La inversión se sustenta sobre un conjunto de temores, sueños e incertidumbre
2020 será el año que todos recordaremos por la pandemia de Covid-19. Sus devastadoras consecuencias sanitarias y económicas han afectado a todos los ámbitos y regiones del planeta, y especialmente, a los mercados, que han vivido una fuerte 'implosión'. Por eso, conviene tener muy presentes las lecciones que los inversores han aprendido en este tiempo.
Según el Informe de Mercado 2020 de BME, la lucha contra el coronavirus paralizó, total o parcialmente, el 70% de la actividad económica mundial, lo que supuso a su vez un desplome histórico en el PIB de todos los países. En el caso de España, una caída del 11%, la peor cifra desde el inicio de la serie, en 1970. La realidad experimentada por la sociedad también se trasladó a los mercados, aunque ha habido algunos que han sabido recuperarse mejor de los coletazos de la crisis que otros, como los de China, Japón o EEUU. En el caso de las bolsas europeas, se acumularon pérdidas durante el año, con el mercado español como uno de los que peores datos refleja.
Ante esta situación, ¿pueden los inversores extraer lecciones que les sirvan si vuelve a producirse un terremoto de estas características? Lo cierto es que sí, según afirma la gestora WisdomTree, que extrae estas siete enseñanzas:
1. Los riesgos teóricos pueden volverse reales
¿Cuánto puede bajar el precio del barril de petróleo? Resulta que la respuesta no es ni siquiera cero, sino algo negativo, ya que no existe un límite inferior real. Los futuros del petróleo West Texas Intermediate (WTI) se hundieron en territorio negativo en abril del año pasado, desafiando la sabiduría convencional, e incluso la intuición. Sin embargo, era posible y por eso ocurrió.
La lección, por tanto, es que aunque la volatilidad del mercado puede crear oportunidades, desplegar el capital significa asumir riesgos. Las cosas no siempre funcionan a tu favor, pero ser consciente de los riesgos que conlleva puede ayudar a los inversores a tomar decisiones informadas.
2. La relación entre entre el mercado y la economía
¿Es razonable que los mercados bursátiles alcancen nuevos máximos históricos en medio de una crisis sanitaria y económica mundial?
Los datos económicos, como los relativos al crecimiento, la inflación y el desempleo, presentan la realidad tal como es. Los mercados de activos, en cambio, cotizan en función de los resultados futuros. El futuro es un conglomerado de temores, sueños e incertidumbre. El mercado alcista que se ha vivido desde marzo del año pasado puede haber sido impulsado en parte por la fortaleza de ciertos sectores, pero también fue alimentado por la esperanza de la humanidad de superar la pandemia. Por lo tanto, por muy objetivos que quieran ser los participantes en el mercado, es inútil tratar de desvincular la emoción de los precios de los activos.
3. Diversificación de activos
El repunte de los mercados mundiales de renta variable ha sido heterogéneo entre sectores, factores y zonas geográficas.
Mientras que algunos inversores tácticos pueden haber saltado ante la divergencia de rendimiento y los elevados niveles de volatilidad, los inversores estratégicos probablemente recordaron la necesidad de diversificar.
La sincronización del mercado no sólo es difícil, sino que es algo que la mayoría de los inversores a largo plazo ni siquiera se proponen. La necesidad de diversidad y equilibrio es aún más importante cuando las oportunidades y los riesgos abundan por igual, y el rendimiento es desigual en los distintos segmentos del mercado.
4. 'Reflection trade'
La noción de reflación o ‘reflection trade’ en inglés, puede aplicarse de distintas maneras según el inversor. La connotación académica la define como una sobreestimulación de la economía impulsada por el apoyo de las políticas.
Aunque muchos inversores ya han comenzado a realizar coberturas con herramientas de inversión como las amplias cestas de materias primas, con la idea de que los altos niveles de inflación (que en general han sido esquivos desde la crisis financiera mundial) puedan finalmente verse pronto. La reflación también puede ser algo que se manifieste en los precios de los activos, como ya se vio en las fuertes ganancias en los precios del bitcoin.
Por lo tanto, la comprensión personal de la reflación, sus canales de transmisión y las formas de medirla pueden ser distintas entre los inversores y no por ello estar equivocados en sus predicciones.
5. ¿Espero o vendo?
Las relaciones entre los mercados de activos son complicadas y a veces las emociones se imponen a la lógica. Por lo tanto, tiene mérito añadir solidez a las carteras para soportar tanto las pequeñas como las grandes caídas del mercado.
Herramientas como las coberturas a la baja sirven como seguro de la cartera: están ahí cuando se necesitan. Las buenas noticias que se convierten en malas noticias son otra faceta de lo difícil que puede ser cronometrar perfectamente los mercados.
6. La nueva cara del crecimiento
La búsqueda de inversiones alineadas con las megatendencias no sólo promete un potencial alcista, sino que también ofrece una vida útil más larga. Temas como la transición energética y la conectividad virtual no fueron sólo fenómenos pasajeros del año pasado, sino cambios estructurales catalizados por la pandemia.
En este sentido, los inversores tienen hoy más opciones para obtener exposiciones específicas y transparentes a esos temas, lo que constituye una tendencia que incrementa esta aceleración en el crecimiento bursátil.
7. ¿Puede la abundancia fiscal producir un resultado económico mejor que la austeridad?
Puede que sí. Pero este cambio de postura de los gobiernos tiene claras implicaciones para los mercados de activos. El estímulo fiscal de la Unión Europea resultó fundamental para levantar los mercados de renta variable el año pasado y puede volver a hacerlo este año.
La renovada atención a la inversión en infraestructuras también está poniendo el foco en las materias primas cíclicas. El Foro Económico Mundial estima que el déficit mundial de infraestructuras será de 15 billones de dólares en 2040. La pandemia puede proporcionar a los gobiernos el impulso necesario para empezar a tapar esta brecha, algo que podría tener una profunda repercusión en los activos cíclicos, especialmente en los metales industriales.