Bruselas ha propuesto diversos impuestos y una reducción del consumo para aliviar los precios
La crisis energética que atraviesa Europa sigue teniendo al gas como principal protagonista. Las medidas propuestas por la Unión Europea para contener las facturas y hacer frente a la escasez de suministro procedente de Rusia han recibido elogios y críticas a partes iguales. El tope a los precios del gas se ha quedado fuera de la lista de medidas que debatirán los Veintisiete la próxima semana, una serie de propuestas entre las que destacan el gravamen “solidario” a las compañías de combustibles fósiles, como petroleras o gasistas, y el límite de entre 180 y 200 euros por megavatio hora (MWh) para las tecnologías inframarginales, como las renovables o la nuclear. Esta maniobra de Bruselas pone blanco sobre negro la ventaja que el sector energético estadounidense tendrá sobre el europeo.
El equipo de WisdomTree señala que, si bien “las tendencias de gasto de capital en el sector energético de Europa habían comenzado a superar a las de EEUU”, impulsadas principalmente por un aumento de la proporción del gasto en energía limpia y la caída del precio del petróleo entre 2014 y 2016, el movimiento comunitario cambiará por completo este escenario. “Creemos que es probable que la inminente crisis energética y las políticas sobre el sector energético, incluidos los impuestos nacionales extraordinarios en Europa, desincentiven a medio plazo el gasto de capital en la región en comparación con EEUU”, explica Aneeka Gupta, directora de investigación macroeconómica de la firma neoyorquina.
Asimismo, la gestora estadounidense opina que establecer una política energética única y coordinada es “necesario”, pero las grandes diferencias entre los Estados miembros “que dependen del carbón, la energía nuclear o las energías renovables” hacen que esto sea un gran “desafío” para Bruselas. Por un lado, grandes importadores de gas ruso como Austria o Hungría se han posicionado contra el tope a su precio, mientras que otros como Francia, Italia o Polonia lo apoyan, aunque señalan que debería extenderse a todos los combustibles importados, incluido el gas natural licuado (GNL).
Por otro, Alemania, que viene de rescatar y nacionalizar a Uniper como efecto colateral de esta crisis, está “indecisa, pero teme que los desacuerdos sobre los límites de precio puedan estropear la unidad de la UE”. “España, un gran generador de energía eólica y solar, ha criticado rápidamente los 200 euros/Mwh propuestos, ya que no se corresponde con los costes reales y no favorece la electrificación y el despliegue de las energías renovables”, añaden.
En este sentido, Gupta opina que las políticas energéticas divergentes y las situaciones de suministro predominantes a ambos lados del Atlántico “abren una oportunidad potencial al sector energético”. Desde WisdomTree recuerdan que el sector de la energía “ha sido el único aspecto positivo de la renta variable mundial en 2022, ya que ha obtenido unos resultados muy satisfactorios en el primer semestre de 2022”.
“A pesar de su sólida rentabilidad de precios, el sector energético de EEUU opera con una relación de precio/beneficios (P/E) y una rentabilidad por dividendo del 3%”, explica la experta de la firma neoyorquina. En septiembre de 2008, añade, el sector energético tenía una ponderación del 12,5% en el S&P 500 y era el cuarto mayor sector por capitalización bursátil en la mayor economía y mercado de valores del mundo.
Volviendo al presente, no obstante, Gupta subraya que el sector energético representa “solo el 4%” del índice S&P 500. “Aunque la trayectoria futura parece más ecológica, necesitaremos petróleo y gas para satisfacer nuestras necesidades energéticas. La inversión está aumentando en todos los sectores de la energía, pero el principal impulso en los últimos años ha venido del sector eléctrico, principalmente por las energías renovables y las redes eléctricas, así como del aumento del gasto en la eficiencia del uso final”, explica.
Por ello, a medida que Europa da pasos para reducir su dependencia del suministro de energía ruso, “se volverá más dependiente de las importaciones de GNL de EEUU. “Esto debería impulsar una mayor inversión en el sector energético estadounidense durante el proceso”, sentencia.
