El cambio de escenario desde abril obliga a los partidos a pelear por la centralidad política
Las sedes de los partidos son un hervidero desde que se reanudó el curso. El clima preelectoral que marcó el ánimo durante el verano se había ido espesado este septiembre y las consignas eran claras: nadie podía hacer planes en octubre porque se daba por hecha la repetición electoral. Y así ha sido. El rey Felipe VI ha anunciado este martes que se disuelven las Cortes Generales, ha dado el pistoletazo de salida a la precampaña de las elecciones de noviembre y ha abierto la batalla por el votante de Ciudadanos: la presa que quiere el bipartidismo ante la debacle que se augura para los de Albert Rivera.
La historia de cómo se ha llegado hasta este punto pasa por cinco meses de negociaciones sin ganas de llegar a un pacto, una investidura fallida en julio y una retahíla de desencuentros entre el PSOE y Podemos. Al final, las rencillas de socialistas y podemitas han sido insalvables. De hecho, en la falta de acuerdo de las dos izquierdas “hay más de personal” entre el presidente el Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias “que de político”, relatan fuentes próximas.
Las elecciones estaban descontadas desde inicios de mes en Ferraz, donde se han dedicado a comprar tiempo para calibrar la estrategia electoral y a la vez han seguido hilvanando el relato de que el empecinamiento de los morados en un Gobierno de coalición ha impedido la composición de un Ejecutivo progresista. Sólo el giro de guión de Ciudadanos de este lunes, con una oferta de última hora a cambio de su abstención, ha hecho tambalearse el plan trazado por el director del Gabinete de la Presidencia, Iván Redondo. Entretanto, el PP ha mantenido un perfil bajo, preparándose para cualquier escenario y buscando la moderación.
La iniciativa de la formación de Albert Rivera, “un imposible que no tenía visos de prosperar”, según explica Jordi Pacheco i Canals, decano del Colegio de Politólogos de Barcelona, demandaba condiciones a los socialistas "a sabiendas de que la respuesta iba a ser negativa". No obstante, “la jugada es buena” para este politólogo, que considera que a corto plazo les permite argumentar que “no hay Gobierno porque el PSOE no ha querido” y, a largo plazo, le sacarán réditos aduciendo que “son los únicos dispuestos a hacer un sacrificio”.
De hecho, el golpe de efecto fue suficiente para que Sánchez se planteara acudir a su tercera investidura, a sabiendas de su fracaso, con el objetivo de volver el argumentario de Rivera en su contra. “A cada una de las condiciones de Ciudadanos, el PSOE tiene la capacidad de contestar que ya se cumplen y desbaratar su maniobra”, prosigue Pacheco i Canals, por lo que, de haberse presentado en el Congreso, a reclamar el apoyo de la Cámara Baja, Sánchez aún hubiera alimentado más el relato de “víctima”, de que “no es presidente porque el resto de partidos no quieren, por lo que la única solución es volver a elecciones y pedir que la ciudadanía refuerce al PSOE”, explica Ernesto Pascual, profesor de Estudios de Ciencia Política de la UOC.
Pero no ha sido así. El presidente del Gobierno en funciones ha rechazado volver a plantear su candidatura y las elecciones generales, las cuartas en casi cinco años, se celebrarán el 10 de noviembre. “Los incentivos a favor de volver a las urnas eclipsan las dudas”, asegura Pacheco i Canals y, además, los socialistas no se podían permitir “el impacto negativo de un nuevo fracaso en la investidura -el tercero de Sánchez-“, añade Pascual .
Con las encuestas a favor, el PSOE espera unos resultados que no le hagan depender del apoyo de los independentistas catalanes o que le permitan el ansiado Gobierno en solitario con pactos puntuales. También se fragua una futura abstención del PP y en Génova sopesan plantear la campaña electoral en clave de rechazo a otras elecciones, por lo que enviarán señales que, “si no pueden recuperar La Moncloa, facilitarán un nuevo Ejecutivo”, indica el profesor de la UOC.
¿QUIÉN SE QUEDARÁ CON LOS VOTANTES DE CIUDADANOS?
Los muestreos apuntan a un auge del bipartidismo en detrimento, fundamentalmente, de Ciudadanos. La pugna está en ver quién obtendrá mejor pesca del caladero de la formación naranja, PSOE o PP, en una carrera en que los tres partidos buscarán la centralidad, moderarán sus discursos y se alejarán de la crispación. El votante de centro quedó huérfano con la radicalización de las fuerzas de derecha en los anteriores comicios del 28 de abril y los expertos auguran que la fuga de moderados de las filas de los liberales se traducirá en una caída en escaños en su bancada de hasta 22, según algunas encuestas.
“No hay que olvidar que el 60% de votantes de Ciudadanos prefiere un pacto con el PSOE antes que unos nuevos comicios”, recuerda Pascual, por lo que prevé que los electores más moderados den su confianza a los socialistas. Por otra parte, mucho ha cambiado en la escena política desde la primavera. Para empezar, el fantasma de Vox ya no se agita, lo que juega también a favor del ablandamiento de los populares. La formación de Pablo Casado recuperará parte de su votante tradicional.
Con todo, la abstención también pasará factura a las fuerzas parlamentarias. “La izquierda es tradicionalmente más proclive a no votar que la derecha”, apunta el profesor de Ciencia Política de la UOC, así como los jóvenes y las clases con menos capacidad económica “que se desencantan con mayor facilidad”. Podemos y Vox notarán más el impacto de quienes decidan quedarse en casa.
Por último, se calcula que la sentencia del juicio del ‘procés’ se haga pública en la segunda mitad de octubre, lo que “provocará un trasvase de votos en Cataluña”, apunta Pacheco i Canals en el que Ciudadanos será, de nuevo, del gran perjudicado. No pronostica el politólogo una gran caída en PSOE o Podemos en la comunidad, ya que se dará un traspaso de votos entre las fuerzas no independentistas, mientras que los soberanistas se verán reforzados por el clima de lucha por las libertades civiles en el que plantearán la campaña ERC y Junts per Catalunya.