Las fuerzas políticas se declararan incapaces de entenderse para formar gobierno y mantener el rumbo de la recuperación
El cuerpo electoral, depositario de la soberanía, ha hablado este domingo, y su voluntad es bien explícita: quiere que se forme un gobierno basado en la nueva geometría política emanada de las urnas. En este sentido, es una falta de respeto a la comunidad el que haya comenzado a barajarse tan prematuramente la hipótesis de repetir las elecciones. Y resulta muy grave que las formaciones políticas no vean la necesidad imperativa de salir del impasse poselectoral y de auspiciar un gobierno que, cuando menos, gestione la economía y sea interlocutor ante Bruselas y la comunidad internacional. La caída de las bolsas y la subida de la prima de riesgo son avisos en absoluto inocuos que no deberían ser ignorados por quienes han asumido la responsabilidad de representar los intereses colectivos.
Podemos, en una extraña toma de posición de partida, ha condicionado cualquier pacto a que la contraparte acepte un referéndum de autodeterminación para Cataluña, medida inconstitucional que ninguna fuerza constitucionalista puede admitir. Si se mantiene en esta posición, se autoexcluirá de cualquier proceso negociador, que, aunque incluya una reforma constitucional, ha de ajustarse a las actuales reglas de juego, es decir, a los procedimientos tasados en la propia Carta Magna.
"Es una falta de respeto a la comunidad el que haya comenzado a barajarse tan prematuramente la hipótesis de repetir las elecciones"
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Las demás formaciones grandes salidas de las urnas, el PP, el PSOE y Ciudadanos, tienen por su parte derecho a marcar determinadas líneas rojas, pero no a encastillarse en posiciones introspectivas, negándose por principio a negociar una fórmula de estabilidad para este país.
Con los datos en la mano, y tras corroborar que el PP ha ganado las elecciones, es claro que la pelota está en el tejado del PSOE, del que depende que el partido mayor pueda o no gobernar. Las fórmulas posibles son diversas, y van desde el gobierno de concentración (PP-PSOE-C’s) al gobierno monocolor del PP con ocasionales apoyos externos –que requeriría la abstención al menos del PSOE- pasando por la ‘gran coalición’ PP-PSOE.
En la coyuntura actual, de arranque de una nueva etapa que asoma con la exigencia de importantes cambios y con la necesidad de resolver el conflicto catalán, el gobierno que se constituya tendrá el cometido principal de recabar los consensos necesarios para que dichas reformas –la constitucional y la de la ley electoral, ambas estrechamente relacionadas entre sí- tengan el apoyo masivo que las legitime. No se trata, por tanto, de que quienes participen en el gobierno hayan de poner en común programas muy divergentes entre sí, sino de que sean capaces de acometer los retos actualmente planteados.
"Es claro que la pelota está en el tejado del PSOE, del que depende que el partido mayor pueda o no gobernar"
Acabamos de salir de una profundísima crisis económica, en parte imputable a las circunstancias –la recesión ha sido global-, en parte atribuible a la mala gestión de nuestros partidos, y la sociedad no admitiría que precisamente ahora, cuando estamos empezando a sacar la cabeza del agua, las fuerzas políticas se declararan incapaces de entenderse para formar gobierno y mantener el rumbo de la recuperación.
Durante la Transición, fuerzas tan dispares como las comandadas por Santiago Carrillo y Manuel Fraga fueron capaces de redactar la Constitución del 78, y todas las fuerzas políticas y sociales convergieron en los Pactos de la Moncloa que permitieron remontar la grave crisis económica de aquel momento. No se entendería que ahora nuestros grandes partidos no fueran capaces de llevar a cabo una tarea del mismo estilo aunque mucho más sencilla.
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