Según apunta uno de los expertos de MarketWatch
Wall Street está abonado a los máximos históricos en las últimas semanas. Los índices estadounidenses son el mayor indicador de esa algarabía que se impone en los mercados tras meses de contener la respiración ante amenazas como la guerra comercial. El optimismo vuelve a campar a sus anchas por las bolsas... pero su buen hacer no engaña a nadie. "La economía estadounidense no está tan bien", señala Jeffrey Bartash, de 'MarketWatch'. Y razón no le falta.
El ciclo alcista más largo de la historia sigue adelante. El fantasma de la recesión económica mundial parece haberse desvanecido. De momento. Pero el crecimiento de la economía de EEUU ha caído abruptamente desde principios de 2019.
Así lo demuestran ciertos termómetros del negocio y el consumo como la producción industrial y las ventas minoristas. Por ejemplo, la primera registró en octubre su peor caída en los últimos 17 meses aquejada por el fiasco de los 737 Max de Boeing, las menores exportaciones y unos precios del petróleo más bajos.
Las ventas minoristas rebotaron en ese mes de octubre tras su caída en septiembre. Pese a todo, siguen estando muy lejos de las cifras registradas a principios de año.
"El gasto de los consumidores se está centrando en gasolina, comida... todos productos de primera necesidad", asevera Scott Anderson, economista jefe de Bank of the West. "El desembolso en otras categorías más prescindibles como la ropa y la electrónica está siendo muy débil", apostilla.
¿Y POR QUÉ SUBE LA BOLSA?
Un trampantojo. Eso pueden parecer los máximos históricos que marca Wall Street sesión tras sesión. Si la economía no está en tan buen estado, ¿por qué el inversor se muestra tan optimista y alza a las bolsas hasta colonizar nuevas cotas? Por la Fed, en parte.
Los hombres de Jerome Powell recortaron los tipos de interés por tercera vez en lo que va de 2019 a finales del pasado mes de octubre. Por norma general, los tipos más bajos hacen salir al inversor de esa caverna (más segura y acogedora) que es la renta fija y le ponen la alfombra roja para que se vayan a la renta variable.
La señal que manda la Reserva Federal es precisamente de optimismo. De que la próxima recesión aún queda lejos. A tipos más bajos, menos le cuesta a los consumidores y las empresas pedir dinero prestado para comprarse un coche o expandir su negocio. Al menos, sobre el papel.
Pero el consumidor no se acaba de fiar. Su nivel de deuda es relativamente bajo y el ahorro es alto. Además, el desempleo está en mínimos de hace 50 años. Pero sigue mirando con cierta desconfianza y "ante su falta de actividad, no tiene mucho sentido que las compañías sigan produciendo tanto como hasta ahora", sostiene Joel Naroff de Naroff Economic Advisor.