Otra de las medidas estrella de la Unión gira en torno al ahorro energético, una idea que se lleva barajando desde hace varios meses como una posible solución tanto para el problema de precios como para alcanzar los objetivos de almacenamiento de cara al invierno y a los próximos años. Bruselas ha pedido a los Estados miembro que reduzcan su demanda eléctrica en un 10%, la mitad del cual se deberá realizar en las franjas horarias donde haya picos de consumo o donde las renovables apenas viertan energía a la red. Asimismo, los Veintisiete acordaron reducir en torno al 15%, con algunas excepciones, su demanda de gas. Pero, ¿son realmente una solución para ayudar a bajar el precio?
Según datos de ‘Bloomberg’ y Schroders, la demanda de gas caerá sustancialmente en Europa este año 2022. Así, esta magnitud se situará en los 445.000 millones de metros cúbicos, notablemente por debajo de los niveles de 2021 (489.000 millones) y 2020 (464.000 millones). De igual modo, estos cálculos prevén que la demanda de 2023 repunte ligeramente hasta los 452.000 millones de metros cúbicos.
Aun así, el precio seguirá sin bajar. "Europa se ha convertido y seguirá siendo el mercado ‘premium’ del gas durante este período, con precios superiores a los de Asia o Estados Unidos”, apuntan desde la gestora británica. Según Schroders, la situación no cambiará hasta que “se empiece a ver la entrada de nuevos volúmenes significativos a partir de 2024 o 2025".
La demanda, de hecho, ha empezado a caer en el Viejo Continente. Analistas como los de Schroders o Nikoline Bromander, de Rystad, señalan que el consumo del gas ha caído un 12% en los primeros seis meses del año, principalmente debido a los altos precios. Los futuros del gas TTF holandés a un mes, de referencia en Europa, han caído hasta los 193 euros por megavatio hora (MWh), muy por debajo del pico del 26 de agosto, cuando se situó en 343 euros/MWh… pero también más de 150 euros más caro que hace un año.
“Los elevados precios pueden provocar por sí mismos un descenso de la demanda, ya que los usuarios limitan su consumo de gas”, apunta Mark Lacey, responsable de Global Resource Equities de Schroders, quien subraya que “tras una subida de precios de alrededor del 400% interanual, es inevitable que se destruya algún elemento de la demanda”.
Con todo, el objetivo comunitario de alcanzar el 80% de almacenamiento en noviembre se ha cumplido mucho antes de lo previsto y, según datos de Gas Infrastructure Europe, en estos momentos se encuentra en el 86%. Si bien los niveles de almacenamiento de países como Francia (95%), Dinamarca (94%), España (88%), Italia (88%) o Alemania (90%), son “saludables”, según Bromander la reducción de la demanda será necesaria “en cualquier escenario”, especialmente en caso de que continúe el corte de suministro ruso.
“Si se detuvieran por completo las exportaciones de gas ruso a la UE, que ya suponen solo el 10% de los flujos medios de 2021, los niveles de almacenamiento de gas caerían por debajo de la media de los últimos cinco años el próximo invierno, a pesar de un recorte de la demanda del 15%”, explica la experta de Rystad.
De hecho, en caso de no alcanzar esta reducción y con el corte de suministro por parte de Rusia todavía vigente, los niveles de almacenamiento caerían “por debajo de la media de los últimos cinco años en abril” de 2023. “Es un riesgo real. Por tanto, esperamos ver precios más altos en el futuro”, sentencia Bromander, quien cree que el aumento de las importaciones de GNL es tan necesario como inevitable.
Por su parte, desde Schroders creen que los precios del gas en Europa y Asia, aunque “presentan un claro riesgo de caída desde los niveles actuales, es probable que retrocedan hasta un nivel de base más alto”. “Europa se enfrenta a un período de 18 o 24 meses con altos precios de gas y electricidad”, concluyen.