene escaso futuro con cualquiera de los dos, y ambos se cuidarán de no afectar los grandes intereses de Wall Street. En lo que sí resultaría demoledora la victoria de Trump es en lo que tendría de respaldo y acicate para los demás populismos que han emergido en Europa, y a cuyo desarrollo se aplicarán los enemigos de la Unión Europea, quienes rivalizan con ella y quieren limitar su pujanza (Rusia en particular).
Las posiciones de Trump, racistas, desdeñosas con los derechos humanos, son parecidas a las del UKIP británico
Las posiciones de Trump, racistas, desdeñosas con los derechos humanos, son parecidas a las del UKIP británico, que ha conseguido nada menos que el desgajamiento del Reino Unido de la Unión Europea; el ‘brexit’, aplaudido sin ambages por el candidato presidencial, es la prueba de adónde conduce ese populismo amigo de la supremacía blanca y dispuesto cerrar las puertas a cualquier forma de mestizaje. Y con Trump están, entre otros populistas, Marine Le Pen con su Frente Nacional y la AfD alemana, decididas a explosionar la Unión Europea. A Trump le admiran los líderes del Este Orban y Kacynsky, enemigos del cosmopolitismo, de las libertades profundas emanadas de la Revolución Francesa y deseosos de convertir la UE en un simple mercado.
No es en definitiva exagerado afirmar que la victoria de Trump, si no fuera seguida de un cambio radical en sus posiciones, nos abocaría a una crisis en la Unión Europea, al debilitamiento del vínculo trasatlántico y de la OTAN tal como la conocemos, y a una caída inevitable del comercio mundial. Porque aunque el TTIP tampoco haya sido la gran apuesta de Hillary Clinton –las clases medias americanas, como las europeas, están escarmentadas con la globalización—, los demócratas americanos están dispuestos a revisar el proyecto, en tanto los republicanos, que lo han demonizado, quieren enterrarlo para siempre.
Los electores USA tienen, en definitiva, una gran responsabilidad en su mano. Ojalá acierten porque el futuro, en un caso o en otro, depende de ellos.