La operación marca un hito en la historia financiera de España y de Europa
Ana Botín arriesgó. Este miércoles, en la rueda de prensa que la presidenta del Santander ofreció para explicar la compra de Banco Popular, vistió una americana rosa y una camiseta roja. Sin duda, una combinación difícil. Pero no casual. Ni mucho menos. A su derecha, el consejero de la entidad cántabra, José Antonio Álvarez, lucía una corbata rosa. Y a su izquierda, el responsable del Santander en España, Rami Aboukhair, respetaba la tradicional corbata roja. Todo perfectamente orquestado. Porque tenía toda la intención del mundo. Representaba la suma de los dos colores distintivos de dos bancos que, desde este miércoles, ya son uno.
Porque en el banco cántabro lo de los colores no suele ser casual. Y esta vez tampoco fue el caso. "Quiero aprovechar para dar la bienvenida a los 4 millones de clientes del Popular. Pueden estar tranquilos, tenemos experiencia", afirmó. Lo dijo con sus palabras y lo expresó con los colores que vestía.
Fue la puesta de largo oficial de unas horas históricas. En muchos sentidos. Para Banco Popular, porque supuso su fin. Cumplió 90 años el pasado 14 de julio. No celebrará los 91. Adiós a un banco que durante muchos años, hace no tanto, destacaba por su rentabilidad y su eficiencia, las mejores entre las entidades españolas, hasta que sucumbió a los cantos de sirena del 'ladrillo' y de las compras, como la de Banco Pastor. El Banco Central Europeo (BCE) certificó su defunción este martes, un 6 de junio grabado ya para la posteridad del sistema financiero español. Y europeo. Porque la institución europea nunca antes había notificado nada así. Y porque nunca antes se había puesto en marcha el mecanismo, en vigor desde enero de 2016, que Europa ha articulado para intervenir un banco privado. Aunque nadie lo diría por la velocidad con la que ha ocurrido todo, más propia de algo que se hace a diario que de una maniobra sin precedentes.
Todo empezó el martes. Se sabía que iba a ser un día clave para el Popular. Pero no tanto. Ni que sería trascendental por un motivo contrario al esperado. Lo previsto era que fuera una jornada crucial porque el presidente del Popular, Emilio Saracho, iba a reunirse en Fráncfort con el BCE. No pasó. La reunión se canceló. Lo que sí ocurrió es que el Popular confesó que apenas le quedaba oxígeno. Que los clientes se estaban yendo. Y su dinero con ellos. En la tarde del martes, ese oxígeno se acabó por completo. El BCE, a través de su órgano de supervisión, el Mecanismo Único de Resolución (MUS), constató "el deterioro significativo de la situación de liquidez del banco". E iba más allá: "La entidad habría sido incapaz, en un futuro cercano, de atender el pago de sus deudas u otras obligaciones financieras en la fecha de su vencimiento". Y en la noche del martes bajó el pulgar: Banco Popular estaba "en graves dificultades o era probable que fuera a estarlo", que es el salvoconducto oficial empleado para concluir que un banco ha llegado a una situación de "inviabilidad".
LA HORA DE LOS 'FORENSES'
Y ahí, que no es poco, terminó su trabajo. Le pasó los trastos a los 'forenses', la Junta Única de Resolución (JUR) europea y el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) español. La JUR pidió una valoración del banco a un experto independiente, que estableció valor económico negativo de 2.000 millones en el escenario neutral y de hasta 8.200 millones en otro escenario más estresado.
Con estos ingredientes, la JUR decretó la intervención. Y el FROB la ejecutó. Se convocó una subasta. Exprés. Es lo que algunos incluso habían esperado durante el pasado fin de semana, aunque al final no ocurrió. Esta vez pasó entre semana, y no había tiempo que perder. Las autoridades europeas se pusieron en contacto con otras entidades potencialmente interesadas en el Popular. Y fue entonces cuando la figura del Santander se agrandó. "No presentamos ninguna oferta en el proceso que se había vivido hace unas semanas", precisó este miércoles la presidenta de la entidad cántabra, Ana Botín. Pero en la noche del martes todo fue diferente. El Santander recibió la llamada. Y esta vez sí pujó. "Presentamos una oferta ayer -por el martes- y la hemos firmado a las 7 de la mañana [del miércoles]", detalló Botín.
