Una vez alcanzado el acuerdo con Ciudadanos, la posibilidad de redondear la mayoría absoluta mediante votos de las minorías nacionalistas existe pero es muy remota
La investidura está encarrilada en sus elementos esenciales: era obvio que el PP de Rajoy no podía aspirar a conseguir la investidura de su líder como presidente del gobierno si previamente no lograba cristalizar las fuerzas más afines al partido conservador, que había logrado apenas 137 escaños de los 176 que forman la mayoría absoluta del Congreso de los Diputados. Y, en efecto, después de muchos circunloquios, idas y venidas, Ciudadanos se ha avenido a negociar un pacto de investidura, primero, que podría convertirse en un pacto de gobierno, después.
Una vez alcanzado el acuerdo con Ciudadanos, la posibilidad de redondear la mayoría absoluta mediante votos de las minorías nacionalistas existe pero es muy remota
Para ello, ha sido necesario a).-que Ciudadanos se percatase de que no le convienen en absoluto unas nuevas elecciones, celebradas lógicamente con el vigente sistema electoral, que podrían acentuar la tendencia a la baja que registró el partido el 26J con relación al 20D; puede pensarse, con razón o sin ella –estas lucubraciones son siempre subjetivas y por lo tanto inseguras-, que la teoría del voto útil acentuaría sus efectos negativos sobre las minorías a medida que pase el tiempo y se acentúe el cansancio del electorado. Y b).-que Ciudadanos idease un subterfugio para justificar su cambio de actitud –el paso gradual del nunca jamás al quizás y al vamos a comprometernos- con respecto al PP, pasando de la crítica vehemente a sus corrupciones y de la negativa a cualquier forma de acuerdo con él, a la promesa de abstención primero y a la negociación del apoyo positivo después. Como se sabe, este subterfugio ha sido la forma de un ‘Pacto anticorrupción’ de seis apartados, que ha sido relativamente desactivado en su solemnidad por el PP y que ha servido de coartada. En cualquier caso, Albert Rivera puede esgrimir ante sus electores el argumento de que ha decidido apoyar al centro-derecha una vez que éste ha adquirido el compromiso formal de actuar con toda contundencia contra la corrupción pasada, presente y futura.
RAJOY NECESITA LA ABSTENCIÓN DE ALGUNOS DIPUTADOS DEL PSOE
Pues bien: logrado el acuerdo con C’s y probablemente con Coalición Canaria, el PP sólo suma 170 escaños. La posibilidad de redondear la mayoría absoluta mediante votos de las minorías nacionalistas existe pero es muy remota (y en todo caso, para lograr el apoyo del PNV habría que esperar a las elecciones autonómicas del 25S), por lo que parece necesario de todo punto para que la investidura cuaje que el PSOE aporte al menos la abstención de algunos diputados.
Se invoca para ello el “sentido del estado” del partido socialista, que supuestamente debería dar preferencia al objetivo de la gobernabilidad sobre cualquier otra consideración, ya que la provisionalidad actual es perturbadora para el país y tendría consecuencias negativas si se prolongase.
El PSOE debería aportar al menos la abstención de algunos diputados para que Rajoy sea investido
Este argumento es endeble e inútil: el PSOE no hará presidente a Rajoy por una razón tan genérica y estrictamente procesal como es “la gobernabilidad”, desprovista de todo calado ideológico, entre otras razones porque sus afiliados y electores no se lo perdonarían. El argumento de que hay que preservar la estabilidad de las instituciones no es suficiente para justificar que un partido renuncie a sus ideales y abrace los del adversario.
EL PP DEBE OFRECER ALGO A CAMBIO
De donde se desprende que para conseguir la abstención del PSOE, el PP tiene que ofrecerle algo a cambio, que seducirle y que convencerle con contrapartidas inteligibles que sean aceptadas por la clientela socialista.
El PP, que está en esto en el mismo barco que Ciudadanos, sabrá qué puede/quiere ofrecer al PSOE, pero es fácil sugerir algunas ideas: la puesta en marcha de una ambiciosa reforma constitucional, que modernice la Carta Magna y resuelva el problema territorial pendiente (con su flanco catalán en carne viva); la reforma paccionada de la ley electoral, que debe dar paso a una nueva etapa democrática, más flexible y estable, con sus problemas de estabilidad resueltos; el logro del gran pacto educativo… Si a todo ello se añade, pongamos por caso, la promesa de presentar una moción de confianza a mitad de mandato, el cambio del PSOE hacia la abstención sería mucho más verosímil y practicable.
La política democrática no es un recital de buenas intenciones ni un dechado continuo de desprendimiento ético sino un proceso de negociación y pacto, un sistema de resolución de conflictos, una fórmula de convivencia. Así tiene que entenderse si se quiere llegar a acuerdos fecundos que resuelvan el problema de la gobernabilidad.