La razón de tanta prisa es sencilla: una vez decretada la 'defunción', había que actuar con rapidez para dar continuidad en el servicio a los clientes de Banco Popular. Desde el miércoles ya lo son del Santander.
La presión era ya máxima. El Popular se estaba quedando sin dinero. Los acontecimientos se precipitaron en la noche del martes. Y el Santander firmó su oferta a las 7 horas del miércoles
Antes, eso sí, las autoridades europeas limpiaron el camino. Destituyeron al hasta entonces consejo del Popular, con Emilio Saracho al frente. Finalizaba así una presidencia de menos de cuatro meses, marcada sobre todo por una errática estrategia de comunicación que generó aún más incertidumbre en torno al banco. Por ahora, el Santander ha nombrado un consejo de transición que supervisará la incorporación de los activos y el negocio del Popular a su actividad. Estará presidido por el director financiero de la entidad cántabra, José García Cantera, y contará con cuatro miembros más: Gonzalo Tejuca, Pedro Pablo Villasante, Javier García Carranza y José Doncel.
Aunque lo tremendo fue 'lo otro': el asunto del dinero. Porque fue ahí donde las autoridades europeas mostraron las consecuencias del denominado 'bail-in', la figura que entró en vigor en enero de 2016 por la cual, en adelante, los accionistas y los bonistas soportarían la caída de un banco para evitar lo que había sido la norma durante la crisis, como era la ejecución de un rescate público con dinero de los contribuyentes (bail-out'). "Esta operación tiene 0 coste para el contribuyente y no tiene ninguna garantía pública", constató la presidenta del Santander. "Es una solución enteramente privada. Es una gran noticia para Europa", sentenció.
PÉRDIDAS TOTALES
¿Qué implica ese rescate privado? Que los accionistas y los tenedores de bonos contingentes convertibles (CoCos) y deuda subordinada del Popular lo perdieran todo. Literalmente. La principal novedad del 'bail-in' estriba en que los bonistas de deuda subordinada, hasta ahora más protegidos en situaciones de este tipo, también han cargado con las pérdidas. Se salvan de la 'quema' los depositantes -todos, por encima y por debajo de 100.000 euros- y los tenedores de deuda sénior.
En esta 'limpia', los fondos propios del Popular, de 11.068 millones de euros, quedaron reducidos a 0 y todas las acciones del banco -4.197 millones- fueron amortizadas. Eso sí, antes de pasar 'a la nada', esos fondos propios aún hicieron su último servicio. Fueron usados para realizar unas provisiones extra de 7.900 millones de euros para cubrir la exposición al ladrillo del Popular.
Los fondos propios del Popular prestaron un último servicio. Sirvieron para engordar las provisiones en 7.900 millones adicionales, para un total de 24.460 millones
Según los datos difundidos este miércoles por el Santander, el Popular aún carga con una mochila de 36.800 millones de euros de activos inmobiliarios improductivos. Hasta la fecha, este volumen estaba cubierto con unas provisiones de 16.560 millones, es decir, al 45%. Eran pocas. Por eso se reforzaron con esos 7.900 millones de euros adicionales, que se cargaron contra el capital que tenía el Popular, para un total de 24.460 millones, con lo que las coberturas alcanzan el 67%, un nivel más confortable, cuando la media del sector se limita al 52%.
También se volatilizaron los 2.000 millones de euros que sumaban entre los CoCos, convertidos en acciones que también fueron amortizadas, y la restante deuda subordinada, convertida igualmente en acciones que en este caso fueron compradas por el Santander por el simbólico precio de 1 euro. Sí, este es el precio que pagó el Santander por el Popular... a la espera de las 'sorpresas' que pueda encontrar en su balance.
LIMPIAR EL BALANCE...
Este es el riesgo que asume el banco cántabro: hasta qué punto todavía tendrá que dotar más provisiones para cubrir los 12.300 millones de euros de valor de los activos improductivos que aún no están cubiertos. Si este volumen todavía va incrementando su mora o sus problemas, será ya el Santander, con sus propios recursos, el que tendrá que taparlo. Porque se insistió en que no hay respaldo público de ningún tipo. Y será entonces cuando ese único euro ya no parecerá tan barato. Ahí, precisamente, reside la primera parte del reto asumido, en enterrar ese pasado del Popular, el del 'ladrillo'. Para siempre.
Para ello, el banco cuenta con la recuperación del precio de la vivienda y del sector inmobiliario dentro del cambio de ciclo económico y crediticio de España. En este contexto, el Santander espera "reducir los activos inmobiliarios de Banco Popular significativamente en los próximos 18 meses", para lo cual expone su propia experiencia en los últimos años, puesto que en los cinco últimos años ha reducido en un 60% la actividad inmobiliaria del banco en España.
Por ahora, el esfuerzo que el Santander realiza es el de acometer una ampliación de capital de 7.000 millones de euros, en la que sus accionistas tendrán derecho de suscripción preferente. Destinará esa cantidad a defender sus niveles de capital, para que no se resientan por la incorporación de los activos procedentes del banco presidido hasta ahora por Saracho. Con las provisiones con cargo al capital del Popular y con estos 7.000 millones, el 'banco rojo' espera que "el impacto [de la operación] en el capital CET1 sea neutral", al tiempo que espera que la incorporación del Popular genere capital de manera orgánica. Por ahora, ratifica su compromiso de elevar su ratio de capital CET1 "por encima del 11% en 2018". En marzo de este año, se situaba en el 10,66%.
...PARA QUE BRILLE EL NEGOCIO RENTABLE
Dentro del alboroto que ha rodeado al Popular en los últimos meses quedó en un absoluto segundo plano que una parte del banco sí es atractiva. Y rentable. En el primer trimestre, por ejemplo, la entidad presentó unas pérdidas de 137 millones de euros. Pero tras esta cifra quedó de relieve la dualidad en la que habitaba el banco. Por un lado, la parte mala, la nefasta, la vinculada el negocio inmobiliario, con unas pérdidas trimestrales de 317 millones. Y por otro, la parte buena, que la hay, la vinculada al negocio bancario tradicional, con 180 millones de beneficios.
Con el ajetreo de los últimos meses, ha quedado en un segundo plano que una parte del Popular es muy jugosa. Y rentable, porque en el primer trimestre el negocio bancario ganó 180 millones
Dentro de esta segunda parte sobresale un segmento: el de las pymes. Banco Popular se ha significado por ser el banco de las pequeñas y medianas empresas. Los datos así lo confirmaban, puesto que su cuota de mercado en este terreno rondaba el 14%. Sumando el 11% del Santander, el banco resultante alcanza una cuota del 25%. Ampliando el foco a todo el crédito, la cuota de mercado conjunta será del 19,5%.
Además, la entidad cántabra vislumbra otro aliado para dar lustre al negocio bancario tradicional: el cambio de ciclo en las condiciones monetarias de la Eurozona. Es decir, que se queda con el banco en un "momento adecuado del ciclo", puesto que los tipos de interés pueden empezar a subir ya en los próximos meses. El margen de intereses del nuevo banco lo agradecerá, algo que influye en las previsiones que maneja el Santander. Calcula que el Popular proporcionará 950 millones de euros de beneficios en 2020. O lo que es lo mismo, extraerá una rentabilidad del 13,6% a la ampliación de 7.000 millones prevista.
Esta es la otra gran incógnita del reto asumido por el Santander, que los activos procedentes del Popular sean la máquina de rentabilidad que fueron en el pasado. Resucitar ese 'viejo' Popular, junto con las sinergias de 500 millones esperadas, será determinante igualmente para saber si ese único euro y esos 7.000 millones están bien empleados.
"Santander y Popular van a consolidar y construir juntos el mejor banco de España", proclamó Ana Botín. Juntos. Banco Santander y Banco Popular. El rojo y el rosa -o rojo cereza-. Una mezcla arriesgada. Pero que ya es una realidad. Al menos en la banca española.